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liares y dignas de aclimatación y domesticación
el agamí y el serpentario ó mensajero.
El primero tiene el volumen de la gallina, y
está llamado tal vez á prestar grandes servicios
como ave de corral, sin que sean de temer
con él alborotos y batallas, porque es ave de
paz, y porque sabe cuidar bien á sus polluelos
y aun á los de los patos que se le encomiendan,
distribuyendo entre todos los alimentos
que se ponen á su disposición, y defendiéndolos
de las acometidas de los adultos. En el
país de que es oriundo se domestica perfectamente
el agamí, y aun se asegura que sirve
para guiar los rebaños de ovejas, de las cuales
se hace obedecer perfectamente. No hay ningún
animal tan sociable como esa ave ni tan
aficionado al trato del hombre. Pero respecto
de las facilidades que ofrece para la aclimatación
en Europa, es de advertir que habita
las regiones cálidas de América y del Brasil
especialmente. Aun cuando su adquisición no
ofrezca tantas ventajas como la de los solípedos
antes nombrados, no son de despreciarlos
servicios que de él podrían obtenerse.
La segunda ave á que nos hemos referido,
y que podría aclimatarse en determinados
casos, ya lo hemos dicho, es el serpentario ó
mensajero, que pertenece á las aves de rapiña,
y que se encuentra en estado salvaje en Africa,
y en particular en los alrededores del
Cabo. Ese precioso volátil se alimenta especialmente
de reptiles, y persigue con éxito
las serpientes más venenosas. También se ha
ensayado en las Antillas, invadidas como es
sabido por reptiles venenosos, la introducción
de esa ave para que persiga á los trigonocéfalos,
siendo de advertir que también destruye
las langostas y ratas, y según Levaillant, domesticada
en los corrales, parece que se impone
la misión de poner paz entre volátiles levantiscos.
ANIMALES QUE PROPORCIONAN ALIMENTO AL
HOMBRE.—Indudablemente para los que se
ocupan en aumentar por medio de la aclimatación
los animales útiles al hombre, figuran,
no sin razón, en primer término, los animales
llamados á proporcionar nuevos alimentos al
hombre, ya que el número entre los de esta
clase que vagan por las diversas regiones del
mundo es tal y tan variadas sus condiciones,
que llegarían constituir una verdadera riqueza.
Basta recordar las variadas especies de gallináceas
que podrían condimentar los cocineros
para juzgar de la importancia que tendría el
aclimatar esa y otras clases de animales, cuya
carne es grata para los paladares de todos los
hombres. Entre los rumiantes se han indicado
para la aclimatación diferentes bóvidos seválticos,
sin que hasta el presente hayan adelantado
mucho los estudios hechos con ese objeto.
También han ensayado algunos utilizar
en Europa los antílopes como reses de matadero,
y para ese fin se han sometido á la
experimentación dos razas, ambas notables
por su alzada, que iguala á la de los bueyes
domésticos; la primera, el Oreas hoselaphus,
procedente del Cabo de Buena Esperanza, se
ha reproducido en algunas granjas de Inglaterra;
la segunda, el Antílope strepsiceros,
oriundo del África occidental, es menos conocida,
y no ha sido sometida á serio examen,
si bien es de gran talla y su aclimatación proporcionaría
ventajas innegables. También es
digno de mención el Antílope píela, que se reproduce
sin dificultad, soportando perfectamente
los rigores invernales de este continente.
La carne de todos esos' animales es muy
estimada, y ofrece analogías con la de la ternera
unas veces y con la del ciervo otras. Algunos
han creído que se podrían utilizar también
los antílopes como animales auxiliares
para el agricultor, pero en realidad esa cuestión
no se halla bien dilucidada á estas fechas.
Respecto de las otras razas de la numerosa
familia de los antílopes, solamente advertiremos
que todos los individuos son comestibles,
y que por el momento deben agrujiarse entre
los animales accesorios y de adorno, más bien
que entre los animales de trabajo ó destinados
á proporcionarnos alimento.
También el orden de los roedores puede
proporcionar al hombre alimento y carne exquisita.
Entre los más interesantes bajo ese
punto de vista figura el cabiai, que por su
forma es comparable al cochinillo de Indias,
y cuyo cuerpo, mayor que el de un cordero,
está sostenido por patas muy cortas. Habita
en los ríos y estanques de la América meridional,
y se alimenta de cañas y plantas acuáticas,
es decir, que está llamado á transformar
en carne productos que se pierden todos
los años sin provecho para nadie. La introducción
de la paca, del agutí y del mará, que
pertenecen, como el cabiai, al orden de los roedores,
ofrecerán nuevos recursos para la alimentación
del hombre. La paca, por su talla
y fecundidad, sería muy útil, y no es de presumir
que ofrezca muchas dificultades el domesticarla.
Los agutís, de la alzada del conejo,
se hallan en vías de aclimatación, y aun
cuando oriundos de países muy cálidos, se
reproducen perfectamente en todas las comarcas
de la Europa central y meridional.
Aun no se ha conseguido en ellas la reproducción
del mará, destinado á proporcionar
ventajas análogas á las que hau de proporcionar
los agutís. Unos y otros podrían criarse
como los conejos, ora en los campos y selvas,
ora en los corrales.
El fascolomo es otro de los animales llamados
á prestar grandes servicios; puede habitar
en las más elevadas montañas, y aun en la región
de las nieves perpetuas, puesto que la
naturaleza le ha dotado de espeso abrigo. Pertenece
á la gran subclase de los animales marsupiales,
y procede de la patria de los kanguros
, que también merecen especial mención.
Pequeños y grandes, los unos pueden ser domesticados
y los otros ser criados para reses
de caza. Su carne es excelente, y la piel de
algunos de ellos muy estimada por el comercio.
Su aclimatación no ofrece ya dificultades;