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Tertia Pars - Suma Teológica

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222 Tratado del Verbo encarnado C.21 a.2<br />

ignorásemos como Hijo. Después, para darnos<br />

ejemplo. De ahí que diga Ambrosio In<br />

Lúe. : No tengas unos oídos insidiosos, pensando<br />

que el Hijo de Dios oraba como quien carece de<br />

fuerzas, a fm de pedir lo que él mismo no podía<br />

realizar. Creador del poder, maestro de la obediencia,<br />

nos informa con su ejemplo en relación a lo que<br />

prescribe la virtud. Por eso escribe también<br />

Agustín en su In loann. 5 : Podía el Señor, en su<br />

forma de siervo, orar en silencio, si fuera necesario.<br />

Pero quiso presentarse al Padre como orante, afín<br />

de recordar que era nuestro Maestro.<br />

2. A la segunda hay que decir: Entre las<br />

cosas futuras que Cristo conoció, estaban<br />

aquellas que habían de acontecer gracias a<br />

su oración. Y, de este modo, no hay ningún<br />

inconveniente en que lo pidiese a Dios.<br />

3. A la tercera hay que decir. La ascensión<br />

no es otra cosa que un movimiento hacia<br />

lo que está arriba. Pero el movimiento,<br />

como se escribe en el libro III De An. 6 , se<br />

denomina tal de dos modos: uno, en sentido<br />

propio, cuando implica paso de la potencia<br />

al acto, en cuanto es el acto de un ser<br />

imperfecto. Y, en este sentido, el ascender le<br />

compete a aquel ser que está en potencia, y<br />

no en acto, respecto de lo alto. En este<br />

aspecto, como dice el Damasceno 7 , el entendimiento<br />

humano de Cristo no necesita de ninguna<br />

ascensión hacia Dios, pues siempre está unido a El<br />

en su ser personal y por su contemplación bienaventurada.<br />

Otro, en cuanto que el movimiento<br />

es el acto de un ser perfecto, es decir, que existe<br />

en acto, al modo en que llamamos un cierto<br />

movimiento al entender y al sentir. Y, de<br />

este modo, el entendimiento de Cristo<br />

siempre está en ascensión hacia Dios, porque<br />

siempre le contempla como algo que<br />

está por encima de él.<br />

ARTICULO 2<br />

¿Le compete a Cristo orar según su<br />

apetito sensible?<br />

In Sent. 3 di7 a.3 q."3; Competid, theol. c.233<br />

Objeciones por las que parece que a<br />

Cristo le compete orar según su apetito<br />

sensible.<br />

1. Refiriéndose a Cristo, se dice en Sal<br />

83,3: Mi corazón y mi carne han saltado de gozp<br />

por el Dios vivo. Pero se llama sensibilidad al<br />

apetito de la carne. Luego la sensibilidad de<br />

Cristo pudo elevarse hasta el Padre median-<br />

te el gozo y, por una razón semejante, pudo<br />

hacerlo por medio de la oración.<br />

2. Aún más: el orar parece ser propio<br />

de aquel que desea lo que se pide. Ahora<br />

bien, Cristo pidió algo deseado por su sensibilidad<br />

cuando exclamó: Pase de mí este<br />

cáliz. Luego el apetito sensible de Cristo<br />

oró.<br />

3. Y también: es más noble estar unido<br />

a Dios personalmente que elevarse hasta El<br />

por la oración. Pero el apetito sensitivo fue<br />

asumido por Dios en la unidad de la persona,<br />

como lo fue cualquier otra parte de la<br />

naturaleza humana. Luego, con mucha mayor<br />

razón, pudo elevarse hasta Dios por<br />

medio de la oración.<br />

En cambio está que en Flp 2,7 se dice<br />

que el Hijo de Dios, conforme a la naturaleza<br />

que asumió, se hizo semejante a los hombres.<br />

Pero los demás hombres no oran con<br />

el apetito sensitivo. Luego tampoco Cristo<br />

oró con su sensibilidad.<br />

Solución. Hay que decir: Orar con la sensibilidad<br />

puede entenderse de dos modos:<br />

uno, tomando la oración como un acto de<br />

la sensibilidad. Y, tomada en este sentido,<br />

Cristo no oró con su apetito sensible, porque<br />

su sensibilidad fue de la misma naturaleza<br />

que la nuestra. Ahora bien, nuestra<br />

sensibilidad no puede orar por dos razones:<br />

primera, porque el movimiento de la sensibilidad<br />

no puede rebasar el ámbito de lo<br />

sensible, y por lo mismo no puede ascender<br />

hasta Dios, lo cual es un requisito para la<br />

oración; segunda, porque la oración lleva<br />

consigo un cierto orden en el sentido de<br />

que alguien desea una cosa en cuanto que<br />

debe ser realizada por Dios; y esto sólo es<br />

propio de la razón. De ahí que la oración<br />

sea un acto de la razón, como ya expusimos<br />

en la Segunda Parte (2-2 q.83 a.l).<br />

Otro modo de entender el orar con la<br />

sensibilidad consiste en que la razón, al orar<br />

a Dios, le exponga los deseos del propio<br />

apetito sensitivo. Y, en este aspecto, Cristo<br />

oró con su sensibilidad en cuanto que su<br />

oración, a modo de abogada de su sensibilidad,<br />

expresaba los deseos de ésta. Y Cristo<br />

lo hizo así para instruirnos sobre tres cosas:<br />

primera, para demostrar que había asumido<br />

una naturaleza humana verdadera con todas<br />

sus inclinaciones naturales; segunda, para<br />

hacernos ver que al hombre le es lícito,<br />

4. L.5 sobre Le 6,12: ML 15,1732. 5. Tr.104 sobre 17,1: ML 35,1902. 6. ARISTÓTELES,<br />

c.7 n.l (BK 431a6); S. TH., lect.12. 7. De Fide Orth. c.24: MG 94,1089.

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