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Tertia Pars - Suma Teológica

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4. Enfoque teológico<br />

Introducción a la Parte III<br />

La centralidad de Cristo en la reflexión teológica es una cuestión que se<br />

planteó hace años, y hoy con otros matices se plantea de nuevo. Esa centralidad<br />

parece incuestionable: ¿no es Jesucristo artículo fundamental del credo cristiano,<br />

revelado en la Escritura, confesado en la tradición viva, enseñado por el<br />

magisterio y celebrado en la liturgia? ¿No tienen ahí su referencia ineludible la<br />

economía y la historia de la salvación? ¿No es la gracia que se nos oferta en Cristo<br />

finalidad y objetivo de la revelación evangélica?<br />

Por ello es lógica la conclusión de algunos: la Cristología no sólo es la clave,<br />

sino también resumen y síntesis de todos los tratados teológicos, incluido el<br />

misterio de Dios. Ya en el siglo XII Hugo de San Víctor escribió De sacramentis<br />

christianae fidei, siguiendo el dinamismo de la historia salvífíca centrada en la<br />

encarnación del Verbo. En 1944 E. Mersch, en su excelente obra Le corps mystique<br />

du Christ, vertebraba toda la teología desde y en torno al misterio del Cristo total,<br />

que «es el objeto de la teología».<br />

¿Qué decir sobre esta visión, avalada por buenas razones?<br />

Debemos reconocer y confesar el puesto decisivo de Cristo en la fe y en la<br />

existencia cristianas: es el único Mediador y el único camino de salvación; su<br />

misterio pascual es fuente de vida para todos los hombres; toda la gracia es<br />

crística, y sólo con su luz el proyecto creador puede ser recta y adecuadamente<br />

interpretado. La reflexión teológica de Santo Tomás en la <strong>Suma</strong> destaca bien ese<br />

puesto relevante. Significativamente, las dos primeras partes de la obra, como si<br />

quedasen sin terminar y esperando su complemento, concluyen con una referencia<br />

cristológica: «el parto de la Virgen por intervención del Espíritu correspondía<br />

a quien es Dios bendito y sobre todas las cosas por los siglos de los siglos»<br />

(I q.119 a.2 ad 4); y como final de la II-II, «que Jesucristo nuestro Señor, Dios<br />

bendito por siempre, nos lleve al descanso eterno que nos prometió» (q.189 a.10<br />

ad 3).<br />

Pero siendo Jesucristo el único Mediador de salvación y el único camino de<br />

vida, el origen y sentido último de su misterio apuntan más allá. Jesús de Nazaret<br />

es Hijo del Padre: tiene conciencia de que «ha sido enviado», y que debe actuar<br />

sólo para llevar a cabo la voluntad divina (Jn 6,38). Esa conciencia de haber sido<br />

enviado con una misión, su confianza e intimidad únicas con el Padre fueron la<br />

base histórica para que las primeras comunidades cristianas confesasen que Jesús<br />

es la Palabra, el Hijo de Dios. Por otra parte, según los Evangelios, ya el<br />

nacimiento del Salvador es obra del Espíritu; con esa fuerza de lo alto Jesús toma<br />

sus decisiones y realiza su actividad mesiánica. El Espíritu perfecciona la obra<br />

de Cristo animando a la Iglesia y al mundo en el proyecto salvador de Dios<br />

(Jn 16,12-15).<br />

Así el misterio de Cristo se inscribe a su vez en el misterio de Dios mismo,<br />

Trinidad o Comunidad de Personas. El dato revelado sitúa la encarnación del<br />

Verbo dentro de las misiones de Dios fuera de sí mismo (ad extra) como<br />

culminación y plenitud de todas ellas (Heb 1,1-3). Jesucristo es centro de nuestra<br />

fe y de nuestra vida cristiana sencillamente porque Dios es amor gratuito que ha<br />

decidido comunicarse para perfeccionar la obra comenzada en la creación; Cristo<br />

es la manifestación insuperable y definitiva de este proyecto (III q.1 a.1; q.3 a.8).<br />

El misterio trinitario es la fuente y marco que da explicación y sentido al<br />

acontecimiento Jesucristo. El Verbo encarnado para la salvación del mundo es<br />

la Palabra en que todo fue creado por Dios, y en la que se expresan unidos el<br />

Padre y el Espíritu. Las controversias cristológicas de los primeros siglos son<br />

reflejo de las distintas visiones en la interpretación del misterio de Dios. Anun-<br />

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