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Tertia Pars - Suma Teológica

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140 Tratado del Verbo encarnado C.9 a.4<br />

que, junto con esta forma excelentísima,<br />

subsistan en el alma racional las especies<br />

inteligibles proporcionadas a su naturaleza.<br />

ARTICULO 4<br />

¿Tuvo Cristo alguna ciencia<br />

experimental adquirida?<br />

Infra q.12 a.2; q.15 a.8; In Seat. 3 d.14 a.3 q."5 ad 3;<br />

d.18 a.3 ad 5; De verít. q.20 a.3 ad 1; Compend. theol.<br />

c.216<br />

Objeciones por las que parece que en<br />

Cristo no existió una ciencia experimental<br />

adquirida.<br />

1. Cristo poseyó de forma excelentísima<br />

todo lo que fue conveniente para él.<br />

Pero no tuvo en plenitud la ciencia adquirida,<br />

puesto que no se dedicó al estudio de<br />

las letras, por el que se adquiere perfectísimamente<br />

la ciencia, ya que se lee en Jn 7,15:<br />

Los judíos se admiraban, comentando: ¿ Cómo sabe<br />

de letras sin haberlas estudiado? Luego parece<br />

que en Cristo no se dio ciencia adquirida.<br />

2. Aún más: a lo saturado nada se le<br />

puede añadir. Pero la potencia del alma de<br />

Cristo estuvo llena de especies inteligibles<br />

divinamente infundidas. Por consiguiente,<br />

no pudieron añadirse a su alma especies<br />

adquiridas de ninguna clase.<br />

3. Y también: el que tiene ya el hábito<br />

de la ciencia, no consigue un nuevo hábito<br />

por medio de las cosas que adquiera a<br />

través de los sentidos, porque, en tal caso,<br />

habría simultáneamente dos formas de la<br />

misma especie en un mismo sujeto; sino<br />

que el hábito anteriormente poseído se consolida<br />

y aumenta. Luego, al poseer Cristo el<br />

hábito de la ciencia infusa, parece que no<br />

adquirió una nueva ciencia mediante las<br />

cosas percibidas a través de los sentidos.<br />

En cambio está lo que se dice en Heb<br />

5,8: Aunque era Hijo de Dios, aprendió por sus<br />

padecimientos la obediencia. La Glosa n interpreta:<br />

esto es, experimentó. Luego Cristo tuvo<br />

alguna ciencia experimental, que es ciencia<br />

adquirida.<br />

Solución. Hay que decir: Como resulta de<br />

lo expuesto anteriormente (q.4 a.2 arg.2;<br />

q.5), nada de lo que Dios plantó en nuestra<br />

naturaleza faltó a la naturale2a humana asumida<br />

por el Verbo de Dios. Y es manifiesto<br />

que Dios puso en la naturaleza humana no<br />

sólo el entendimiento posible, sino también<br />

el entendimiento agente. Por lo que es necesario<br />

decir que en el alma de Cristo existió<br />

no sólo el entendimiento posible, sino<br />

también el entendimiento agente. Si, como<br />

dice el Filósofo en el libro I De cáelo et<br />

mundo 12 , Dios y la naturaleza nada hiñeron en<br />

vano, mucho menos existió en el alma de<br />

Cristo nada que fuese en vano. Es vano lo<br />

que carece de operación propia, pues todo<br />

ser está ordenado a su operación, como se escribe<br />

en el libro II De cáelo et mundo 13 . Y la<br />

operación propia del entendimiento agente<br />

es convertir en acto las especies inteligibles,<br />

abstrayéndolas de las imágenes, por lo que<br />

se dice en el libro III De Anima 14 que es<br />

propio del entendimiento agente hacer [inteligibles]<br />

todas las cosas. Así pues, es necesario afirmar<br />

que en Cristo se dieron algunas especies<br />

inteligibles recibidas en el entendimiento<br />

posible por la acción del entendimiento<br />

agente. Esto equivale a decir que existió en<br />

él ciencia adquirida, llamada por algunos<br />

ciencia experimental 15 .<br />

Y por esta razón, aunque en otra ocasión<br />

yo escribí de forma distinta 16 , hay que decir<br />

que Cristo tuvo ciencia adquirida. Tal ciencia,<br />

hablando con propiedad, es una ciencia<br />

al modo humano, no sólo por parte del<br />

sujeto que la recibe, sino también por parte<br />

de la causa que la produce, ya que esa<br />

ciencia se atribuye a Cristo por razón de la<br />

luz del entendimiento agente, que es connatural<br />

d a la naturaleza humana. En cambio,<br />

la ciencia infusa se atribuye al alma<br />

humana en virtud de una luz infundida<br />

desde lo alto; y este modo de conocer es<br />

proporcionado a la naturaleza angélica. Pero<br />

la ciencia beatífica, por la que se contempla<br />

la misma esencia de Dios, sólo es propia<br />

y connatural a Dios, como se dijo en la<br />

Primera Parte (q.12 a.4).<br />

11. Glossa de PEDRO LOMBARDO: ML 192,438; Glossa interl. (VI,142v). 12. C.4 n.8 (BK 271a33);<br />

S. TH., lect.8. 13. ARISTÓTELES, c.3 n.l (BK 286a8); S. TH., lect.4. 14. ARISTÓTELES, c.5 n.l<br />

(BK 430al5); S. TH., lect.10. 15. BUENAVENTURA, In Sent. 3 d.14 a.3 q.2 (QR 111,322). Véase<br />

también ALBERTO MAGNO, In Sent. 3 d.13 a.10 (BO 28,249). 16. In Sent. 3 d.14 a.3 q."5 ad 3; d.18<br />

a.3 ad 5.<br />

d. Sobre este punto, el pensamiento de Santo Tomás tuvo su evolución, y al término de la misma<br />

reconoce que la ciencia adquirida es la más connatural y propia del ser humano.

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