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de cada surco, todo el cuerpo del arado que se
apoya en el yugo ó en el antetrén, para variar
la posición de la vertedera, lo que es en extremo
fatigoso, sobre todo en besanas cortas,
puesto que, además del peso considerable del
instrumento, hay que agregar el de la tierra
adherida.
En otros arados, como en el de Brabante
doble y ahondador de Valleraud, que son de
hierro y con antetrén de dos ruedas, las vertederas,
con sus correspondientes cuchillas, giran
alrededor de la cama, y se colocan verticalmente
y en sentido contrario, una encima
de otra, á la conclusión de cada surco, según
que operen ó no sobre el terreno.
Los hay de báscula, como el representado
en la figura 244, formado por dobles camas,
vertedera, cuchillas y antetrén, en los que,
con sólo cambiar la posición de las estevas á
la conclusión de cada surco, y hacer bascular
al arado, penetran alternativamente en el te-
rreuo las piezas colocadas en sentido contrario.
El arado de vertedera giratoria más ingenioso
es, sin disputa, el de Ransomes, que
evita los inconvenientes que presentan los que
giran por debajo de la cama. Tiene dos vertederas
exactamente iguales á las de los otros
arados, colocadas simétricamente á uno.y otro
lado de la cama, y dispuestas de tal suerte,
que por medio de un pequeño manubrio, al
alcance del obrero, y colocado en las estevas,
al actuar sobre una palanca, se mueven aquéllas,
acercándose al cuerpo del arado la que ha
dejado de trabajar, y separándose la que ha
de operar la labor. Al propio tiempo gira el
dental, y se varía por consiguiente la posición
de la reja colocada en su extremo , vanándose
también, con ayuda de una palanca, la posición
de la cuchilla. Todas estas operaciones
se hacen con gran facilidad á la conclusión de
cada surco. El engranaje colocado al extremo
de la palanca que mueve el obrero para hacer
girar á las vertederas y á las rejas, va al descubierto
, y como hemos tenido ocasión de observar
veces repetidas, se embroza con la hierba
y dificulta el juego del mecanismo. Con
sólo cubrir dicho engranaje, envolviéndole en
una caja que lo guarnezca, puede evitarse
este defecto.
Figura 245
La figura 245 representa otra disposición
ingeniosa de los arados ingleses de vertedera
giratoria, cuj'o mecanismo se comprende fácilmente
con sólo su inspección.
Los arados de vertedera giratoria exigen
mayor fuerza de tiro que los ordinarios, y como
que tienen que acomodarse á la necesidad
de variar de posición para voltear la tierra en
el mismo sentido, sus vertederas se alejan de
ordinario de la perfección que en las formas
de sus superficies y en su disposición, presentan
las vertederas fijas de los buenos arados.
Por estas razones, sin duda, son mucho menos
empleados en el cultivo.
Modo de transportar al campo los arados de
limón partido.—La conducción al terreno de
los arados timoneros, no ofrece dificultad. Unas
veces, armado ya y apoyado sobre el yugo,
arrastrando por el suelo la parte anterior del
timón, y otras quitada la reja, que sobre el
terreno coloca el labrador, y colgado del den­
tal, va con la yunta, sobre la que monta el
obrero, salvando sin ningún tropiezo las distancias
considerables á que á veces se encuentran
las tierras de la casa de labor. Pero la falta
de timón, el peso y disposición de las vertederas
y cuchillas, y las ruedas del antetrén,
dificultan su transporte cuando se trata de los
arados de timón partido.
Para facilitar su conducción se usan unos
pequeños carritos, llamados trineos, sobre los
cuales va montado el arado. Estos carritos se
componen de una armadura de hierro, en cuya
parte posterior, más ancha, van dos pequeñas
ruedas, y de una pieza triangular en su
parte anterior, en donde se introduce la reja
del instrumento. Colocada la reja de esta manera,
el cuerpo del arado viene á descansar
sobre el eje que llevan las dos ruedas, encima
del cual se sujeta; de suerte, que colocado sobre
el trineo, camina tirado por la misma yunta,
enganchada en el instrumento. Las dos
ruedas del trineo, con las del antetrén ó juego
delantero, son las que le conducen en su
marcha.
Este trineo cuesta 40 á 60 reates, y es excelente
para pequeñas distancias y cuando
hay buenos caminos; pero cuando aquéllas
son considerables, y sobre todo en los malos
caminos de nuestro país, no hay más reme-