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Tertia Pars - Suma Teológica

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56 Tratado del Verbo encarnado C.l a.2<br />

no existe nada mayor que hacerse Dios hombre.<br />

Luego fue conveniente que Dios se encarnase<br />

*.<br />

Solución. Hay que decir: Es conveniente<br />

para todo ser aquello que le compete según<br />

su naturaleza; como es conveniente para el<br />

hombre razonar, puesto que eso le compete<br />

al ser racional por naturaleza. Pero la naturaleza<br />

de Dios es la bondad, según dice<br />

Dionisio en el c.l De Div. Nom . Luego<br />

todo cuanto pertenece a la razón de bien,<br />

conviene a Dios.<br />

A la naturaleza del bien pertenece comunicarse<br />

a los demás, según escribe Dionisio<br />

en el c.4 De Div. Nom 5 . Por consiguiente<br />

pertenece a la naturaleza del bien sumo<br />

comunicarse a la criatura de modo superlativo.<br />

Lo cual se realiza en sumo grado<br />

cuando Dios une a sí la naturaleza creada de<br />

tal manera que se constituye una sola persona de<br />

tres seres: el Verbo, el alma y la carne, como dice<br />

Agustín en el libro XIII De Trin. 6 . De<br />

donde resulta evidente la conveniencia de<br />

que Dios se encarnase.<br />

Respuesta a las objeciones: 1. A la<br />

primera hay que decir: El misterio de la encarnación<br />

no se verificó como si Dios pasase,<br />

de alguna manera, de su estado a otro que<br />

no tuvo en toda la eternidad; sino porque<br />

se unió a la criatura de un modo nuevo, o<br />

mejor, porque se la unió a sí mismo de una<br />

manera nueva. En cambio no hay inconveniente<br />

en que la criatura, que es mudable<br />

por su propia naturaleza, no se comporte<br />

siempre del mismo modo. Y por eso, así<br />

como la criatura comenzó a existir sin una<br />

existencia previa, así también fue conveniente<br />

que, sin haber estado unida a Dios<br />

desde el principio, se uniese después a El.<br />

2. A la segunda hay que decir. La unión<br />

con Dios en unidad de persona no fue<br />

conveniente a la naturaleza humana de<br />

acuerdo con su propia condición, porque<br />

eso excede su propia índole. Sin embargo,<br />

sí fue conveniente que Dios, de acuerdo<br />

4. § 5: MG 3,593: S. TH. lect. 3.<br />

7. Epist.\yj c.2: ML 33,517.<br />

con su bondad infinita, uniera a sí la carne<br />

humana para salvar al hombre.<br />

3. A. la tercera hay que decir: Las propiedades<br />

por las que las criaturas difieren del<br />

Creador proceden de la sabiduría de Dios y<br />

se ordenan a su bondad: Dios, increado,<br />

inmutable, incorpóreo, ha producido las<br />

criaturas mutables y corpóreas, en virtud de<br />

su propia bondad; e igualmente el mal de<br />

pena es efecto de la justicia divina para<br />

gloria de Dios. Por el contrario, el mal de<br />

culpa se produce al apartarse del plan de la<br />

sabiduría divina y del orden de su bondad.<br />

Y por eso pudo ser conveniente que asumiera<br />

una naturaleza creada, mutable, corpórea<br />

y sometida al sufrimiento; pero no lo<br />

fue asumir el mal de culpa.<br />

4. A la cuarta hay que decir: Como responde<br />

Agustín en la epístola Ad Volusianum<br />

7 , la doctrina cristiana no dice que Dios<br />

quedase incorporado a la carne, de manera que<br />

abandonase o perdiese el cuidado de gobernar el<br />

mundo, o que hubiese trasladado ese cuidado, como<br />

condensado, a un cuerpo frágil: tal modo de sentir<br />

es muy humano, propio de quienes no pueden<br />

pensar más que en los cuerpos. Dios no es grande<br />

por su masa, sino por su poder; y, por ello, la<br />

magnitud de su poder no padece angustias por<br />

existir en lo estrecho. No es, por consiguiente,<br />

increíble que el Verbo de Dios permanezca íntegro<br />

en todas partes, cuando la palabra humana transitoria<br />

es íntegramente oída por todos y cada uno<br />

de los oyentes. Luego no hay inconveniente<br />

alguno en que Dios se haya encarnado.<br />

ARTICULO 2<br />

¿Era necesaria la encarnación para la<br />

redención del género humano?<br />

In Seni. 3 d.4 q.3 a.l ad 3; 4 d.10 a.l ad 3; Cont. Gentes<br />

4,54.55; De rat. fid. c.5; Competid, theol. 200.201; In<br />

Ps. 45<br />

Objeciones por las que parece que no<br />

fue necesario que el Verbo de Dios se<br />

encarnase para la redención del género humano.<br />

5. § 20: MG 3,720: S. TH. lect.l. 6. C.17: ML 42,1031.<br />

b. Supuesta ya la encarnación del Verbo, sí podemos ver la conveniencia de la misma por parte<br />

de Dios, «bien por esencia» (I q.6 a.3). Sabemos que «a la razón del bien pertenece comunicarse a<br />

los otros»; según el clásico adagio «bonum est difusivum sui». El bien como el fin se difunde atrayendo<br />

y promoviendo (I q.5 a.2 sol.l). Así, la encarnación es la máxima comunicación histórica que Dios<br />

hace de sí mismo, y, consiguientemente, momento decisivo de atracción u orientación de la<br />

humanidad hacia su Creador (a.l sol.2; a.3 sol.2).

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