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Tertia Pars - Suma Teológica

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C.41 a.4 Sobre la tentación de Cristo 365<br />

Cristo hizo frente a estas tentaciones con<br />

testimonios de la ley, no con el poder de su<br />

virtud, a fin de que, de ese modo, honrase más al<br />

hombre y castigase en mayor grado al enemigo, como<br />

si el enemigo del género humano fuese vencido no<br />

por Dios, sino por el hombre, como dice el papa<br />

León 30 .<br />

Respuesta a las objeciones: 1. A la<br />

primera hay que decir: No es pecado de gula<br />

servirse de lo necesario para el sustento;<br />

pero sí puede serlo cuando el hombre hace<br />

algo desordenado por el deseo de tal sustento.<br />

Y es desordenado el que uno, cuando<br />

puede disponer de recursos humanos, quiera<br />

procurarse el alimento milagrosamente<br />

sólo para sustentar el cuerpo. Por lo que el<br />

Señor proporcionó milagrosamente el maná<br />

a los hijos de Israel en el desierto, donde<br />

no podían conseguir alimento de otro<br />

modo (cf. Ex 16). Y, de la misma manera,<br />

Cristo alimentó milagrosamente a las turbas<br />

en el desierto, donde tampoco podían conseguir<br />

alimentos. Pero Cristo podía proveerse<br />

de otro modo para saciar su hambre<br />

sin recurrir a los milagros, como lo hizo<br />

Juan Bautista, tal como se lee en Mt 3,4; o<br />

desplazándose a lugares vecinos. Por esto<br />

pensaba el diablo que Cristo pecaría si,<br />

siendo puro hombre, intentase hacer milagros<br />

para satisfacer su hambre.<br />

2. A la segunda hay que decir: No es raro<br />

que, mediante la humillación exterior, busque<br />

uno la gloria que redunda en los bienes<br />

espirituales. Por esto dice Agustín en el<br />

libro De sermone Domini in monte 31 : Es necesario<br />

advertir que la jactancia puede darse no sólo en<br />

el esplendor y la pompa de las cosas corpóreas, sino<br />

también en la suciedad mugrienta. Y, para significar<br />

esto, el diablo trató de persuadir a<br />

Cristo para que, a fin de lograr la gloria<br />

espiritual, se lanzase corporalmente al suelo.<br />

3. A la tercera hay que decir: Apetecer las<br />

riquezas y los honores es pecado cuando se<br />

los desea desordenadamente. Esto es evidente<br />

sobre todo cuando el hombre comete<br />

algo deshonesto para conseguirlos. Y por<br />

esto el diablo no se contentó con invitarle<br />

a la codicia de las riquezas y los honores,<br />

sino que trató de inducir a Cristo a que, por<br />

el logro de esos bienes, le adorase, lo que<br />

es mayor crimen y va contra Dios. Y no<br />

dijo solamente: Sime adoras, sino que añadió:<br />

si postrándote (Mt 4,9); porque, como dice<br />

Ambrosio 32 , la ambición tiene este peligro familiar:<br />

Que, para dominar a los demás, antes se<br />

somete a servidumbre;y se doblega obsequiosamente<br />

para alcanzar el honor;y, queriendo sublimarse, se<br />

abate aún más.<br />

Y, del mismo modo, también en las tentaciones<br />

precedentes trató de inducirle, por<br />

el apetito de un pecado, a otro pecado, por<br />

ejemplo: con el deseo de la comida trató de<br />

inducirlo a la vanidad de realizar un milagro<br />

injustificado; y por la codicia de la gloria<br />

intentó llevarlo a tentar a Dios precipitándose.<br />

4. A la cuarta hay que decir: Como escribe<br />

Ambrosio In Lúe. 33 : La Escritura no hubiera<br />

dicho que, acabada toda la tentación, el diablo se<br />

apartó de él, si en las tres tentaciones mencionadas<br />

no se encontrase la materia de todos los pecados.<br />

Porque las causas de las tentaciones lo son de las<br />

concupiscencias, a saber: la delectación de la carne,<br />

la esperanza de la gloria y la ambición del poder.<br />

5. A la quinta hay que decir: Como escribe<br />

Agustín en el libro De consensu Evang. 34 , es<br />

incierto lo que acaeció en primer lugar: Si primero<br />

le fueron presentados los reinos de la tierra, y<br />

después fue colocado sobre el alero del Templo; o si<br />

esto fue lo primero, y lo otro lo segundo. Sin<br />

embargo, esto no hace al caso, siendo claro que<br />

sucedieron todas estas cosas. Parece que los<br />

Evangelistas han seguido un orden distinto,<br />

porque, a veces, de la vanagloria se cae en<br />

la codicia, y a veces sucede al revés.<br />

6. Ala sexta hay que decir: Cristo, cuando<br />

soportó la injuria de la tentación al decirle<br />

el diablo: Si eres Hijo de Dios, tírate abajo (Mt<br />

4,6; cf. Le 4,9), ni se turbó ni increpó al<br />

diablo. En cambio, cuando el diablo usurpó<br />

para sí el honor de Dios, diciendo: Todo esto<br />

te daré si, postrándote, me adoras (Mt 4,9; cf. Le<br />

4,7), se irritó y lo echó, diciendo: Apártate,<br />

Satanás; para que, por su ejemplo, aprendamos<br />

nosotros a soportar con magnanimidad<br />

nuestras injurias, y a no aguantar, ni de<br />

oídas, las injurias contra Dios.<br />

7. A la séptima hay que decir: Como explica<br />

el Crisóstomo 35 , el diablo llevó a Cristo (al<br />

alero del templo) de tal modo que fuese visto por<br />

todos; pero El, sin saberlo el diablo, actuaba de tal<br />

manera que no fuera visto por nadie.<br />

Y la frase: Le mostró todos los reinos del<br />

mundo y su gloria (Mt 4,8), no debe entenderse<br />

como si viese los mismos reinos, ciudades o pueblos,<br />

30. Sermones, serm.39 (I De Quadmges.) c.3: ML 54,265. 31. L.2 c.12: ML 34,1287. 32. In<br />

Lúe. 4,5,1.4: ML 15,1705. 33. In Lúe. 4,13: ML 15,1706. 34. L.2 c.l6: ML 34,1092. 35. Cf.<br />

PsKUDo-JuAN CRISÓSTOMO, Op. imperf. in Matth. 4,5 homil.5: MG 56,665.

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