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REVISTA LIBERTADOR O'HIGGINS - Instituto Ohigginiano

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Ev i s t a li B E r t a d o r o’higgins<br />

obra de San Martín, su columna vertebral en la liberación de Argentina, Chile y<br />

Perú.<br />

A pesar del costo de la educación militar en el Murcia, “seis reales de vellón<br />

por día para alimentos y correspondientes asistencias”, los padres de San Martín<br />

vieron que la inscripción era posible porque ya no era obligatorio el título nobiliario<br />

para ingresar ni el aspirante heredaba la jerarquía militar de su padre. Su hijo<br />

cumplía los nuevos requisitos de “ser hijo de capitán cuando menos y tener cinco<br />

años de estudio y aprendizaje”, y los señores “Jueces y Justicia” agregaron el<br />

certificado de limpieza de sangre para demostrar que el aspirante era “sin mezcla<br />

de judíos ni moros ni penitenciarios por el Santo Oficio”, según la constancia que<br />

figuraba en la escuela local de las Temporalidades, por lo que hicieron el sacrificio<br />

económico y cumplieron la aspiración de José Francisco.<br />

Con poco más de 11 años, el cadete había ingresado a las aulas del Murcia<br />

con algunas nociones de francés y latín, comenzando a sobresalir en esgrima,<br />

equitación y aritmética. Junto con sus compañeros tuvo acceso al conocimiento<br />

de las más famosas campañas de grandes militares: César, el Marqués de Santa<br />

Cruz, con sus temibles once volúmenes de reflexiones militares, por supuesto,<br />

nada atractiva para los entusiastas cadetes; y las inevitables y pomposas<br />

publicaciones técnicas de las guerras de Federico el Grande, en veintiséis planos<br />

que comprendían las batallas campales y grandes acciones ocurridas en las tres<br />

guerras de Silesia. Pero los cadetes se entretenían más con la loca campaña de<br />

Marco Antonio en Egipto junto a Cleopatra y discutían fuera de programa en los<br />

recreos sobre las causas que movieron a Aníbal a seguir de largo ante Roma,<br />

habiendo estado a sus puertas.<br />

BAUTISMO DE FUEGO EN ÁFRICA<br />

La primera destinación del cadete José Francisco fue en 1791, a Melilla,<br />

África, en la guerra contra los moros. Allí, durante cuarenta y nueve días, supo lo<br />

que era estar en guardia en terreno enemigo, con el arma apuntada, viviendo la<br />

tensión del ataque posible en cualquier minuto. Posteriormente fue trasladado a<br />

Mazalquivir, todavía sin entrar en acción, y después pasó con su batallón a reforzar<br />

la guarnición de Orán, cerca de Zama y de las ruinas de Cartago, escenarios<br />

asociados a grandes guerreros de la antigüedad: Julio César, Catón, Escipión<br />

y Aníbal. Allí, el 25 de junio de 1891, en los escombros de Orán, destruida por<br />

un terremoto, tuvo su bautismo de fuego. En esa acción mandaba la artillería<br />

española el joven teniente Luis Daoíz, de cuyo papel histórico se sabría más<br />

tarde.<br />

A los 13 años de edad, San Martín se vio, durante treinta y tres días, sometido<br />

al insomnio, hambre, balas, llamas y arremetidas de los moros, “sosteniendo la<br />

plaza hasta hallarse convertida en un montón de ruinas”. Sus superiores dejaron<br />

constancia de su desempeño y, aunque lo vieron muy joven, accedieron a su<br />

pedido de pasar a la compañía de granaderos para luchar junto a hombres hechos<br />

en y para la lucha hasta que Madrid firmó la paz con Argel.<br />

San Martín, todavía cadete, callado, estudioso y reservado, había vivido la<br />

derrota española en África y fue testigo de la entrega de la guarnición a los moros<br />

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