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Tertia Pars - Suma Teológica

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172 Tratado del Verbo encarnado C.15 a.2<br />

Respuesta a las objeciones: 1. A la<br />

primera hay que decir: Como enseña el Damasceno<br />

en el libro III 3 , una cosa puede afirmarse<br />

de Cristo de dos maneras: primero,<br />

de acuerdo con su condición natural e hipostática,<br />

por ejemplo cuando decimos que<br />

se hizo hombre y que padeció por nosotros.<br />

Segundo, en conformidad con su condición<br />

personal y representativa, es a saber, en<br />

cuanto se predican de él, en representación<br />

nuestra, cosas que no le pertenecen en modo<br />

alguno si se le considera en sí mismo.<br />

Por eso también, entre las siete reglas de<br />

Ticonio 4 , recogidas por Agustín en el libro<br />

III De Doct. Chríst. 5 , la primera se ocupa del<br />

Señor y de su cuerpo, en el sentido de considerar<br />

a Cristo y a la Iglesia como una sola persona. Y<br />

en este aspecto es como Cristo, representando<br />

a sus miembros, habla de los gritos de<br />

mis pecados; pero no porque en él, que es la<br />

cabeza, existiesen pecados.<br />

2. A. la segunda hay que decir. Como escribe<br />

Agustín en el libro X De Genesi ad Litt. 6 ,<br />

Cristo no estuvo en Adán y en los otros<br />

patriarcas de un modo enteramente igual al<br />

modo en que estuvimos nosotros. Pues<br />

nosotros estuvimos contenidos en él en<br />

cuanto al origen seminal y en cuanto a la<br />

sustancia corporal, porque, efectivamente,<br />

como dice él mismo en ese lugar 7 , por haber<br />

en el semen una corporeidad visible y un principio<br />

invisible, ambos proceden de Adán. Pero Cristo<br />

tomó la sustancia visible de su carne del cuerpo de<br />

la Virgen; pero el principio de su concepción no<br />

proviene del semen viril, sino de otro principio muy<br />

diferente, y del cielo. Por tanto no estuvo en<br />

Adán en cuanto al origen seminal, sino sólo<br />

en cuanto a la sustancia corporal. Y por eso<br />

Cristo no recibió la naturaleza humana de<br />

Adán como de principio activo, sino solamente<br />

como de principio material, siendo<br />

su principio activo el Espíritu Santo; como<br />

aconteció con Adán, que, materialmente,<br />

tomó cuerpo de la tierra, siendo su principio<br />

activo el propio Dios (Gen 2,7). Y, por<br />

este motivo, Cristo no pecó en Adán, en el<br />

que estuvo sólo de modo material.<br />

3. A la tercera hay que decir: Cristo, mediante<br />

la tentación y el sufrimiento personales,<br />

nos proporcionó su auxilio satisfaciendo<br />

por nosotros. Ahora bien, el pecado<br />

no contribuye a la satisfacción, sino que<br />

más bien la impide, como hemos dicho (en<br />

la sol.). Por eso convino que no tuviera<br />

pecado personal, sino que estuviese enteramente<br />

exento del mismo; de otra manera,<br />

la pena que sufrió hubiera sido una deuda<br />

contraída por su propio pecado.<br />

4. A la cuarta hay que decir. Dios hizo a<br />

Cristo pecado, no en el sentido de que él<br />

tuviese pecado, sino porque le convirtió en<br />

víctima por el pecado; como se dice en Os<br />

4,8 que los sacerdotes se alimentan de los<br />

pecados de mi pueblo porque, según la ley,<br />

comían las víctimas ofrecidas por el pecado<br />

(Lev 6,26). Y en este mismo sentido se lee<br />

en Is 53,6 que el Señor cargó sobre él las<br />

iniquidades de todos nosotros, es a saber, porque<br />

le entregó como víctima por los pecados de<br />

todos los hombres.<br />

O también puede entenderse que le hizo<br />

pecado en el sentido de que Dios permitió<br />

que tuviese una carne semejante a la del pecado,<br />

como se lee en Rom 8,3 b .<br />

5. A la quinta hay que decir El penitente<br />

puede dar un ejemplo laudable, no por<br />

haber pecado, sino porque sufre voluntariamente<br />

la pena por su pecado. Por eso<br />

Cristo ofreció un ejemplo supremo a todos<br />

los penitentes cuando quiso sufrir la pena,<br />

no por sus propios pecados, sino por los<br />

pecados de los demás.<br />

ARTICULO 2<br />

¿Existió en Cristo el «fomes» del<br />

pecado? c<br />

Infra q.27 a.3 ad 1; Compend. theol. c.224<br />

Objeciones por las que parece que Cristo<br />

tuvo el «fomes» del pecado.<br />

1. El «fomes» del pecado y la pasibilidad<br />

del cuerpo, o la mortalidad, provienen<br />

de un mismo principio, a saber, la pérdida<br />

de la justicia original, por la que, a la vez,<br />

3. De Fide Orth. c.25: MG 94,1093. 4. De septem Reg., reg.l: ML 18,15.<br />

34,82. 6. C.20: ML 34,424. 7. De Genesi ad Litt. 1.10 c.20: ML 34,424.<br />

5. C.31: ML<br />

b. Según Rom 8,3, cabe otra interpretación: «enviando a su propio Hijo en una carne semejante<br />

a la del pecado».<br />

c. El horno donde se fragua el pecado (fomes peecati) es «inclinación del apetito sensitivo hacia lo<br />

contrario a la razón» (sol.2). El desorden de la sensibilidad —combate de la carne contra el espíritu<br />

(Gal 5,17)— resulta de haber perdido la justicia original.

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