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REVISTA LIBERTADOR O'HIGGINS - Instituto Ohigginiano

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Edición c o n m E m o r a t i v a dE l Bi c E n t E n a r i o<br />

La Corona había previsto, como una necesidad estratégica para el resguardo<br />

de las Colonias, el mejoramiento de su red de comunicaciones. Chile aparecía<br />

notoriamente vulnerable frente a un eventual conflicto bélico con Inglaterra,<br />

enemigo siempre potencial. La habilitación de los refugios cordilleranos, según el<br />

proyecto de Higgins, hacía viable en toda época el tránsito entre Chile y Argentina.<br />

Seis casamatas, distribuidas a lo largo de la ruta andina, podían superar las<br />

consecuencias de los bloqueos frecuentes producidos por las nevazones y los<br />

temporales, sirviendo de refugios abastecidos a los viajeros y correos. Y aun<br />

cuando Higgins no dio término al proyecto completo, en esta primera etapa, su<br />

pronóstico sobre la utilidad de estas construcciones resultó exacto.<br />

No olvidará, en el Memorial que prepara al efecto, la detallada referencia<br />

a estas obras, su importancia y, obviamente, al mérito personal de haberlas<br />

propuesto y ejecutado.<br />

El aislamiento, los rigores del clima, las penurias de las incomodidades,<br />

trabajando con presidiarios puestos al servicio de las obras, sólo daban tiempo,<br />

en las horas de descanso, a la reflexión sobre un futuro impredecible. Sus<br />

meditaciones, en las noches inclementes sobre los Andes, han podido llevarlo a<br />

examinar, una y otra vez, sus expectativas en el nuevo mundo. Ellas eran, desde<br />

luego, completamente nulas si las dejaba entregadas a la simple providencia. Las<br />

actividades comerciales sólo podían representar esperanzas de fortuna, ejercidas<br />

con regularidad. La alianza de las tareas mercantiles con un cargo público era<br />

buena; pero su empleo subalterno, sin una residencia estable, no permitía el<br />

desarrollo armónico de ambas funciones, una de las cuales, la mercantil, requería<br />

una atención preferente y continua.<br />

Solamente gracias a la diligencia, corrección y habilidad comercial de don<br />

Diego de Armida, tanto él como Garland habían logrado utilidades significativas<br />

que, en todo caso, no representaban un caudal garantizador del buen pasar<br />

futuro.<br />

Tenía ya cuarenta y cinco años y se encontraba en el escalón más bajo de la<br />

rama los Ingenieros, como Ingeniero Delineador, en el grado de Subteniente Los<br />

tramos jerárquicos que seguían eran los de Ingeniero Extraordinario, Teniente;<br />

Ingeniero Ordinario, Capitán; Ingeniero en Segundo, Teniente Coronel; Ingeniero<br />

en Jefe, Coronel 64 .<br />

Su amigo Garland, con todos sus talentos y méritos, había permanecido 16<br />

años en el grado de Capitán y después de 23 años de empleo se hallaba en<br />

el grado de Teniente Coronel. En el desempeño de una carrera administrativa<br />

destacada podría igualar, entonces, la jerarquía de su amigo a los 68 años de<br />

edad, si los vivía. Y no era esa, definitivamente, la suerte que anhelaba.<br />

Es posible que a estos oscuros cálculos, se sumara una enfermedad real, como<br />

consecuencia de la dureza climática, que contrajo en las alturas cordilleranas.<br />

El 1º de julio de 1766, el Gobernador informa al bailío Fray Julián de Arriaga:<br />

64 Capitanía General. Vol. 723, Nº 20.<br />

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