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Tertia Pars - Suma Teológica

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C.49 a.5 Sobre los efectos de la pasión de Cristo 433<br />

Segundo, en cuanto que es para Dios un<br />

sacrificio gratísimo. Es un efecto propio del<br />

sacrificio el de aplacar a Dios, como acontece<br />

con el hombre que perdona la ofensa<br />

cometida contra él, en atención a un obsequio<br />

que se le hace. Por esto se dice en<br />

1 Sam 26,19: Si es el Señor quien te excita contra<br />

mí, que El reciba el olor de una ofrenda. Y, de<br />

igual modo, fue un bien tan grande el que<br />

Cristo padeciese voluntariamente que, por<br />

causa de este bien hallado en la naturaleza<br />

humana, Dios se aplacó en relación con<br />

todas las ofensas del género humano, en<br />

cuanto a aquellos que están unidos a Cristo<br />

paciente en el modo antedicho (a.l ad 4; a.3<br />

ad 1; q.48 a.6 ad 2).<br />

Respuesta a las objeciones: 1. A la<br />

primera hay que decir Dios ama a todos los<br />

hombres por razón de la naturaleza, que El<br />

mismo ha creado. Pero los aborrece por<br />

razón de los pecados que cometen contra<br />

El, según el pasaje de Eclo 12,3: El Altísimo<br />

odia a los pecadores.<br />

2. A. la segunda hay que decir: No se dice<br />

que Cristo nos haya reconciliado con Dios<br />

como si éste comenzase a amarnos de nuevo,<br />

puesto que en Jer 31,3 está escrito: Con<br />

amor eterno te he amado. Se dice eso porque,<br />

mediante la pasión de Cristo, fue suprimida<br />

la causa del odio, sea por la purificación del<br />

pecado, sea por la compensación de un bien<br />

más aceptable c .<br />

3. A. la tercera hay que decir: Así como<br />

fueron hombres los que mataron a Cristo,<br />

así también lo fue Cristo, que sufrió la<br />

muerte. Pero la caridad de Cristo paciente<br />

fue mayor que la iniquidad de quienes le<br />

mataron. Y, por tal motivo, la pasión de<br />

Cristo tuvo más poder para reconciliar a<br />

todo el género humano con Dios que para<br />

provocarle a la ira.<br />

ARTICULO 5<br />

¿Con su pasión nos abrió Cristo las<br />

puertas del cielo?<br />

Supra q.39 a.5 ad 3; In Sent. 3 d.18 a.6 q. ae 2 y 3; d.22<br />

q.3 a.l ad 4; In Sent. 4 d.4 q.2 a.2 q."6; Expos. super<br />

Symb. a. 4<br />

Objeciones por las que parece que Cristo<br />

no nos abrió con su pasión las puertas<br />

del cielo.<br />

1. En Prov 11,18 se dice: El que siembra<br />

justicia, tendrá su salario verdadero. Pero el salario<br />

de la justicia es la entrada en el reino<br />

de los cielos. Parece, por consiguiente, que<br />

los santos padres, que practicaron las obras<br />

de la justicia, consiguieron fielmente la entrada<br />

en el reino de los cielos, incluso sin la<br />

pasión de Cristo. Luego ésta no fue causa<br />

de la apertura de las puertas del reino de los<br />

cielos.<br />

2. Aún más: antes de tener lugar la<br />

pasión de Cristo, Elias fue arrebatado al<br />

cielo, como se escribe en 2 Re 2,11. Ahora<br />

bien, el efecto no precede a la causa. Luego<br />

parece que la apertura de las puertas del<br />

reino celestial no es efecto de la pasión de<br />

Cristo.<br />

3. Y también: como se lee en Mt 3,16,<br />

una vez que Cristo fue bautizado, se le<br />

abrieron los cielos. Pero el bautismo precedió<br />

a la pasión. Luego la apertura de los cielos<br />

no es efecto de la pasión de Cristo.<br />

4. Por último: en Miq 2,13 se dice: El<br />

que abre camino, sube delante de ellos. Pero no<br />

parece que abrir el camino del cielo sea<br />

distinto de abrir las puertas del mismo.<br />

Luego da la impresión de que las puertas<br />

del cielo nos fueron franqueadas no por la<br />

pasión de Cristo, sino por su ascensión.<br />

En cambio está lo que dice el Apóstol<br />

en Heb 10,19: Tenemos plena confianza para<br />

entrar en el santuario, es decir, en el cielo, en<br />

virtud de la sangre de Cristo.<br />

Solución. Hay que decir: La clausura de<br />

las puertas es un obstáculo que impide al<br />

hombre la entrada. Y los hombres no tenían<br />

acceso al reino de los cielos por causa del<br />

pecado, porque, como se dice en Is 35,8,<br />

aquella vía se llamará santa, y lo manchado no<br />

pasará por ella. Pero el pecado que impide<br />

entrar en el reino de los cielos es doble.<br />

Uno, el común a toda la raza humana, que<br />

es el pecado del primer padre. Y tal pecado<br />

impedía al hombre la entrada en el reino de<br />

los cielos; por lo cual se lee en Gen 3,24<br />

que, después del pecado del primer hombre,<br />

Dios puso un querubín, con una espada de<br />

llama vibrante, para guardar el camino del árbol<br />

de la vida. Otro, el pecado especial de cada<br />

persona, que cada hombre comete con sus<br />

propios actos.<br />

Por la pasión de Cristo hemos sido librados<br />

no sólo del pecado común a toda la<br />

c. Muriendo con amor, Cristo no hace que Dios nos ame de nuevo, pues siempre nos ama, sino<br />

que quita en la humanidad la cerrazón egoísta que impide la eficacia del amor divino.

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