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que hemos indicado, los dueños de los terrenos
ribereños ganan la propiedad de la tierra
que se une á sus fundos. Así el artículo 47 de
la citada ley de aguas dice que: «pertenece á
los dueños de los terrenos confinantes con
los arroyos, torrentes, ríos y lagos, el acrecentamiento
que reciben paulatinamente por
la accesión ó sedimentación de las aguas, si
bien los sedimentos minerales que como tales
se hubiesen de utilizar, habrán de solicitarse
con arreglo á la legislación de minas»; y así
mismo el artículo 41 de dicha ley, hablando
de la mutación natural del eaxice, dice que
pertenece á los dueños ribereños en toda la
longitud respectiva.
Nuestros lectores podrán comprender de un
modo sensible estas dos clases de accesión,
fijándose en los siguientes grabados:
El terreno C (figura 91), agregado á la
Fisura 91
propiedad A por la fuerza insensible de la
corriente X, pertenece al dueño del fundo A,
porque se halla constituido con la tierra que
se ha ido uniendo á él de un modo imperceptible.
La corriente X (figura 92) se desvía de su
primitiva dirección, deja libre el terreno C y
va á correr por la propiedad B, cubriendo
una parte de ella D. El terreno que deja descubierto
ó en seco la corriente por virtud de
su cambio de dirección pertenece al dueño
del fundo A, sin que el propietario de la finca
B pueda intentar compensación de ningún
género.
Fué cuestión muy discutida por los jurisconsultos
la relativa al modo de adjudicar los
terrenos de aluvión á los dueños de los predios
colindantes. M. Dupin, citado por los
ilustrados autores de la Enciclopedia española
de Derecho y Administración, dice que la adjudicación
que reúne todas las condiciones
necesarias consiste en atribuir á cada uno de
los propietarios de los campos contiguos al
aluvión la parte de éste que resulte alargando
sus propiedades desde el punto en que acometen
la antigua ribera, comparada con la
extensión de la nueva. Para esto basta dividir
esta nueva ribera formada por el aluvión en
tantas partes proporcionales cuantas propiedades
haya confinantes con la antigua, de
forma que cada parte de la nueva ribera tenga
la extensión que presenta cada propiedad,
y juntar por medio de una línea los límites
Figura 92
de cada propiedad con las divisiones correspondientes
sobre la nueva ribera.
He aquí, respecto á la mutación natural de
cauce, lo que dice el artículo 41 de nuestra
ley de aguas de 1879 (artículo 78 de la ley
de 1866): «Los cauces de los ríos que queden
abandonados por variar naturalmente el curso
de las aguas pertenecen á los dueños de
los terrenos ribereños en toda la longitud respectiva.
Si el cauce abandonado separaba heredades
de distintos dueños, la nueva línea
divisoria correrá equidistante de unas y otras»;
prescripción que, aunque no se refiere exclusivamente
á la mutación imperceptible, sino
á todo cambio natural de cauce, es aplicable
á unos y otros casos como regla para hacer la
adjudicación.
Dada una idea del aluvión, expuesto su
carácter esencial é indicado quién gana la
propiedad del terreno, debemos decir algunos
de los efectos y limitaciones de esta adquisición.
Fundada ésta en el principio de la accesión,
despréndese naturalmente que el terreno agregado
}' que forma un todo en el campo á que
se une, viene á quedar en las condiciones en
que éste se encuentra respecto á los que en él
tienen derechos reales. En su consecuencia,
el usufructuario del campo que se aumenta
por el aluvión tiene el usufructo en el terreno
agregado, y el propietario se hace dueño del
acrecentamiento, 3' cuando se enajena la propiedad
del primero y no se estipula lo contrario,
se entiende enajenado el aluvión, cuya
propiedad comprende además todas las cosas
que en él existen.
Esta propiedad tiene, sin embargo, sus limitaciones,
3 r es necesario que desaparezca
cuando embaraza el curso de las aguas, y perjudica
las obras 3' establecimientos públicos