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del caballo repartiéndola entre los cuatro remos,
lo que se consigue mediante los llamados
dobleg-cimientos entre los inteligentes.
ALOMORFIA—Paso de una forma á otra
completamente diferente. Es una alomorfia la
transformación de las larvas de los coleópteros
ó lepidópteros en insectos perfectos.
ALONDRA (Alando, aroensis, L.).—La
alondra es una de las especies que más se distingue
de la familia de los Armirostres, orden
de los Passeres. Eutre las diversas especies se
cuenta la alondra de África; la de los arenales,
ó calandria pequeña; la alondra de los
bosques; la de gola negra; la moñuda ó cogujada;
la de Tartaria, etc.
La calandria de gola negra es la más estimada,
pues en la jaula sus gorjeos son muy
alegres, que hace que los machos sean estimados
con ese objeto. Son de las mayores de
su especie; su pluma negruzca y parda está
teñida de blanco rojo; los machos se distinguen
por un collar negro que les ocupa la
garganta; desde el pico á la parte final de la
cola tienen de largo de 6 á 8 pulgadas (de 14
á 19 centímetros). Su carne es muy sabrosa,
y si bien este pájaro suele alimentarse de insectos,
con lo cual favorece á la agricultura,
es cuando en los campos no encuentra grano
con que nutrirse. En la época del frío se retira
á los países cálidos.
J. de H. T.
ALONSO DE HERRERA (Gabriel)
(Biografía agrícola).—Célebre agrónomo
español que nació en Tala vera de la Peina,
provincia de Toledo, por los años de 1470 á
1480, según dedujo D. Mariano Lagasca de sus
investigaciones relativas á ese punto. La importancia
y celebridad que este escritor adquirió
se halla sobrado justificada, ora por haber
sido el primero que se ocupó de agricultura
eu la época del Renacimiento, ora porque fué
un hombre verdaderamente docto. Capellán
del gran cardenal Cisneros y beneficiado en la
iglesia de San Miguel de Talavera, tuvo ocasión
desde 1500 á 1512 de viajar por la mayoría
de las provincias de España, por la Galia
Narbonense y por Alemania, estudiando las
tradiciones y prácticas agrícolas de países diferentes
por muchos conceptos. No pequeña
parte tuvo el gran estadista castellano en la
publicación del libro que había de hacer célebre
á' su capellán , puesto que conociendo la
afición de éste á las cosas del campo y su especial
competencia, le excitó á que compusiera
la obra que, dividida en seis libros, y con el
título de Agricidtura general, se publicó por
vez primera en Toledo el año 1513, á expensas
del cardenal, que distribuyó ejemplares de
aquélla en todos los pueblos del arzobispado;
y más tarde, en 1540, se reprodujo en una segunda
edición que no hemos tenido ocasión
de ver, y que apareció, según unos, en Toledo,
y en Alcalá de Henares según otros.
Posteriormente se hicieron nuevas ediciones
del libro escrito por el sacerdote talaverano;
alguna de ellas tuvo probablemente
menos aceptación de la que merecía, á causa
de haber sido aumentado el texto de Herrera
con producciones de otros escritores de poca
monta, y en 1818 apareció una nueva con
otros trabajos no exentos de valor. A mediados
del siglo xvi falleció el ilustre Herrera, á
quien la patria no ha dedicado hasta ahora
monumento alguno que perpetúe su memoria
y recuerde sus méritos. El libro de Alonso de
Herrera en realidad es una compilación más
que un trabajo original, y revela más erudición
de docto que maestría de hombre práctico.
La aparición de aquél no pudo ser más
oportuna, porque los textos y reglas de los
escritores clásicos no bastaban para las exigencias
de la agricultura en la época del Renacimiento,
y además se limitaban á consignar
las prácticas propias de las comarcas del
Mediodía de España, y no tenían noticia de
las enseñanzas de los árabes, y de las condiciones
especiales del cultivo en los países ocupados
en el Centro y Norte de Europa por las
razas germánicas y eslavas. En realidad, la
obra clásica de Junio Moderato Columela,
redactada en el siglo primero de la Era cristiana;
la de Abu-Zacaría labia Aben Mohamed
Ben Ahmed Ebn-el-Anvam, que vivió
en Sevilla en el siglo xn, y el libro de Agricultura
general de Gabriel Alonso de Herrera,
marcan los tres períodos más importantes del
cultivo agrícola en España, y de ahí la importancia
que tienen esos libros y la influencia
que han ejercido en el desarrollo de la labranza
en nuestra patria.
Así como el libro de Abu-Zacaría recoge
las noticias y consejos de los escritores agrónomos
que le precedieron, así Alonso de Herrera,
sin ostentar la erudición bibliográfica de
aquél, da á conocer las prácticas de los agricultores
españoles , y deja adivinar la influencia
que los árabes ejercieran en ellas durante
su larga estancia. En el libro sexto y víltimo
de su obra precisa la clase de trabajos que
se han de emprender en cada fase de luna,
acogiendo en realidad tradiciones que los musulmanes
habían recibido de los caldeos, dados
á la astrología, según saben todos. Por lo
mismo que no escasean los ejemplares del libro
de Herrera, gracias á las numerosas ediciones
hechas, no creemos necesario hacer
aquí un resumen de él; resumen que, por otra
parte, habría de ser extenso en demasía, ya
que impondría la tarea, si habían de aquilatarse
los méritos del autor, de discernir las
reglas y preceptos originales de él, ó que por
primera vez formulara, de las ya tradicionales
en la Península desde las épocas de la dominación
romana y de la dominación árabe.
Para que no se le juzgue tan falto de originalidad
como han supuesto algunos críticos
extranjeros, habremos de advertir que, ocupándose
de ganadería, recomendaba ya en
1513 prácticas que hasta el año 1806 no adoptaron
los holandeses, y que han sido encomiadas
con sobrada razón por muchos escritores
contemporáneos. De las precauciones