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Tertia Pars - Suma Teológica

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C.18 a.6 Sobre la unidad de Cristo en cuanto a la voluntad 209<br />

uno es hacer algo por una razón universal,<br />

y la voluntad de otro es no hacer eso mismo<br />

por una razón particular, no se da en absoluto<br />

contrariedad de voluntades. Por ejemplo,<br />

si un rey, por el bien de la república,<br />

quiere ahorcar a un ladrón, y un pariente<br />

suyo, por el amor particular que le tiene,<br />

desea que no se le ahorque, no hay contrariedad<br />

de voluntades; a no ser que su amor<br />

al bien privado sea tan grande que, para<br />

conservar éste, quiera impedir el bien público;<br />

en este caso existiría oposición de voluntades<br />

bajo un mismo aspecto.<br />

Segunda, que la contrariedad se dé en una<br />

misma voluntad, pues si el hombre con su<br />

apetito racional quiere una cosa y con su<br />

apetito sensitivo quiere otra, no existe la<br />

contrariedad, a no ser que el apetito sensitivo<br />

prevalezca de tal modo que cambie o<br />

retarde el apetito racional; pues, en este<br />

caso, ya se deja sentir en la voluntad racional<br />

algo del movimiento contrario del apetito<br />

sensitivo.<br />

Por consiguiente, es preciso decir que,<br />

aunque la voluntad natural y la voluntad<br />

sensible de Cristo hubieran querido algo<br />

distinto de lo que querían su voluntad divina<br />

y su voluntad racional, con todo, no<br />

existió en él contrariedad de voluntades. En<br />

primer lugar, porque ni la voluntad natural<br />

ni la voluntad sensible de Cristo rechazaban<br />

los motivos por los que su voluntad divina<br />

y su voluntad racional humana querían la<br />

pasión. La voluntad absoluta de Cristo quería<br />

la salvación del género humano, pero no<br />

era de su competencia querer una cosa en<br />

orden a otra. El impulso de su sensibilidad<br />

no podía llegar hasta esto.<br />

En segundo lugar, porque ni la voluntad<br />

divina ni la voluntad racional de Cristo eran<br />

impedidas o retardadas por su voluntad<br />

natural o por el apetito sensitivo. Y del<br />

mismo modo, a la inversa, ni la voluntad<br />

divina ni la voluntad racional de Cristo<br />

rehuían o retardaban el impulso de su vo-<br />

37. De Fide Orth. 1.3 c.14: MG 94,1037; c.19: MG 94,1080.<br />

94,1087; cf. c.18: MG 94,1073; 1.2 c.15: MG 94,932.<br />

luntad humana ni el movimiento de su<br />

sensibilidad. A la voluntad divina y a la<br />

voluntad racional de Cristo les agradaba que<br />

su voluntad natural y su voluntad sensible<br />

actuasen en conformidad con su propia<br />

naturaleza.<br />

De donde resulta claro que en Cristo no<br />

se dio oposición o contrariedad de voluntades.<br />

Respuesta a las objeciones: 1. A la<br />

primera hay que decir: El que alguna de las<br />

voluntades humanas de Cristo quisiera algo<br />

distinto de lo que quería su voluntad divina,<br />

provenía de esta misma voluntad divina,<br />

con cuyo asentimiento la naturaleza humana<br />

de Cristo era impulsada en conformidad<br />

con los movimientos que le eran propios,<br />

como dice el Damasceno 37 .<br />

2. A la segunda hay que dedr: En nosotros<br />

los deseos del espíritu son impedidos o<br />

retardados por la concupiscencia de la carne;<br />

esto no sucedió en Cristo. Y, por eso,<br />

en Cristo no existió contrariedad entre la<br />

carne y el espíritu, como existe en nosotros.<br />

3. A. la tercera hay que decir: En Cristo no<br />

existió agonía en lo que atañe a la parte<br />

racional de su alma, en cuanto esto lleva<br />

consigo el enfrentamiento de voluntades<br />

proveniente de diversos motivos: por ejemplo,<br />

cuando alguien, por fijarse en un motivo,<br />

quiere esto y, por fijarse en otro aspecto,<br />

quiere lo contrario. Pero esto acontece<br />

por la flaqueza de la razón, que no es capaz<br />

de discernir qué es absolutamente lo mejor.<br />

Ahora bien, esto no sucedió en Cristo, cuya<br />

razón juzgaba que lo absolutamente mejor<br />

era cumplir la voluntad divina, por medio<br />

de su pasión, para la salvación del género<br />

humano. No obstante, en Cristo se dio la<br />

agonía en cuanto a la parte sensitiva, porque<br />

ésta lleva consigo el temor de la desgracia<br />

inminente, como dice el Damasceno en el<br />

libro III 38 .<br />

38. De Fide Orth. c.23: MG

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