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REVISTA LIBERTADOR O'HIGGINS - Instituto Ohigginiano

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Ev i s t a li B E r t a d o r o’higgins<br />

tu enfermedad. Noches enteras he pasado sin dormir pensando en ella. Hoy he<br />

estado sobresaltada”.<br />

El 7 de marzo, don Bernardo le comunicaba que estaba mejor. Y ella respondía:<br />

“El gozo no me da lugar sino para dar gracias a Dios por la mejoría de tu salud.<br />

Se acerca el día de mi señor San José y si Dios me concede salud, ese día le<br />

ofreceré la comunión para que me conceda la gloria de verte bueno”.<br />

En el pensamiento del ilustre enfermo sigue alumbrando como una lámpara el<br />

ardiente deseo de volver a su patria. Pero estaba predestinado que el más puro<br />

de los sueños del Libertador no se cumpliría.<br />

El primer soldado de Chile, el patricio de la libertad muere en Lima el 24 de<br />

octubre de 1842. “Así falleció –decía doña Rosa en carta al general Prieto, el 14<br />

de noviembre de 1842– el hombre cuya memoria no sólo vivirá en Chile sino en<br />

toda América, sin poderse decir si era mejor su espíritu que su corazón, porque<br />

su espíritu y su corazón sólo vivían en el bien para el bien. Murió santamente,<br />

resignado a sufrir los males de su penosa enfermedad y espero que ya reposa en<br />

el seno paternal de Nuestro Señor Jesucristo, única verdad y vida eterna”.<br />

Doña Rosa, “junto con recibir la herencia de su querido hermano, recibió<br />

instrucciones secretas y reservadas para designar a su vez heredero”.<br />

Los últimos años de doña Rosa O’Higgins fueron de gran serenidad. Se<br />

dice que en aquella época, empezaron a circular las primeras cartas entre don<br />

Demetrio y su madre doña Rosario Puga”.<br />

El 17 de diciembre de 1850 muere en Lima doña Rosa, siendo enterrada<br />

cerca de su madre. Tiempo después y, por decreto cursado por el Ministerio de<br />

Relaciones Exteriores se repatriaron sus restos, los que llegaron a Chile el 18<br />

de agosto de 1947. Con grandes honores fueron sepultados en la Catedral de<br />

Santiago el 20 de agosto, aniversario del natalicio de don Bernardo O’Higgins,<br />

luego de permanecer casi un siglo lejos de la patria que tanto amaron.<br />

Hoy, cuando queremos evocar al héroe, es como si el pueblo mismo se<br />

empinara sobre la cordillera de los Andes para hacernos oír su voz, su voz de<br />

Libertad que se derramó por los caminos de Chile y América como un Caro de<br />

óleo.<br />

Don Bernardo O’Higgins Riquelme no sólo fue grande como Alejandro; no sólo<br />

fue Libertador como Washington y Bolívar en América.<br />

Tras su dimensión de soldado, de estadista, de visionario y profeta, hay algo<br />

más grande, más profundo, está el hombre; el hombre que heredó de su madre<br />

los más altos valores de amor, generosidad y perdón. Ella supo transmitir a su<br />

hijo toda esa bondad, esa actitud de paz, de concordia que él quiso proyectar en<br />

su país y que aún no hemos aprendido del todo.<br />

María Isabel Riquelme, Rosa Rodríguez u O’Higgins, Carlota Eels, Nieves<br />

Puga Riquelme, Rosario Puga Vidaurre... todas estas nobilísimas mujeres son<br />

históricas porque amaron al héroe. Ellas no hicieron más que engrandecer el<br />

maravilloso e irrepetible corazón del hombre.<br />

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