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REVISTA LIBERTADOR O'HIGGINS - Instituto Ohigginiano

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Ev i s t a li B E r t a d o r o’higgins<br />

Sr.: La copia certificada del decreto del Sr. Obispo diocesano que incluyo, espero<br />

mueva el ánimo de Vuestra Excelencia y encienda su cristiano celo para que se<br />

sirva proveer a mi solicitud de prorrogarme la licencia, que me concedió para<br />

permanecer en estos valles hasta reparar mi salud muy quebrantada. Vuestra<br />

Excelencia hubiera sentido mucho esta demora y hubiera concebido alto<br />

remordimiento, si hubiese visto la escasez de confesores que aquí ha habido<br />

en la santa Cuaresma, y el gran deseo que han tenido de confesarse conmigo,<br />

viniendo algunos para esto de Payta y de otros pueblos vecinos. En el Convento<br />

de La Merced, donde vivo, hice misiones por connivencia del Vicario de Provincia;<br />

di una semana de ejercicios y no he podido confesar a los ejercitantes, que tanto<br />

lo deseaban, y que se han quejado al cielo del silencio de Vuestra Excelencia.<br />

Han implorado a la Madre de la Misericordia para que excite el corazón de Vuestra<br />

Excelencia y aún no sabemos si habrá oído nuestros ruegos. Aún no es tarde:<br />

las principales personas de esta ciudad desean entrar a ejercicios en la Iglesia y<br />

Colegio del Carmen para antes de Pentecostés: les he prometido dárselos luego<br />

que reciba la licencia que he pedido a Vuestra Excelencia. Esta es una obra muy<br />

santa, principalmente aquí, donde no los hay desde, los jesuitas y donde consta<br />

que hay mucha gente sin confesarse por años enteros. Espero que Vuestra<br />

Excelencia no impedirá con su silencio cosas tan santas; entretanto rogamos al<br />

Padre de las luces mueva su ánimo favorablemente y lo conserve bueno, justo<br />

y feliz. Besa las manos de Vuestra Excelencia su afectísimo capellán (f) Camilo<br />

Henríquez. Excemo. Sr. Conde de Ruiz de Castilla”. La carta, escrita con tinta<br />

negra que el tiempo la transformó en sepia, es clara y firme. Los renglones tienen<br />

la tendencia a inclinarse hacia abajo. La firma aparece clara, con una rúbrica<br />

al final, al pie de la “z” de su apellido: es un rasgo de tres ángulos sucesivos<br />

hacia abajo, envueltos luego en un círculo mayor que se continúa con otro menor<br />

dentro del primero, algo así como una “Q” mayúscula. Con alguna imaginación<br />

–agrega Salvador Lara– podría interpretarse quizás como una “B” y una “M”:<br />

Buena Muerte. De la lectura de este documento se desprende que el Presidente<br />

de la Real Audiencia tenía temores muy fundados de los pasos de Fray Camilo, al<br />

demorar el otorgamiento de la licencia para confesar e impartir los sacramentos,<br />

pues desde la expulsión de los hijos de Loyola había escasez de sacerdotes.<br />

Meses antes, el 10 de agosto de 1809, se había constituido la Primera Junta<br />

de Gobierno, con el propósito de defender la soberanía y los derechos de<br />

Fernando VII, contra las fuerzas usurpadoras napoleónicas. Los protagonistas<br />

de esta sublevación que ya habían estado en conversaciones desde 1808,<br />

decidieron asumir el poder en nombre del rey y así, sin tapujos, se lo dieron a<br />

conocer al presidente de la Audiencia quiteña, Manuel de Urriez, conde Ruiz de<br />

Castilla. La víspera, el capitán Salinas se había encargado de lograr la rendición<br />

de la guarnición de las tropas acantonadas en la ciudad. El 16 de agosto asume<br />

la Junta de Gobierno encabezada por el marqués de Selva Negra, Juan Pío<br />

Montúfar y como vicepresidente, el obispo José Cuero y Caicedo. Conocidas<br />

las noticias por los funcionarios realistas de Popayán, Cuenca y Guayaquil<br />

hacen los preparativos para conjurar la rebelión. Montúfar atemorizado por los<br />

acontecimientos le entregó nuevamente el mando al conde Ruiz de Castilla,<br />

quien dio su palabra de respetar la libertad de los involucrados. Como era de<br />

suponer, una voz en el poder hizo apresar a varios de los implicados. Nuestro<br />

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