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Tertia Pars - Suma Teológica

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CUESTIÓN 14<br />

Sobre los defectos corporales asumidos por Cristo con la naturaleza<br />

humana<br />

Viene a continuación el tema de los defectos asumidos por Cristo con la<br />

naturaleza humana". En primer lugar, los del cuerpo; después los del alma (q.15).<br />

Sobre lo primero se plantean cuatro preguntas:<br />

1. El Hijo de Dios ¿debió asumir los defectos del cuerpo junto con la<br />

naturaleza humana?—2. ¿Asumió la necesidad de someterse a tales defectos?—<br />

3. ¿Contrajo esos defectos?—4. ¿Asumió todos los defectos de este género?<br />

ARTICULO 1<br />

¿Debió el Hijo de Dios asumir la<br />

naturaleza humana con los defectos<br />

corporales?<br />

In Sent. 3 d.15 q.l a.l; Cont. Gentes 4,53 y 55; Competid,<br />

theol. c.226<br />

Objeciones por las que parece que el<br />

Hijo de Dios no debió asumir la naturaleza<br />

humana con los defectos del cuerpo.<br />

1. Como estaba unida el alma personalmente<br />

al Verbo de Dios, así lo estaba el<br />

cuerpo. Pero el alma de Cristo tuvo una<br />

perfección total lo mismo en el orden de la<br />

gracia que en el de la ciencia, como antes<br />

hemos dicho (q.7 a.9; q.9ss). Luego también<br />

el cuerpo debió ser perfecto en todos los<br />

órdenes, exento de todo defecto.<br />

2. Aún más: el alma de Cristo veía al<br />

Verbo del mismo modo que lo ven los<br />

bienaventurados en el cielo, como antes se<br />

ha explicado (q.9 a.2); y, de esta manera, el<br />

alma de Cristo era bienaventurada. Pero el<br />

cuerpo resulta glorificado por la bienaventuranza<br />

del alma, pues dice Agustín en la<br />

Epístola A.d Dioscorum l : Dios dotó al alma de<br />

una naturalez tan poderosa, que su plenísima<br />

bienaventuranza redunda también en la naturaleza<br />

inferior, que es el cuerpo; bienaventuranza que no<br />

es la propia del sujeto que goza y entiende, sino la<br />

referente a la plenitud de la salud, esto es, el vigor<br />

1. Ep.118 c.3: ML 33,439.<br />

de la incorrupción. Luego el cuerpo de Cristo<br />

fue incorruptible y exento de todo defecto.<br />

3. Y también: la pena es consecuencia<br />

de la culpa. Pero en Cristo no existió culpa<br />

alguna, como se recuerda en 1 Pe 2,22: El<br />

no cometió pecado. Luego tampoco debieron<br />

existir en él los defectos corporales, que<br />

tienen carácter penal.<br />

4. Por último: ningún sabio toma aquello<br />

que le aparta de su propio fin. Pero los<br />

defectos corporales parece que impiden de<br />

muchos modos el fin de la encarnación.<br />

Primeramente, porque tales debilidades dificultaban<br />

a los hombres el conocimiento<br />

de la encarnación, de acuerdo con las palabras<br />

de Is 53,2-3: Le hemos echado de menos;<br />

despreciado y el último de los hombres, varón de<br />

dolores j conocedor de la flaqueza, y cuyo rostro<br />

estaba como escondido y despreciado; por lo que ni<br />

siquiera hemos reflexionado sobre él. En segundo<br />

lugar, porque parece que no se cumpliría el<br />

deseo de los santos Patriarcas, en cuyo<br />

nombre se dice en Is 51,9: Álzate, álzate,<br />

revístete de fortaleza, brazp del Señor. Finalmente,<br />

porque, para vencer el poder del demonio<br />

y curar la flaqueza humana, parece más<br />

apropiada la fortaleza que la debilidad. No<br />

parece, pues, haber sido conveniente que el<br />

Hijo de Dios asumiese la naturaleza humana<br />

con las debilidades o defectos corporales.<br />

a. Contempladas las grandezas de la humanidad asumida por el Verbo, hay que ver cómo «por<br />

nosotros y nuestra salvación» el Verbo asume también las enfermedades del cuerpo (q.l4) y del alma<br />

(q.15). Hay clara intención de superar el peligro de la tendencia de Arrio y de la escuela alejandrina.<br />

La solidaridad del Verbo con la humanidad incluye que asuma las deficiencias anejas a la misma (a.l);<br />

pero libremente (a.2), pues Cristo no ha contraído pecado (a.3); tampoco la humanidad asumida sufrió<br />

todas las deficiencias corporales (a.4).

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