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REVISTA LIBERTADOR O'HIGGINS - Instituto Ohigginiano

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Edición c o n m E m o r a t i v a dE l Bi c E n t E n a r i o<br />

Pero faltaba que se concretase la idea. Es cierto que, como lo anota Encina,<br />

se había formado un grupo de patricios en torno al Cabildo de Santiago, que<br />

estaban disgustados con el mando de la Junta, y especialmente el que ejercía<br />

Rozas. También querían la reunión de diputados; pero ignorantes en todo de las<br />

funciones de un Congreso, veían que de esa manera podían controlar el gobierno<br />

despojando de su autoridad a la Junta.<br />

O’Higgins, en cambio, anhelaba un Congreso con sus prácticas legislativas<br />

y parlamentarias que él había aprendido a admirar en Inglaterra. Encina ve en<br />

ello una psiquis especial de O’Higgins, en la que se confundían como tareas “la<br />

independencia y la transformación de la sociedad chilena”, ya que para él “el<br />

hecho material de la independencia, si el pueblo chileno iba a seguir siendo lo<br />

que, era bajo el régimen colonial, no tenía significado”.<br />

Por otra parte, O’Higgins exigía la elección de los diputados por parte<br />

de los vecinos de las provincias, de acuerdo con sus convicciones sobre la<br />

soberanía popular y el gobierno representativo. Es clarificador a este respecto<br />

lo que O’Higgins escribe a unos amigos de Concepción, los cuales le consultan<br />

sobre quiénes deben participar en la elección. Les transcribe un párrafo de la<br />

Constitución norteamericana y el texto, traducido por él, de algunas reglas: “En la<br />

elección de representantes tendrá voto todo hombre libre, de 21 años para arriba,<br />

que haya residido dos años en el Estado y pagado sus contribuciones”.<br />

Esa posición era muy diferente a la simple convocatoria del ayuntamiento para<br />

que designase a un diputado para que representase a la provincia.<br />

Es interesante señalar que Mackenna, al responder la carta de O’Higgins, le<br />

advertía: “si no fuera, amigo mío, por las razones que Ud. alega, yo creería la<br />

reunión de un Congreso el paso más antipolítico en el día. Esperar discernimiento<br />

y práctica legislativa de los chilenos, es como pedir al ciego que distinga la<br />

diversidad de los colores”. Agrega que no divisaba al hombre capaz de dirigirlo o<br />

siquiera de hacerse escuchar de sus colegas.<br />

O’Higgins estaba muy consciente de qué podía esperarse de la asamblea de<br />

representantes, como lo indican los fuertes términos empleados en su carta; pero<br />

para él era más importante la escuela de civismo que ese hecho iba a significar:<br />

la participación del pueblo chileno mediante la elección y el aprendizaje político y<br />

legislativo de los representantes. Tendrían necesidad, estos últimos, de considerar<br />

y resolver los negocios públicos y se requería, igualmente, dar estructura política<br />

al país. Nada más adecuado, por tanto, para estudiar las normas sobre las nuevas<br />

instituciones que urgía la patria, que la existencia de dicho Congreso.<br />

La convocatoria del Congreso se hizo por decreto el día 15 de diciembre de<br />

1810 y el cabildo metropolitano saludó ese acto, con excesivas esperanzas, a<br />

“la respetable asamblea que se reuniría, ya que los diputados van a tratar nada<br />

menos ‘que el establecimiento del sistema de gobierno que deba regirnos en lo<br />

sucesivo”.<br />

Orrego indica que “triunfó la tesis parlamentaria de O’Higgins, siendo de<br />

advertir que este rasgo suyo lo coloca muy por encima de los epítetos de hombre<br />

autoritario y autocrático con que injustamente lo señalaron sus enemigos, pues,<br />

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