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Tertia Pars - Suma Teológica

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C.83 a.6 El rito de este sacramento 759<br />

mulgado, cosas de las que antes no se<br />

acordaba. Luego es inevitable que quien<br />

está en esta situación peque mortalmente,<br />

porque actuará contra lo establecido por la<br />

Iglesia, tanto si comulga como si no comulga.<br />

3. Y también: sucede algunas veces que,<br />

después de la consagración, cae en el cáliz<br />

una mosca, una araña, o algún animal venenoso;<br />

o viene a saber el sacerdote que en el<br />

cáliz han echado veneno para matarlo. En<br />

cuyo caso, si comulga parece que peca mortalmente:<br />

o porque se mata, o porque tienta<br />

a Dios. E, igualmente, si no comulga, peca<br />

por contravenir lo establecido por la Iglesia.<br />

Luego en esta situación el sacerdote queda<br />

perplejo y sometido a la necesidad de pecar.<br />

Lo cual es inadmisible.<br />

4. Todavía más: puede acontecer que<br />

por negligencia del ministro no se eche agua<br />

en el cáliz, o ni agua ni vino, de lo cual se<br />

da cuenta después el sacerdote. Luego en<br />

este caso queda perplejo el sacerdote, tanto<br />

si asume el cuerpo sin la sangre, haciendo<br />

así un sacrificio imperfecto, como si no<br />

asume el cuerpo ni la sangre.<br />

5. Abundando más: sucede algunas veces<br />

que el sacerdote no se acuerda si ha<br />

dicho las palabras de la consagración u otras<br />

palabras prescritas en la celebración de este<br />

sacramento. En cuyo caso parece que peca,<br />

tanto si repite sobre la misma materia las<br />

palabras que tal vez había dicho ya como si<br />

comulga con el pan y el vino no consagrados,<br />

como si estuvieran consagrados.<br />

6. Más aún: sucede alguna vez que, a<br />

causa del frío, al sacerdote se le cae de las<br />

manos la hostia en el cáliz antes o después<br />

de la fracción. En cuyo caso ya no puede<br />

cumplir con el rito de la Iglesia sobre la<br />

fracción o sobre la norma de introducir en<br />

el cáliz una tercera parte solamente.<br />

7. Por último: alguna vez acontece que<br />

por negligencia del sacerdote se derrama la<br />

sangre de Cristo, o que el sacerdote vomita<br />

el sacramento después de la comunión; o<br />

que las hostias llevan consagradas tanto<br />

tiempo que se pudren; o que han sido<br />

roídas por los ratones; o que se echan a<br />

perder por cualquier causa. En estos casos<br />

no parece que se pueda tributar a este<br />

sacramento el debido respeto que prescriben<br />

las normas de la Iglesia. No parece,<br />

pues, que pueda ponerse remedio a estos<br />

defectos o peligros si se cumplen las normas<br />

de la Iglesia.<br />

En cambio, ni Dios ni la Iglesia nos<br />

mandan lo imposible.<br />

Solución. Hay que decir: Hay dos maneras<br />

de salir al paso de los posibles peligros o<br />

defectos en la celebración de este sacramento.<br />

Una, previniéndoles para que no ocurran.<br />

Otra, después de ocurridos, tratar de<br />

enmendarlos poniendo remedio, o, al menos,<br />

haciendo la debida penitencia quien<br />

obró con negligencia hacia este sacramento.<br />

Respuesta a las objeciones: 1. A la<br />

primera hay que decir: Si al sacerdote le sobreviene<br />

la muerte o una enfermedad grave<br />

después de la consagración del cuerpo y de<br />

la sangre del Señor, no es necesario que<br />

otro le supla.<br />

Pero si la cosa sucede después de comenzar<br />

la consagración, por ejemplo después de<br />

consagrar el cuerpo y antes de consagrar la<br />

sangre, o después de la consagración de<br />

ambos, la celebración de la misa debe ser<br />

terminada por otro. Por eso se dice en un<br />

Concilio de Toledo 70 , referido en Decretis VII<br />

q.l cap. 16 Nibi/ 71 : Hemos juagado conveniente<br />

que cuando los sacerdotes consagran los santos<br />

misterios en la celebración de la misa, si les sobreviene<br />

una enfermedad tan grave que no pueden<br />

terminar el misterio que habían comentado, le sea<br />

permitido al obispo o a otro sacerdote proseguir el<br />

oficio comentado, ya que para completar los misterios<br />

iniciados no se necesita más que la bendición<br />

del sacerdote que los comentó o la del que sigue,<br />

pues no pueden considerarse perfectos si no se han<br />

completado según el orden estableado. En efecto,<br />

puesto que todos somos una sola cosa en Cristo,<br />

ningún impedimento constituye la diversidad de<br />

personas donde la identidad de la fe garantida la<br />

eficacia del mismo efecto. Póngase vigilancia, no<br />

obstante, para que lo que aconseja la debilidad de<br />

la naturale°za no se convierta en comportamiento<br />

cotidiano. Que ningún ministro o sacerdote deje<br />

inacabados los oficios comentaos si la gravedad de<br />

las molestias no es patente. Y si alguno tiene la<br />

audacia temeraria de no terminarlos, recibirá la<br />

sentencia de excomunión.<br />

2. A la segunda hay que decir: Cuando se<br />

presenta una dificultad hay que optar siempre<br />

por lo que entraña menos peligro. Pues<br />

bien, lo más peligroso para este sacramento<br />

es lo que atenta a su misma realización,<br />

porque esto es un enorme sacrilegio. Pero<br />

es menos peligroso lo que se refiere a las<br />

70. VII, año 646, can.2. 71. GRACIANO, Le., p.2 c.7 q.l can.16 Nihil contra ordinis.

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