REVISTA LIBERTADOR O'HIGGINS - Instituto Ohigginiano

Edición c o n m E m o r a t i v a dE l Bi c E n t E n a r i o
de las naciones americanas, como lo hace Bolívar en la carta credencial de
Mosquera, sino que, con ese respeto de que hablábamos y que le merecen los
países hermanos, aspira sólo a invitarlos a un congreso, a una asamblea a la
que concurrirán en igualdad de condiciones. El párrafo, todavía, abre un resquicio
de luz acerca de la posición de la cancillería grancolombiana, porque Mosquera
reconoce que la idea no se ha dado en Bogotá cuando juzga que sería “aceptable”
a su país.
Algunos años después, en 1833, en un informe que le solicitara el Presidente
Gamarra, del Perú, O’Higgins le afirmó: “Si yo hubiera continuado en el gobierno
por un poco de más tiempo, el congreso de plenipotenciarios americanos se
hubiera reunido en 1823 o a más tardar en 1824”.
Este propósito de O’Higgins que, a juzgar por la información de Lamar, era
sostenido y entusiasta, tuvo una manifestación más concluyente que condujo
efectivamente a una asamblea americana, el Congreso Anfictiónico de Panamá.
El Prócer chileno mereció muy altas consideraciones de Bolívar. Un hermano de
Mosquera, don Tomás Cipriano, confidente del Libertador y su admirador devoto,
asegura que le distinguía “sobre manera” y “oía con gusto sus indicaciones”, y
hasta relata varios casos en que las llevó a la práctica. Así cuando, ciñéndose a
propósitos de estrategia que le planteara el general chileno, se hallaba en la sierra
peruana, Bolívar decidió confiar el Ejército de Operaciones a Sucre y retirarse a la
costa con una reducida comitiva de oficiales, entre quienes señaló a O’Higgins. El
viaje, desde Andahuaylas a Chancay, un puerto poco al norte de Lima, les demoró
casi un mes. En el ambiente cordial y pleno de esos días, O’Higgins tuvo ocasiones
sobradas para explayarse con el prócer venezolano y así nació la convocatoria a
Panamá. “El General Bolívar y yo, dice Don Bernardo, después de muy detenida
meditación, convinimos... (en) reunir un congreso general de plenipotenciarios,
aprobados por todas las nuevas repúblicas, con el fin de establecer una unión
general y un sistema de mutua cooperación, y que al mismo tiempo discutiese y
resolviese acerca de las medidas que pareciesen más eficaces para defender y
conservar la libertad e independencia de la América del Sur”.
Su pensamiento en relación a las nuevas patrias americanas fue renovador
manteniendo en cualquier caso las características soberanas de las Repúblicas;
creyó en que ellas eran capaces de responder a este desafío histórico aun
cuando el mismo Bolívar se mostraba escéptico ya que expresó: “Las provincias
americanas se hayan lidiando por emanciparse, al fin obtendrán un suceso;
algunas se constituirán de un modo regular en Repúblicas federales y centrales;
se fundarán monarquías casi inevitablemente en las grandes naciones y algunas
serán tan infelices que devorarán sus elementos, ya en la actual, ya en las futuras
revoluciones; una gran monarquía no será fácil de consolidar; una gran República,
imposible”.
Resulta poco justo desconocer el americanismo de O’Higgins por cuanto
sus pensamientos y sus acciones se apuntaron siempre al de una unidad
iberoamericana, más propiamente a una hispanoamericana, pero de una unidad
entre naciones coordinadas y no subordinados entre sí. No aceptó jamás la
entronización de monarquías en una América a la cual él consideraba como un
453