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Tertia Pars - Suma Teológica

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C.18 a.5 Sobre la unidad de Cristo en cuanto a la voluntad 207<br />

libro III Ethic. 29 , elegimos lo que, después<br />

de la indagación del consejo, estimamos que<br />

debe hacerse. Y por lo mismo, si uno juzga<br />

que debe hacerse una cosa sin duda o averiguación<br />

previas, tal juicio es suficiente<br />

para la elección. Así resulta claro que la<br />

duda o la indagación no pertenecen esencialmente<br />

a la elección, sino sólo de manera<br />

accidental, cuando ésta proviene de una<br />

naturaleza ignorante.<br />

3. A la tercera hay que decir: Aunque la<br />

voluntad de Cristo esté determinada al bien,<br />

no lo está, sin embargo, a este o aquel bien<br />

concretos. Y, por ese motivo, a Cristo le<br />

competía elegir mediante su libre albedrío<br />

confirmado en el bien, lo mismo que acontece<br />

en los bienaventurados.<br />

ARTICULO 5<br />

¿La voluntad humana de Cristo quiso<br />

algo distinto de lo que quiere Dios?<br />

Infra q.21 a.4; In Sent. 3 d.17 a.2 q. a l; Cont. Gentes 4,36<br />

Objeciones por las que parece que la<br />

voluntad humana de Cristo quiso algo distinto<br />

de lo que quiere Dios.<br />

1. Hablando en nombre de Cristo, dice<br />

Sal 39,9: Quise, Dios mío, hacer tu voluntad.<br />

Pero el que quiere la voluntad de uno,<br />

quiere lo que quiere aquél. Luego parece<br />

que la voluntad humana de Cristo no quiso<br />

cosa distinta de lo que quería su voluntad<br />

divina.<br />

2. Aún más: el alma de Cristo tuvo una<br />

caridad perfectísima, hasta el extremo de<br />

superar la capacidad de nuestro conocimiento,<br />

según lo dicho en Ef 3,19: La<br />

caridad de Cristo, que supera toda ciencia. Pero<br />

lo propio de la caridad es hacer que el<br />

hombre quiera lo mismo que quiere Dios.<br />

Por eso dice también el Filósofo, en el libro<br />

IX Ethic. 30 , que una de las cosas propias de<br />

la amistad es querer y elegir lo mismo. Luego la<br />

voluntad humana de Cristo no quiso cosa<br />

distinta de lo querido por su voluntad<br />

divina.<br />

3. Y también: Cristo fue bienaventurado<br />

de verdad. Pero los santos, que son<br />

bienaventurados en el cielo, no quieren nada<br />

distinto de lo que quiere Dios. De otro<br />

modo, no serían bienaventurados, porque<br />

no poseerían todo lo que quisiesen, pues,<br />

como dice Agustín en el libro De Tñn. 31 , es<br />

bienaventurado el que tiene todo lo que quiere, y no<br />

quiere nada malo. Luego Cristo no quiso con<br />

su voluntad humana nada distinto de lo que<br />

quiso su voluntad divina.<br />

En cambio está lo que dice Agustín en<br />

su obra Contra Maximin. Haeret. : Cuando<br />

Cristo dice: «No se haga lo que yo quiero,<br />

sino lo que quieres tú» (Mt 26,39), da a<br />

entender que quiso algo distinto de lo que quería el<br />

Padre. Esto no pudo quererlo más que con su<br />

voluntad humana, puesto que mudó nuestra debilidad<br />

hacia su amor humano, no hada su amor<br />

divino.<br />

Solución. Hay que decir: Como ya se ha<br />

expuesto (a.2 y 3), en Cristo, en cuanto<br />

hombre, existieron varias voluntades, a saber:<br />

la voluntad sensible, llamada voluntad<br />

por participación; y la voluntad racional,<br />

considerada bien como naturaleza, bien como<br />

razón. Y antes hemos dicho (q.13 a.3<br />

ad 1; q.14 a.l ad 2) que, por una dispensación<br />

divina, el Hijo de Dios, antes de su<br />

pasión, permitía a su carne obrar y padecer lo que<br />

es propio de ésta. Y lo mismo permitía a todas<br />

las facultades de su alma hacer lo que es<br />

propio de las mismas. Ahora bien, es evidente<br />

que la voluntad sensible rehuye, por<br />

naturaleza, los dolores sensibles y la lesión<br />

corporal. Igualmente, la voluntad como naturaleza<br />

rechaza también las cosas contrarias<br />

a la naturaleza y lo que es esencialmente<br />

malo, por ejemplo la muerte y otras cosas<br />

por el estilo. Pero la voluntad como razón<br />

puede, a veces, elegir tales cosas en orden<br />

a un fin; así, la voluntad sensible de un<br />

hombre normal, e incluso su voluntad absolutamente<br />

considerada, rehuyen el cauterio,<br />

que la voluntad como razón elige en<br />

orden a la salud. Pero era voluntad de Dios<br />

que Cristo padeciese los dolores, la pasión<br />

y la muerte; Dios quería tales cosas no por<br />

sí mismas, sino en orden al fin de la salvación<br />

de los hombres. Con esto resulta evidente<br />

que Cristo, con su voluntad sensible<br />

y con su voluntad racional considerada como<br />

naturaleza, podía querer algo distinto de<br />

lo que Dios quería. Sin embargo, con su<br />

voluntad como razón quería siempre lo<br />

mismo que quería Dios. Esto es manifiesto<br />

por sus propias palabras: No como yo quiero,<br />

sino como quieres tú (Mt 26,39). Con su voluntad<br />

como razón quería, efectivamente, que<br />

29. ARISTÓTELES, c.3 n.19 (BK 1113a9): S. TH., lect.6. 30. C.14 n.l (BK 1166a7): S. TH., lect.4.<br />

31. L.13 c.5: ML 42,1020. 32. L.2 c.20: ML 42,789.

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