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ARC — 492 — ARC
que adquieren las pastas de arcilla por el fuego;
propiedad en la que se funda la fabricación
de tejas y ladrillos, y en la que se funda
también la práctica seguida por los labradores
de quemar las tierras fuertes.
Esta operación, como todas, puede hacerse
con más ó menos esmero, reduciéndola algunos
á apilar tierra encima del combustible y
prenderle fuego, dejándolo hasta que se apague;
pero los verdaderos hormigueros, hornos
ó borrones, hay que hacerlos con algún detenimiento
para que den todo el resultado que
de ellos puede esperarse.
Cuando la tierra está húmeda, se sacan con
el azadón capas que con el césped, las raicillas
y la humedad que tienen no se deshacen
fácilmente; con ellas se forma en el terreno
un verdadero horno, dejando en la parte superior
varios respiraderos para graduar el
fuego, y en la inferior una entrada para el
combustible. En estas condiciones, introduciendo
en el hormiguero hierba seca, paja,
leña, etc., en una palabra, toda clase de restos
vegetales, se puede activar á voluntad la
combustión, y llevarla calcinación hasta el
grado que se desee, según la tenacidad del
suelo.
Las grandes ventajas que en los terrenos
arcillosos reporta esta sabia práctica, aumentan
en gran manera si además los terrenos
son húmedos y ácidos, porque gran cantidad
de estos últimos se descomponen por el fuego.
La acción que ejercen los hormigueros destruyendo
gran cantidad de plantas y semillas
que infestan el suelo, haciendo á éste menos
tenaz y más propio para el cultivo, aumentando
el peso específico de las tierras, y la
facultad de absorber y retener el calor atmosférico
, facilitándole su aireación por su mayor
soltura, proporcionando todos los elementos
nutritivos de las cenizas, así como dejando
empapada la tierra de los productos de la
combustión y de la descomposición de los ácidos
orgánicos, son ventajas más que suficientes
para que recomendemos eficazmente, no el
ensayo de esta práctica, entre nosotros muy
conocida, sino la generalidad de su empleo
en los terrenos arcillosos.
Y por si lo dicho no fuera bastante, citaremos
en su apoyo opiniones tan autorizadas
como la de Pierre, que en su Química agrícola
resume las múltiples ventajas de los hormigueros
en los siguientes términos: 1.° Destruyen
por acción del fuego las plantas perjudiciales
que se hallan en posesión del
terreno.—2.° Matan ó por lo menos ahuyentan
los insectos dañinos.—3.° Modifican favorablemente
la composición química de las tierras,
facilitando la descomposición de ciertos elementos,
y especialmente de los álcalis que
contienen las arcillas, aumentando la aptitud
de éstas para la absorción de los gases. De
manera que los hormigueros secundan la benéfica
acción de los abonos minerales, á los
que en muchos casos pueden reemplazar y
con ventaja.—4. a Cuando las plantas que se
queman son abundantes y de diferentes especies,
suministran una cantidad notable de
cenizas, cuya influencia en la vegetación depende
de la cantidad de sulfatos, carbonates,
fosfatos y otras sales que contienen.—5. a Disminuyen
notablemente la consistencia de las
tierras fuertes, haciéndolas más sueltas y
esponjosas, siendo de consignar una excelente
mejora análoga á las arenas.
Para obtener, sin embargo, con los hormigueros
todas estas ventajas, es preciso que la
calcinación no sea demasiado avanzada ni
tampoco incompleta, por lo que insistimos en
la conveniencia de construirlos como antes
se dijo, para que de este modo podamos graduar
el fuego á voluntad, según las circunstancias,
que sólo la práctica enseña á conocer.
El quemar los rastrojos modifica también
las propiedades de los suelos arcillosos en el
mismo sentido, aunque en escala mucho menor
que los hormigueros, y puede ser conveniente,
siempre que haya las precauciones necesarias
y que el ganado haya aprovechado
anteriormente la rastrojera.
La costumbre de quemar la arcilla entre
nosotros es conocida en todas las regiones y
en todos los cultivos; en el cereal se hace
generalmente aprovechando como combustible
la paja del rastrojo, las hierbas y matas secas
de los poyos que limitan las heredades.
En el cultivo de la vid, con gran frecuencia
se ven los hormigueros en La Rioja, en Aragón,
en Cataluña, en el reino de Valencia y
en algunas otras regiones, aprovechando los
sarmientos; costumbre que merece grandes
alabanzas, pues en este caso, además de los
buenos efectos del hormiguero, quedan en el
suelo la gran cantidad de potasa que las cenizas
de los sarmientos contienen, y que como
es sabido es uno de los principios indispensables
para la vid, y de los que toma del suelo
con mayor abundancia.
En los cultivos que necesitan humedad
constante, como el del arroz, también se emplean
con gran éxito los hormigueros, consiguiendo,
entre otros resultados, contrarrestar
los graves perjuicios que el encharcamiento
produce.
En los naranjales producen también maravillosos
resultados, como lo prueban la propagación
de esta práctica en Castellón, en la
ribera de Júcar y en algunos otros puntos, en
los que emplean la palma como combustible.
En las huertas, el empleo de los hormigueros
está ensayado y practicado en muchas regiones
con satisfactorio resultado.
Vemos, pues, que esta práctica, cuyo éxito
garantizan los hombres más eminentes de la
ciencia, ha adquirido entre nosotros la sanción
de la práctica en todas las regiones y en
todos los cultivos.
Para incorporar los productos del hormiguero
con el suelo, se emplean distintos procedimientos;
algunos los extienden inmediatamente
por el suelo para mezclarlos más tarde
con el arado. Otros los dejan depositados