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Tertia Pars - Suma Teológica

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CUESTIÓN 8<br />

Sobre la gracia de Cristo en cuanto cabeza de la Iglesia<br />

Corresponde a continuación tratar de la gracia de Cristo en cuanto cabeza de<br />

la Iglesia".<br />

Y sobre este tema se plantean ocho preguntas:<br />

1. ¿Es Cristo cabeza de la Iglesia?—2. ¿Es cabeza de los hombres en cuanto<br />

al cuerpo o sólo en relación con las almas?—3. ¿Es cabeza de todos los<br />

hombres?—4. ¿Es cabeza de los ángeles?—5. La gracia que le hace cabeza de<br />

la Iglesia, ¿es la misma que la gracia habitual que tiene como hombre particular?—<br />

6. ¿Es propio de Cristo ser cabeza de la Iglesia?—7. ¿Es el demonio cabeza de<br />

todos los malos?—8. ¿También el Anticristo puede llamarse cabeza de todos los<br />

malos?<br />

ARTICULO 1<br />

¿Le compete a Cristo, en cuanto hombre,<br />

ser cabeza de la Iglesia?<br />

In Sent. 3 d.13 q.2 a.l; De verít. q.29 a.4 y 5; /« / Cor.<br />

11 lect.1; In Eph. 1 lect.8; In Col. 1 lect.5; Compend.<br />

theol. c.214<br />

Objeciones por las que parece que a<br />

Cristo, en cuanto hombre, no le compete<br />

ser cabeza de la Iglesia.<br />

1. La cabeza transmite a los miembros<br />

el sentido y el movimiento. Pero el sentido<br />

y el movimiento espiritual, por ser obra de<br />

la gracia, no nos son comunicados por<br />

Cristo hombre, pues, como dice Agustín en<br />

el libro De Trin. , tampoco Cristo en cuanto<br />

hombre da el Espíritu Santo, sino sólo en<br />

cuanto es Dios. Luego, en cuanto hombre,<br />

no le compete ser cabeza de la Iglesia.<br />

2. Aún más: no es propio de la cabeza<br />

tener otra cabeza. Ahora bien, Cristo, en<br />

cuanto hombre, tiene a Dios por cabeza,<br />

según 1 Cor 11,3: La cabera ¿le Cristo es Dios.<br />

Luego Cristo no es cabeza.<br />

3. Y también: en el hombre, la cabeza<br />

es un miembro particular que recibe la vida<br />

del corazón. Cristo, en cambio, es principio<br />

universal de toda la Iglesia. Luego no es<br />

cabeza de la misma.<br />

En cambio está lo que se dice en<br />

Ef 1,22: Le dio por cabera de toda la Iglesia h .<br />

Solución. Hay que decir: Así como se<br />

llama a la Iglesia entera cuerpo místico por<br />

analogía con el cuerpo natural del hombre,<br />

que realiza actos diferentes de acuerdo con<br />

la diversidad de miembros, como enseña el<br />

Apóstol en Rom 12,4-5 y 1 Cor 12,12ss, así<br />

también se llama a Cristo cabeza de la<br />

Iglesia por semejanza con la cabeza del<br />

hombre. En la cabeza se puede prestar<br />

atención a tres cosas, que son: el orden, la<br />

perfección y el poder. El orden, porque la<br />

cabeza es la primera parte del hombre,<br />

comenzando por arriba. Y de ahí que se<br />

acostumbre a llamar cabeza a todo principio,<br />

según lo que se lee en Jer 2,20: En toda<br />

cabera de camino te pusiste un lupanar 2 .<br />

\. C.26: ML 42,1093. 2. La cita de Jer 2,20, aducida por Santo Tomás, sólo ideológicamente<br />

corresponde a tal texto. Los pasajes materialmente más parecidos a tal cita son: Ez 16,24.25.31.<br />

a. La gracia de Cristo en su expansión a los hombres parece clave para interpretar la visión<br />

eclesiológica de Santo Tomás. Da prioridad a la Iglesia como misterio de comunión; en su realidad<br />

profunda se define como «el cuerpo místico de Cristo», que es la sociedad de los santos (III q.80 a.4).<br />

Se supone la visibilidad del cuerpo místico que se manifiesta en los sacramentos «insignias de la<br />

Iglesia» (Cora, a Ef. c.4 lect.2). La eclesiología de la Contrarreforma, representada en San Roberto<br />

Belarmino (f 1621), destaca la dimensión de la Iglesia como sociedad perfecta y visible, con el peligro<br />

de abandonar la visión agustiniano-tomista. En 1943, la Ene. Mystia Corporis trata de articular los dos<br />

aspectos saliendo al paso de algunas interpretaciones unilaterales. El Vaticano II ha destacado bien<br />

el misterio de la Iglesia como comunión en visibilidad histórica.<br />

b. La imagen de Cristo cabeza de la Iglesia fue ampliamente desarrollada por San Pablo. El<br />

Concilio de Trento ratificó el simbolismo (DS 1546).

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