REVISTA LIBERTADOR O'HIGGINS - Instituto Ohigginiano

Ev i s t a li B E r t a d o r o’higgins
Debemos recalcar que O’Higgins tenía plena fe en el futuro republicano del
nuevo mundo, y ello es tratado con acentuado talento por el brillante historiador
D. Julio Heise González en su libro “O’Higgins, forjador de una tradición
democrática”.
Es así como es digno de mencionar que jamás O’Higgins tuvo una debilidad
hacia el monarquismo, en contradicción con caudillos de aquella época, que fueron
vacilantes: Miranda, San Martín, Pueyrredón, Beigrano, el Marqués de Torre
Tagie, Hipólito Unanue, Rivadavia y aun el propio Bolívar estuvieron dispuestos a
aceptar el gobierno monárquico para las colonias recién emancipadas.
La firmeza con la cual O’Higgins defendió la forma republicana de gobierno
y el éxito con que la impuso a la América Hispana, desmienten la afirmación de
algunos conocidos historiadores contemporáneos en orden a que nuestro Prócer
había estado sometido al tutelaje del General argentino José de San Martín. Se
ha confundido la estrecha y cordial amistad entre ambos Libertadores con una
pretendida sujeción espiritual. Precisamente, la recíproca lealtad y elevación de
esas relaciones amistosas excluyeron toda posibilidad de sometimiento de un
héroe al otro.
Las rivalidades entre Oficiales chilenos y argentinos, la natural arrogancia
propia a la profesión militar, en aquella época, terminaban en desagradables y
embarazosos problemas de relaciones humanas, los que O’Higgins debió superar
con mucho tacto y suma prudencia. La oposición calificó este tino, esta habilidad
del gobernante, como sumisión y complacencia. Éste es el origen de la leyenda
sobre “la sumisión espiritual” a San Martín y a la Logia Lautarina.
Incontables documentos, nos dice el historiador Heise, prueban la absoluta
falsedad de “esta sumisión”. Son numerosos los casos en que San Martín aceptó
el pensamiento o’higiginiano discordante con sus opiniones. En Chacabuco,
O’Higgins tomó la iniciativa de atacar al enemigo en desacuerdo con el plan
trazado por San Martín. Como Director Supremo organizó una poderosa fuerza
armada chilena independiente del Ejército de los Andes, en abierta oposición
al pensamiento de San Martín y con la protesta de los altos Jefes argentinos.
La enérgica reacción del Jefe del Estado en presencia de la conducta del
representante argentino Tomás Guido, y su terminante oposición a los proyectos
monárquicos, demuestran la independencia del gobernante chileno respecto de
su amigo el general San Martín.
También es fácil destruir la leyenda que presenta a la administración O’Higgins
como el producto de las órdenes de la Logia Lautaro. Basta recordar a los
integrantes de esta sociedad secreta mientras O’Higgins ejerció el gobierno de
Chile. Entre 1817 y 1823 fueron miembros de la Logia Lautarina José Ignacio
Zenteno, Miguel Zañartu, Luis Cruz, Francisco Antonio Pérez, Juan de Dios Rivera,
y los argentinos: Quintana, Zapiola, Guido, Las Heras y Alvarado. Todos íntimos
amigos y servidores leales de O’Higgins. Con la sola excepción del argentino
Guido, los demás fueron subordinados civiles o militares del gobernante chileno.
La burguesía chilena, que había apoyado entusiastamente a O’Higgins,
empieza desde 1820 a manifestar claramente sus aspiraciones en orden a que
representantes del pueblo libremente elegidos dictaran una nueva Constitución
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