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REVISTA LIBERTADOR O'HIGGINS - Instituto Ohigginiano

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Edición c o n m E m o r a t i v a dE l Bi c E n t E n a r i o<br />

disciplinado ejército de casi 4.000 que había cruzado la cordillera con un plan<br />

preciso a ejecutar. Sólo O’Higgins, ansioso por vengar la derrota de Rancagua,<br />

se adelantó en una temeraria acometida como queriendo terminar solo la batalla,<br />

pero hubo de ser secundado por Soler por el flanco. Con la victoria de Chacabuco<br />

quedó expedito el camino a Santiago. Marcó del Pont no tuvo tiempo de huir por<br />

Valparaíso y cayó prisionero, pero las fuerzas de Maroto que pudieron salvarse<br />

marcharon hacia el Sur, donde iban a oponer seria resistencia. Señalaremos aquí<br />

que el no haber continuado la campaña hasta desmantelar al ejército vencido es<br />

un error que se cita como inexplicable en un genio militar como San Martín.<br />

EL DIRECTOR SUPREMO O’HIGGINS,<br />

CLAVE FINAL EN LA LIBERACIÓN DEL PERÚ<br />

Dos días después el ejército vencedor de Chacabuco hizo su entrada triunfal<br />

en la capital de Chile. San Martín convocó a una asamblea de notables que<br />

debían designar electores para nombrar Jefe Supremo del Estado pero, reunida<br />

la Asamblea, declaró por aclamación “que la voluntad unánime era nombrar a don<br />

José de San Martín gobernador de Chile con omnímoda facultad”, consignando<br />

esto en acta de 18 de febrero, San Martín se negó rotundamente a acatar esa<br />

designación porque el objetivo fijo en su mente era Lima y no cabía en el plan<br />

tomar responsabilidades en los asuntos de Chile. A su pedido, fue nombrado<br />

el brigadier O’Higgins, su amigo chileno adicto que le había acompañado en<br />

Mendoza desde 1814.<br />

El tiempo mostraría que ese nombramiento fue providencial para la causa<br />

independentista de Sudamérica.<br />

Apenas pasados los festejos e instalado el nuevo gobierno, partía el l4 de<br />

marzo a Mendoza y a Buenos Aires, a informar del triunfo y agradecer el apoyo<br />

a Pueyrredón pero, sobre todo, a gestionar con él las finanzas para la formación<br />

de la escuadra y expedición para ir al Perú, para la que Chile había puesto<br />

$200.000 y comprometido otros $100.000. Una entrada triunfal que se le preparó<br />

a fines de marzo quedó esperando porque, desoyendo las instrucciones, llegó<br />

en la madrugada, cuando todos dormían. No pudo evitar los festejos pero su<br />

preocupación era la situación con el imperio portugués sobre la banda Oriental,<br />

que podría llevar a una guerra que afectaría su plan de ir a Lima.<br />

Además, Pueyrredón enfrentaba una situación delicada. Para precaverse de<br />

una anunciada expedición española contra el Río de la Plata, el Directorio habían<br />

condescendido a permitir que los portugueses señorearan en Montevideo, error<br />

que reconoció al comprobar que Portugal pretendía agregar la banda oriental a<br />

la Corona de Brasil “y, si proclamamos emperador al Rey Don Juan, admitirnos<br />

por gracia bajo su soberano dominio”. El error provocó una sublevación contra el<br />

Directorio, iniciando el camino a una posterior anarquía que, al cabo, retardaría<br />

el financiamiento comprometido por las Provincias Unidas en su acuerdo con<br />

Chile para el envío del Ejército Libertador al Perú. Pero Pueyrredón aún creía<br />

que podría capear el temporal y aseguró a San Martín que tendría la deseada<br />

escuadra, cosa que, además, aseguró en carta a O’Higgins.<br />

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