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Tertia Pars - Suma Teológica

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248 Tratado del Verbo encarnado C.25 a.6<br />

2. Aún más: parece una insensatez venerar<br />

algo insensible. Pero las reliquias de<br />

los santos son insensibles. Luego resulta<br />

necio venerarlas.<br />

3. Y también: el cuerpo muerto no es<br />

de la misma especie que el cuerpo vivo, y<br />

por consiguiente da la impresión de que no<br />

son numéricamente lo mismo. Luego parece<br />

que, después de la muerte de un santo,<br />

no debe rendirse adoración a su cuerpo.<br />

En cambio está lo que se dice en el libro<br />

De Ecclesiast. Dogmat. . Creemos que se debe<br />

venerar con absoluta sinceridad los cuerpos de los<br />

santos y especialmente las reliquias de los santos<br />

mártires, como si fuesen los miembros de Cristo. Y<br />

en seguida añade: Si alguien se enfrenta con esta<br />

doctrina, no es cristiano, sino discípulo de Eunomio<br />

y Vigilando.<br />

Solución. Hay que decir Como escribe<br />

Agustín en el libro De Civ. Dei 18 , si el vestido<br />

y el anillo de los padres, y otras cosas parecidas,<br />

resultan tanto más queridos para los hijos cuanto<br />

mayor fue su amor para con aquéllos, en modo<br />

alguno deben ser despreciados los cuerpos, que sin<br />

duda llevamos más familiarmente y con mayor<br />

intimidad que cualquier vestido, pues los cuerpos<br />

pertenecen a la misma naturaleza del hombre. De<br />

donde resulta claro que quien ama a una<br />

persona, venera también sus restos después<br />

de su muerte; y no sólo su cuerpo o partes<br />

del mismo, sino incluso objetos extrínsecos<br />

a ella, como los vestidos y cosas parecidas.<br />

Es, pues, evidente que debemos venerar a<br />

los santos de Dios, como miembros de<br />

Cristo, hijos y amigos de Dios e intercesores<br />

nuestros. Y, por tanto, debemos venerar<br />

dignamente cualquier reliquia suya, y en<br />

memoria de los mismos; especialmente sus<br />

cuerpos, que fueron templo y órganos del<br />

Espíritu Santo, que habitó y actuó en ellos,<br />

y que están destinados a configurarse con<br />

el cuerpo de Cristo por medio de la gloria<br />

de la resurrección. Por eso el propio Dios<br />

honra oportunamente estas reliquias, realizando<br />

milagros ante la presencia de esos<br />

cuerpos.<br />

Respuesta a las objeciones: 1. A la<br />

primera hay que decir. Ese fue el argumento<br />

esgrimido por Vigilancio, cuyas palabras recoge<br />

Jerónimo en el libro que escribió contra<br />

él 19 , y que dicen: Bajo pretexto de religión<br />

vemos introducido un rito próximo al de los paganos:<br />

adoran no sé qué polvillo, que besan en un<br />

vasito envuelto en una preciosa tela. Contra aquél<br />

escribe Jerónimo en su carta ad Riparium 20 :<br />

Nosotros no adoramos (con adoración de latría,<br />

se entiende) las reliquias de los mártires, ni el<br />

sol, ni la luna ni los ángeles. Reverenciamos las<br />

reliquias de los mártires, con el fin de adorar a<br />

aquel cuyos mártires son; honramos a los siervos,<br />

para que el honor de éstos redunde en su Señor.<br />

Así pues, cuando honramos las reliquias de<br />

los santos no caemos en el error de los<br />

gentiles, que rendían culto de latría a los<br />

muertos.<br />

2. A. la segunda hay que decir: No veneramos<br />

el cuerpo insensible por sí mismo, sino<br />

por causa del alma que estuvo unida a él,<br />

que ahora goza de Dios; y también por<br />

causa de Dios, cuyos ministros fueron e .<br />

3. A. la tercera hay que decir: El cuerpo<br />

muerto de un santo no es numéricamente<br />

el mismo que antes fue su cuerpo vivo, por<br />

causa de la diversidad de la forma, que es<br />

el alma; sin embargo, es el mismo si se<br />

atiende a la identidad de la materia, que<br />

debe unirse nuevamente a su primera<br />

forma.<br />

17. GENADIO, c.73: ML 58,997. 18. L.l c.13: ML 41,27. 19. Contra Vtgilant.: ML 23,357.<br />

Cf. Epist.109 Ad Riparium: ML 22,907. 20. Epist.109: ML 22,907.<br />

e. Adoramos al Dios verdadero que interviene en la historia, y cuya huella son los santos (DS<br />

1823-1824).

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