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Tertia Pars - Suma Teológica

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MUERTE Y EXALTACIÓN DE CRISTO (q.46-59)<br />

Como ya hemos dicho, en la visión de Santo Tomás el misterio pascual se<br />

hace realidad en la encarnación del Verbo, mientras que la muerte y resurrección<br />

de Cristo manifiestan claramente la verdad de la encarnación. En esa visión<br />

tampoco cabe separar la muerte de Jesús, como un acontecimiento central pero<br />

aislado, del proceso histórico en que avanzó aquel hombre, y de la resurrección<br />

por la fuerza del Espíritu.<br />

Hechas estas aclaraciones, ofrecemos las siguientes sugerencias.<br />

1. Muerte j resurrección de Jesús son aspectos del único dinamismo donde Dios<br />

se revela como poder en el amor. Es de notar cómo el cuerpo del Resucitado es<br />

realmente el mismo nacido de María (q.54 a.l y 3) y el mismo que murió en la<br />

cruz (q.54 a.4). Tanto en la encarnación del Verbo como en la pasión, Dios se<br />

manifiesta como amor que no sólo respeta la libertad del ser humano, sino que<br />

la promueve, incluso hasta ponerse a merced de la misma. Pero en la resurrección<br />

ese amor se revela como poder capaz de llamar a las cosas que no son «para que<br />

sean» (Rom 4,17).<br />

2. La muerte de Cristo es epifanía del amor de Dios y expresión del amor<br />

humano. Esta doctrina de Santo Tomás, que responde a la verdadera confesión<br />

católica, sin embargo no ha calado suficientemente en la historia de la teología<br />

ni en la mentalidad del pueblo cristiano.<br />

Ya nos hemos referido al racionalismo de San Anselmo. Separando cristología<br />

de soteriología, ésta se reduce a la muerte cruenta como acto aislado, dejando a<br />

la resurrección sin ningún valor salvífico. Al interpretar el pecado como ofensa<br />

directa e infinita contra Dios dentro de un esquema feudal donde el honor del<br />

amo ha de ser reparado en justicia, tanto la encarnación para constituir al<br />

hombre-Dios como la muerte de Cristo para una satisfacción adecuada vienen a<br />

ser necesarias.<br />

Con y desde la experiencia evangélica de Dios, Santo Tomás reacciona<br />

matizando dos aspectos. En primer lugar, no se debe afirmar que la muerte cruenta<br />

de Cristo fuese necesaria para la redención del género humano; Dios podía<br />

liberarnos de otras muchas formas. También aquí partimos de la economía o<br />

conducta del Invisible que observamos en los hechos históricos, y sólo nos queda<br />

ver las conveniencias de los mismos (q.46 a. 1-4). Pero, aun viendo esas conveniencias,<br />

la muerte de Cristo debe ser interpretada no ante todo como una obra<br />

de justicia para satisfacer el honor de Dios enojado contra nosotros, sino como<br />

expresión de la misericordia divina que transforma y promueve a los seres<br />

humanos para que actúen motivados por el amor y con libertad.<br />

Así lo afirma Santo Tomás en la q.46 a.l sol.3. «La liberación del hombre<br />

por la pasión de Cristo responde a la misericordia y a la justicia. A la justicia,<br />

porque, mediante su pasión, Cristo satisfizo por el pecado del género humano,<br />

y así el hombre fue liberado por la justicia de Cristo. A la misericordia, porque,<br />

no pudiendo el hombre por sí mismo satisfacer por el pecado de toda la<br />

naturaleza humana, como se ha dicho (q.l a.2 sol.2), Dios le ha dado a su Hijo<br />

para satisfacer, según dice Rom 3,24-25: son justificados por el don de su gracia en virtud<br />

de la redención realizada en Cristo Jesús, a quien Dios exhibió como propiciación por su propia<br />

sangre mediante su fe. Y aquí hubo mayor misericordia que si hubiera perdonado

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