REVISTA LIBERTADOR O'HIGGINS - Instituto Ohigginiano

Edición c o n m E m o r a t i v a dE l Bi c E n t E n a r i o
Copiapó y Concepción, además de movilizar tropas para enviar refuerzos al
General Freire, que se enfrentaba en el sur a la denominada “Guerra a Muerte” 32 .
Por su parte, San Martín advirtió rápidamente que Chile se había consolidado
como una potencia marítima en el Pacífico, lo cual unido a la voluntad
inquebrantable de, O’Higgins, prometía un éxito en la expedición libertadora
del Perú. Por esta razón, comprometió su ayuda personal a O’Higgins en esta
empresa, así como de las tropas argentinas que habían quedado en Chile, puesto
que estas fuerzas, al quedar sin dependencia de las autoridades argentinas y en
un hecho inédito, habían jurado lealtad al General San Martín.
Así, con el financiamiento aprobado, el nuevo Ejército expedicionario se
concentró primero en Rancagua sobre la base de las tropas del coronel Las
Heras y luego se trasladó a Quillota, pasando a denominarse “Ejército Libertador
del Perú”. En lo administrativo, todos los oficiales y soldados de tropa argentinos,
incluido el general San Martín y otros oficiales de alta graduación que se unieron
después, que en total sumaban 642 hombres, fueron recontratados oficialmente
por el Estado Chileno con sus mismos nombramientos y pagados por el
presupuesto nacional, asimilando sus respectivas jerarquías a los escalafones
del Ejército Chileno.
Por esta misma razón, todas las unidades de este Ejército Libertador
enarbolaron la bandera Chilena, como único emblema patrio bajo el cual se
organizaron, adiestraron, embarcaron y actuaron el primer tiempo en el Perú, no
quedando ninguna duda que esta expedición fue exclusivamente Chilena desde
su origen, con una masa de compatriotas que la componían. Sin embargo, en
su ejecución fue comandada mayoritariamente por Oficiales argentinos que
provenían del disuelto Ejército de Los Andes, los cuales una vez arribados al
Perú impusieron su propio criterio en las altas decisiones, incluidas las decisiones
políticas que unilateralmente tomó San Martín sin consultar la opinión de Chile, en
concordancia con su grupo asesor- político, también compuesto mayoritariamente
por argentinos.
Esta situación que hoy se aprecia como imposible de comprender, se justificó
en aquel tiempo debido a que inicialmente la principal preocupación del gobierno
Chileno, se centró por una parte en crear un nuevo Ejército que asegurara el
territorio nacional, y seguidamente, en organizar y levantar el Estado recién
creado, donde se hacía necesario cambiar, toda la estructura colonial que había
imperado por tres siglos en Chile.
Estos requisitos de seguridad nacional, junto con el dominio del mar, eran
considerados por O’Higgins como prioritarios para consolidar los elementos
constitutivos del Estado Chileno y formar así una base inicial que asegurara su
soberanía, población y territorio, como una tarea interna, que primaba por sobre
la participación de altos Oficiales Chilenos en la expedición al Perú.
No obstante lo anterior, esta situación no justifica el gravísimo error político
cometido por O’Higgins, que en su afán de no ofender la confianza depositada en
San Martín y, desoyendo al Senado, no le entregó a éste instrucciones escritas
32 Ibíd., p. 176.
465