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REVISTA LIBERTADOR O'HIGGINS - Instituto Ohigginiano

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Edición c o n m E m o r a t i v a dE l Bi c E n t E n a r i o<br />

proporcionaba reunirse a tanto valiente, en el carácter de un simple soldado, a<br />

que estaba ceñida toda su, ambición en la presente campaña”.<br />

La tradición agrega, por su parte, que celebrando Bolívar con un banquete en<br />

Lima la victoria de Ayacucho, al siguiente día de recibida la noticia, concurrió al<br />

acto O’Higgins despojado de su uniforme militar y vestido como simple ciudadano,<br />

y que interrogado por el Libertador por la causa de este cambio, le contestó:<br />

“Señor, la América está libre, Desde hoy el General O’Higgins ya no existe;<br />

soy sólo el ciudadano particular Bernardo O’Higgins. Después de Ayacucho, mí<br />

misión americana está concluida”.<br />

Si la acción de O’Higgins como soldado presenta las más destacadas muestras<br />

de su espíritu americanista, su tarea de gobernante marcha al unísono con este<br />

pensamiento.<br />

Más de una vez se ha recordado con razón que en feliz ejercicio de sus altas<br />

atribuciones, O’Higgins inició con dignidad y corrección las relaciones exteriores<br />

chilenas, trazando con seguridad y clarividencia su primitiva y afortunadamente<br />

perdurable orientación de pacífica convivencia y concordia universal, a la vez que<br />

da fraterna solidaridad y real cooperación con los demás pueblos americanos.<br />

En efectiva realización de semejantes inspiraciones, O’Higgins fijó las directivas<br />

para negociar y firmar, ratificó, promulgó, cumplió e hizo cumplir como leyes<br />

de la República los primeros Tratados internacionales suscritos por el gobierno<br />

chileno, reconoció a los primeros representantes diplomáticos que otros Estados<br />

amigos enviaron a Chile, y firmó las Cartas Credenciales de los primeros agentes<br />

diplomáticos que de este país salieron.<br />

O’Higgins echó las firmes bases institucionales de nuestra República, la<br />

condujo con acierto en las arduas dificultades de sus primeros pasos y se hizo<br />

ampliamente acreedor a que la Patria reconocida le diera el primer lugar en la<br />

nómina de sus hijos.<br />

La historia, al recordar en sus anales los acontecimientos del pasado,<br />

proyecta clara luz sobre los afanes y las luchas, los triunfos y los quebrantos<br />

de las naciones en su incansable marcha hacia la consecución de los anhelos<br />

de felicidad colectiva, y para dar valía y utilidad a sus severas lecciones, los<br />

historiadores nos hacen ver en toda su realidad a los hombres que actuaron en<br />

los sucesos pretéritos, con todos sus propósitos, tendencias y pensamientos, con<br />

sus cualidades y sus defectos.<br />

Con ése su austero acento, la historia nos dice que O’Higgins fue grande en sus<br />

horas de gloriosos triunfos y grande también al abandonar el poder y descender<br />

del solio a que le exaltaron sus conciudadanos como el mejor símbolo viviente de<br />

la Patria inicial, como la más adecuada enseña de sus aspiraciones de libertad y<br />

de organización republicana y ordenación democrática.<br />

El ocaso de este egregio ciudadano fue más esplendoroso aún que sus días<br />

plenos de poderío y de gloria.<br />

Era un militar habituado por los menesteres y disciplina inherentes a su<br />

profesión, a imponer su propia voluntad y no dejar incumplidas sus órdenes. “El<br />

Código Militar de todas las naciones –había dicho el mismo O’Higgins en una<br />

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