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Tertia Pars - Suma Teológica

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C.15 a.2 Defectos del alma asumidos por Cristo 173<br />

las facultades inferiores del alma estaban<br />

sujetas a la razón, y el cuerpo al alma. Pero<br />

en Cristo existieron la pasibilidad del cuerpo<br />

y la mortalidad. Luego también se dio<br />

en él el «fomes» del pecado.<br />

2. Aún más: como dice el Damasceno<br />

en el libro III 8 , por concesión de la voluntad<br />

divina fue permitido que el cuerpo de Cristo padeciese<br />

y realizase todas las operaciones que le son<br />

propias. Pero es propio de la carne apetecer<br />

las cosas que le son deleitables. Por lo que,<br />

no siendo el «fomes» otra cosa que la concupiscencia,<br />

como explica la Glosa** a propósito<br />

de Rom 7,8, parece que en Cristo<br />

existió el «fomes» del pecado.<br />

3. Y también: por causa del «fomes», la<br />

carne tiene tendencias contrarias a las del espíritu,<br />

como se dice en Gal 5,17. Pero el espíritu<br />

se muestra tanto más fuerte y digno de la<br />

corona cuanto más domina al enemigo, en<br />

este caso la concupiscencia de la carne, de<br />

acuerdo con lo que se lee en 2 Tim 2,5: No<br />

será coronado más que el que luchare legítimamente.<br />

Pero Cristo tuvo un espíritu fortísimo y en<br />

extremo victorioso, y sumamente digno de<br />

la corona, pues, según Ap 6,2, le fue dada una<br />

corona, y salió vencedor, para seguir venciendo.<br />

Luego parece que en Cristo debió existir el<br />

«fomes» del pecado en grado supremo.<br />

En cambio está lo que se lee en Mt 1,20:<br />

Lo concebido en ella proviene del Espíritu Santo.<br />

Pero el Espíritu Santo excluye el pecado, y<br />

la inclinación al pecado, que va incluida en<br />

el nombre de «fomes». Luego en Cristo no<br />

hubo «fomes» de pecado d .<br />

Solución. Hay que decir: Como antes se<br />

ha explicado (q.7 a.2-9), Cristo poseyó la<br />

gracia y todas las virtudes de modo perfectísimo.<br />

Pero la virtud moral, asentada en la<br />

parte irracional del alma, hace que esta zona<br />

esté sometida a la razón, y tanto más cuanto<br />

más perfecta sea la virtud. Esto acontece<br />

con la templanza respecto del concupiscible,<br />

y con la fortaleza y la mansedumbre en<br />

relación con el irascible, como ya dijimos<br />

en la Segunda Parte (1-2 q.56 a.4). A la<br />

naturaleza del «fomes» pertenece la inclinación<br />

del apetito sensible a lo que es contra-<br />

rio a la razón. Por consiguiente, es claro que<br />

cuanto más perfecta fuere la virtud de un<br />

sujeto, tanto más débil será en él la fuerza<br />

del «fomes». En consecuencia, habiendo<br />

tenido Cristo la virtud en grado eminentísimo,<br />

no existió en él el «fomes» del pecado;<br />

con el agravante de que el «fomes» no<br />

puede orientarse hacia la satisfacción, porque<br />

inclina más bien a lo contrario a ella.<br />

Respuesta a las objeciones: 1. A la<br />

primera hay que decir: Las facultades inferiores<br />

pertenecientes al apetito sensible están naturalmente<br />

dispuestas para obedecer a la<br />

razón; pero no sucede así con las fuerzas<br />

corporales, o los humores del cuerpo, ni<br />

tampoco de la misma alma vegetativa, como<br />

se demuestra en el I Ethic. 10 . Y de ahí<br />

que la perfección de la virtud, que consiste<br />

en la conformidad con la recta razón, no<br />

excluya la pasibilidad del cuerpo, pero sí el<br />

«fomes» del pecado, cuya naturaleza consiste<br />

en la resistencia del apetito sensible a la<br />

razón.<br />

2. A la segunda hay que decir: La carne,<br />

mediante la concupiscencia del apetito sensitivo,<br />

apetece naturalmente lo que le resulta<br />

deleitable; pero la carne del hombre, por<br />

ser animal racional, lo apetece conforme al<br />

modo y orden racionales. Y, en este sentido,<br />

la carne de Cristo, mediante el deseo del<br />

apetito sensitivo, apetecía naturalmente el<br />

alimento, la bebida y el sueño, y otras cosas<br />

de este género que se apetecen en conformidad<br />

con la recta razón, como lo pone de<br />

manifiesto el Damasceno en el libro III n .<br />

Pero de esto no se sigue que existiese en<br />

Cristo el «fomes» del pecado, puesto que<br />

éste comporta el deseo de los bienes deleitables<br />

fuera del orden de la razón.<br />

3. A. la tercera hay que decir: Una cierta<br />

fortaleza de espíritu se manifiesta en la<br />

resistencia a las concupiscencias de la carne<br />

que le son contrarias; pero se deja ver una<br />

mayor fortaleza de espíritu cuando, mediante<br />

la fuerza del mismo, se reprime totalmente<br />

la carne, de manera que no pueda desear<br />

nada contrario al espíritu. Y esto es lo que<br />

le convenía a Cristo, cuyo espíritu había<br />

logrado el grado supremo de fortaleza. Y<br />

8. De Fide Orth. c.19: MG 94,1080; cf. c.14: MG 94,1037; c.15: MG 94,1045. 9. Glossa inferí.<br />

6,16v; Glossa LOMBARDI: ML 191,1416. 10. ARISTÓTELES, c.13 n.15 (BK 1102B28); S. TH., lect.20.<br />

11. De Fide Orth. c.14: MG 94,1036.<br />

d. Se puede apoyar en la tradición patrística. El II Conc. de Const. (a.553) rechaza que «Cristo<br />

haya padecido las pasiones del alma y las molestias por los deseos de la carne» (DS 434). En el fondo<br />

se quiere corregir la tendencia antioquena de poner dos sujetos en Cristo.

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