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Tertia Pars - Suma Teológica

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CUESTIÓN 21<br />

Sobre la oración de Cristo<br />

Viene a continuación el tema de la oración de Cristo".<br />

Y acerca de esto se plantean cuatro preguntas:<br />

1. ¿Le conviene a Cristo orar?—2. ¿Le corresponde según su sensibilidad?—3.<br />

¿Le compete orar por sí mismo, o solamente por los demás?—4. ¿Fue<br />

escuchada toda oración suya?<br />

ARTICULO 1<br />

¿Le conviene a Cristo orar? a<br />

Supra q.13 a.4 ad 3; infra q.43 a.2 ad 2; In Sent. 3 d.27<br />

a.3 q. a l; 4 d.15 q.4 a.6 q. a l ad 2; q. a 2 ad 1; In Boet.<br />

De Trín. q.3 a.4; In lo. 11 lect.6<br />

Objeciones por las que parece que el<br />

orar no le conviene a Cristo.<br />

1. Como dice el Damasceno \ la oración<br />

es la petidón a Dios de las cosas convenientes.<br />

Ahora bien, al poder hacer Cristo todas las<br />

cosas, parece que no le conviene pedir nada<br />

a nadie. Luego da la impresión de que el<br />

orar no le conviene a Cristo.<br />

2. Aún más: no es oportuno pedir en la<br />

oración lo que sabe uno con certeza que va<br />

a suceder; no pedimos, por ejemplo, que<br />

mañana salga el sol. Ni tampoco conviene<br />

pedir en la oración lo que se sabe ciertamente<br />

que no sucederá en modo alguno.<br />

Ahora bien, Cristo conocía el futuro de<br />

todas las cosas. Luego no le convenía pedir<br />

cosa alguna en la oración.<br />

3. Y también: escribe el Damasceno en<br />

el libro III 2 que la oración es la ascensión de la<br />

mente hacia Dios. Ahora bien, la mente de<br />

Cristo no necesitaba de ascensión hacia<br />

Dios, porque su inteligencia estaba siempre<br />

unida a Dios, no sólo por la unión hipostática,<br />

sino también por el gozo de la bienaventuranza.<br />

Luego el orar no le convenía a<br />

Cristo.<br />

En cambio está lo que leemos en Le<br />

6,12: Aconteció por aquellos días que salió hacia<br />

1. De Pide Orth. 1.3 c.24: MG 94,1089.<br />

10,398.<br />

la montaña para orar, y pasaba la noche orando a<br />

Dios.<br />

Solución. Hay que decir. Como se explicó<br />

en la Segunda Parte (2-2 q.83 a.l y 2), la<br />

oración es una exposición ante Dios de<br />

nuestra propia voluntad, a fin de que la<br />

satisfaga. Por consiguiente, si en Cristo sólo<br />

existiese la voluntad divina, no le competería<br />

en modo alguno el orar, porque la voluntad<br />

divina cumple por sí misma lo que<br />

desea, según Sal 134,6: El Señor hizo cuanto<br />

quiso. Pero, por haber en Cristo una voluntad<br />

humana, además de la divina, y por no<br />

ser aquélla capaz de realizar lo que quiere<br />

sino mediante la voluntad divina, sigúese<br />

que a Cristo en cuanto hombre, y por tener<br />

voluntad humana, le compete el orar.<br />

Respuesta a las objeciones: 1. A la<br />

primera hay que decir: Cristo podía hacer todo<br />

lo que quería en cuanto Dios, pero no en<br />

cuanto hombre, pues, como hemos dicho<br />

(q.13 a.l), en cuanto hombre no gozaba de<br />

la omnipotencia. Y, no obstante, siendo<br />

Dios y hombre, quiso presentar sus oraciones<br />

al Padre, no como si fuese impotente,<br />

sino para instruirnos a nosotros. Y, en primer<br />

lugar, para demostrar que venía del<br />

Padre. Por eso dice en Jn 11,42: Lo he dicho<br />

por el pueblo que me rodea (se refiere a su<br />

oración precedente), para que crean que tú me<br />

has enviado. Por lo cual escribe Hilario en el<br />

libro X De Trin. 3 : No tuvo necesidad de la<br />

oración; oró en favor nuestro, para que no lo<br />

2. De Fide Orth. c.24: MG 94,1089. 3. N.71: ML<br />

a. La Escritura dice claramente que Jesús ha dado gracias y ha suplicado al Padre. Como en la<br />

ciencia de Cristo, las posiciones de los Padres van desde una «plegaria económica» —para darnos<br />

ejemplo— (a.l ad 1) hasta la afirmación de una plegaria espontánea que Cristo necesita en cuanto<br />

hombre.<br />

b. Oraáón, como confidencia de la propia voluntad delante de Dios, supone un clima<br />

contemplativo (sol.3). No sólo es para pedir (a.l c.), sino también para dar gracias a Dios (a.3 c.).

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