REVISTA LIBERTADOR O'HIGGINS - Instituto Ohigginiano

Ev i s t a li B E r t a d o r o’higgins
O’Higgins, tenían serias preocupaciones de cómo obrar en Chile. En instrucciones
dadas a San Martín el 21 de diciembre de 1815 se le hacía presente que el país
se dividía en dos partidos poderosos, constituidos “el uno por la familia de los
Carrera y el otro por la casa de los Larraínes”. En consecuencia, debía procurar
“extinguir la semilla del desorden sin justificar a ninguno de ambos, ni permitir se
renueven las causas de aquel choque fatal”. El 30 de octubre de 1816, el Gobierno
bonaerense decía a San Martín “ya que es preciso que domine uno de los partidos
en que están divididos los chilenos, me decido por el de los Larraínes”. José de
San Martín difería de este juicio y pensaba que la implantación de un “Gobierno
sólido y serio en Chile” debía tener al frente a Bernardo O’Higgins. El Director
Pueyrredón, en carta privada a San Martín, expresaba: “SI usted considera
conveniente poner en aquel gobierno a O’Higgins, hágalo con entera seguridad
de mi aprobación”. A pesar de esto, José de San Martín pidió una declaración
oficial explícita sobre el asunto. Terrada, Ministro de Guerra porteño, en nota
reservadísima del 17 de enero de 1817, dejaba sin efecto instrucciones anteriores
y lo facultaba para decidirse en favor del brigadier O’Higgins “una, persona de
méritos distinguidos, como para remover con su elección toda sospecha de
opresión por parte de las armas de estas provincias”. Terrada mismo era gran
amigo de O’Higgins y también el 17 de enero de 1817 le escribe que ha firmado la
orden para que “luego que pise el territorio de Chile, sea nombrado Presidente de
él con entera y absoluta independencia de este Gobierno”.
Todo esto se relaciona con el hecho de que el segundo jefe del Ejército
mendocino fuera el brigadier chileno Bernardo O’Higgins y de que el 14 de
febrero de 1817 los vecinos notables de Santiago proclamaran por unanimidad
a José de San Martín, general en jefe, del ejército triunfante en Chacabuco el
día 12, y no a su valiente compatriota O’Higgins. Aquí andaba, en los ánimos
de los argentinos del Plata como de los chilenos del Mapocho, el nacionalismo
continental o patriotismo americano del cual ya hemos hecho mención, procedente
del sentimiento de patria grande que engendraba en los hombres más talentosos
y cultos la pertenencia a un amplio universo imperial de sólidos rasgos comunes.
Por ello, aún los nacidos en lugares remotos en el espacio, al entrar en convivir
bajo circunstancias privadas o públicas similares se vinculaban por raíces anímicas
de semejante familiaridad de conceptos o parecida hermandad de afectos.
Juan Martín de Pueyrredón, desde Buenos Aires, el 6 de marzo de 1817,
escribía a Bernardo O’Higgins:
“Muy apreciado amigo mío:
Usted debe graduar mi satisfacción por la importancia de los sucesos felices
de ese país; pero puedo asegurar a usted que el que ha completado mi regocijo
es la colocación de su persona en la dirección de ese Estado. Hubo un tiempo
en que por identidad de principios fui apasionado de usted; hoy es un deber
mío ser su íntimo amigo... Cuídeme usted mucho a nuestro San martín, para
que restablecido cuanto antes, nos ayude a completar la obra. Vamos a echar
al resto para salvar todo el país, y aprovechemos los momentos de una fortuna
que hoy se presta favorable. “Me ha gustado mucho la proclama de usted por los
sentimientos que inspira; haya para siempre una amistad alta estrecha entre ése
y este Estado, como es íntima la amistad de los jefes que los dirigen”.
504