REVISTA LIBERTADOR O'HIGGINS - Instituto Ohigginiano

Edición c o n m E m o r a t i v a dE l Bi c E n t E n a r i o
en Jefe que debe mandarlos y dirigirlos, y salvar por este medio los riesgos que
amenazan a la libertad de América”.
Los oficiales rechazaron por unanimidad la renuncia que se ha citado al
comienzo y en un Acta firmada sin vacilación declararon que seguirían teniendo
por su jefe al general José de San Martín. Nadie podría extrañarse de que éste
pasara como pasó a la calidad de General de Ejército en rebeldía y en subversión
ante el Gobierno de Buenos Aires.
En conocimiento de la singular Acta de Rancagua, el Libertador Bernardo
O’Higgins procedió a contratar a los oficiales y clases argentinos del Ejército de
los Andes, incorporándolos al Ejército de Chile con el rango y grado que poseían
en las filas de las provincias Unidas del Plata. De hecho y de derecho, entonces,
ha desaparecido el Ejército Andino y únicamente ha quedado en pie el Ejército
chileno. El primero entre los contratados por O’Higgins, ni siquiera hace falta
escribirlo, fue José de San Martín, a quien el Director Supremo encomendó la
dirección superior de la Expedición Chilena Libertadora del Perú, cuyo ejército
tiene la denominación oficial de Ejército Libertador del Perú, como en oficio del 11
de mayo de 1820, lo confirma San Martín, al acusar recibo del decreto supremo
del día 9 que instituye ese nombre. Por último, mediante el oficio del 20 de agosto
de 1820, recibe sus despachos de Capitán General del Ejército de Chile y él
mismo se adelantó a proponer que la única bandera del Ejército Libertador del
Perú sea la chilena.
8. EL ESFUERZO DEL PUEBLO CHILENO PARA LA FORMACIÓN
Y PERTRECHO DE LA EXPEDICIÓN LIBERTADORA DEL PERÚ
Visto que el Director Supremo de Chile y su pueblo debían asumir la
responsabilidad de la formidable Expedición tantas veces nombrada, O’Higgins
se dirige al Senado Conservador en un texto, del cual destacamos unos párrafos
breves, pero sustanciales:
“La guerra que ha sostenido con tanta gloria el Estado ha dejado exhaustas
las arcas nacionales, el crédito público no está bien cimentado y si no hacemos
un esfuerzo extraordinario, debo confesar a S.E. que desconfío de la salvación
del país... V.E. no debe ocuparse en otra cosa que de proporcionar recursos para
sostener la nueva actitud que vamos a tomar para efectuar esa expedición al
Perú, que yo miro como el eje sobre que rueda la libertad de América y la felicidad
de las generaciones presentes y futuras. Las enormes desgracias que agobiarían
a nuestro país y posteridad... me arranca lágrimas de sangre y me estimula a
poner en conocimiento de V.E. los males que nos amenazan para que, uniendo
sus tareas a las mías, cumplamos con nuestro primer deber que es la salvación
del pueblo que ha puesto su confianza, en nosotros”.
Estas patéticas expresiones de nacionalismo continental o patriotismo
americano de gran estilo fueron comprendidas por el Senado, que aprobó diversas
medidas gracias a las cuales el gobierno del Libertador O’Higgins organizó
los siete buques de guerra y los dieciséis transportes de la Primera Escuadra
Nacional y equipó con cuatro mil seiscientos hombres al Ejército, Libertador del
Perú que, bien disciplinado, llevaba pertrechos para cinco aires y víveres para
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