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REVISTA LIBERTADOR O'HIGGINS - Instituto Ohigginiano

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Edición c o n m E m o r a t i v a dE l Bi c E n t E n a r i o<br />

lo desvió hacia Caracas. Pequeiío cambio de Catedrales... Los dos comisionados<br />

de Miranda ¿irían a enterrarse para siempre en negocios diferentes al que les<br />

había asignado el Precursor en Londres?<br />

Miranda sí no pensaba sino en la Independencia. Había tenido la audacia de<br />

lanzarse sólo a la liberación de Caracas. Se fue a Nueva York en busca de dinero<br />

y mercenarios, y de allí salió en una nave en que lo más importante estaba en<br />

una imprentita para editar proclamas en alta mar, y una bandera. La bandera de<br />

amarillo, azul y rojo la desplegó en Puerto Príncipe de Haití. Todos sabemos de<br />

su fracaso después de tomar a Coro, de Venezuela, y su regreso a Londres... a<br />

donde llegarían a buscarlo, años después, Simón Bolivar y Andrés Bello. Lo que<br />

se agitó apasionadamente en la casa de Miranda en Londres o en los escondrijos<br />

de Cádiz, parecía la insurgencia dormida y derrotada. Los tres personajes:<br />

–Miranda, O’Higgins y Cortés de Madariaga– habrían quedado muertos para la<br />

Historia de la Independencia si no ocurre, como chispa providencial, la audacia<br />

de Napoleón colocando a José Bonaparte en el trono de España. Siguieron al<br />

atropello la reacción increíble del pueblo de Madrid, la formación de las Cortes en<br />

Cádiz y, más que todo, la infelicidad del Rey Carlos y el Príncipe Fernando, cuyas<br />

claudicaciones en Bayona han quedado como una de las escenas más tristes en<br />

la Historia Universal de las Monarquías. La reacción en las colonias americanas<br />

fue de indignación. Cada capital hizo algo como el 3 de mayo de Madrid. La voz<br />

Independencia resonó al mismo tiempo en la capital de España y en La Paz,<br />

Quito, Caracas, Buenos Aires, Santiago. Fue un grito que sacó a O’Higgins de los<br />

trabajos del campo y a Cortés de Madariaga del Coro de la Catedral de Caracas.<br />

Es notable que estos dos chilenos hubieran sido como la base en América del<br />

triangulo que mágicamente había montado la imaginación de Miranda en su<br />

morada de Inglaterra.<br />

Lo de O’Higgins se desarrolló en el campo de la guerra. Su destino le llevó<br />

de los ejércitos a la magistratura. Lo de Cortés de Madariaga queda en un plano<br />

menos visible. Había entrado al servicio eclesiástico donde no había ambiente<br />

para cumplir la misión encomendada por Miranda. Como por milagro tocó a su<br />

puerta la Revolución. Al producirse los incidentes que condujeron al Cabildo<br />

abierto de Caracas en abril de 1810, los de la agitación insurgente conocían quien<br />

era su Canónigo, y no se equivocaron en la escogencia, lo que el eclesiástico<br />

dijo en voz herida en la Asamblea superó a todas las esperanzas. Era la pasión<br />

contenida de quien venía madurando por años los coloquios de Londres y Cádiz.<br />

Por la boca del chileno se oyó salir, en voz muy alta, el discurso guardado de los<br />

americanos rebeldes. Si O’Higgins hubiera estado en la Asamblea de Caracas,<br />

oyéndolo habría llorado de emoción. Nadie en Venezuela ha olvidado la escena<br />

del balcón en la plaza cuando el Gobernador Emparán se dirige al pueblo con<br />

arrogancia esperando obtener un resonante respaldo multitudinario, y pregunta:<br />

¿Queréis que siga llevando vuestra representación como Gobernador? Y la<br />

inesperada y fabulosa intervención de Cortés de Madariaga: estaba detrás del<br />

Gobernador y movió el dedo para que el pueblo prorrumpiera en ese NO que<br />

todavía resuena después de 176 años.<br />

Se abría la nueva etapa en la vida americana, con suerte no del todo feliz ni<br />

para O’Higgins, ni para el Canónigo, ni para Miranda. A todos tocaron papeles<br />

difíciles en tiempos tempestuosos, y morirían en la soledad, O’Higgins muere<br />

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