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ALI — 62 — ALI
Composición de 100 partes de heno común:
Carbono 37,01
Ázoe 1,15
Composición de 100 partes de carne de
buey:
Carbono 13
Ázoe 3
Mientras que encontramos triplicada cantidad
de carbono en el heno que en la carne,
vemos que ésta contiene tres veces más
ázoe que el heno. Y hay una razón que demuestra
cuan providenciales son las leyes de
la naturaleza, pues el heno que se da á los
animales, no sólo debe reparar las pérdidas
que éstos sufren en sus elementos azoados
por las vías de la transpiración y de los excrementos,
sino que además suministra cierta
cantidad de carbono al oxígeno que entra en
los pulmones, para que éste lo queme y mantenga
por este medio el calor normal en la
máquina animal.
De todos los precedentes que acabamos de
sentar, se deduce la consecuencia de que para
alimentar razonablemente á un animal, es
preciso que éste consuma en un espacio de
tiempo dado cierta cantidad de carbono, ázoe
y materias minerales. Por ejemplo, una vaca
que no aumente de peso y produzca 8.500
gramos de leche, debe consumir alimentos
que contengan:
Carbono
Para la respiración 1.700 grauios.
Para las deyecciones.. 1.973 —
Para la leche 02S —
Total 4.301- gramos.
En cuanto al ázoe, puede hacerse el cálculo
aún más fácilmente quizá. Según los experimentos
practicados por Boussingault en una
vaca del establecimiento de Bechelbrunn, resulta
que ésta se asimilaba todo el ázoe que
contenían 15 kilogramos de patatas y 7,50
de hierba, que suman 202 gramos de ázoe,
emitiendo tan sólo 175 gramos en los excrementos,
en la orina y la leche, sin aumentar
de peso. Por consiguiente, debemos
creer que los 27 gramos restantes se habrán
dispersado por medio de la transpiración, que
contiene siempre cierta cantidad de sales
amoniacales ó de ázoe ó compuestos azoados,
ó bien por medio de la respiración pulmonar,
que lleva en sí misma vestigios de carbonato
amoniacal.
De esto se deduce como consecuencia directa
que para reparar las pérdidas de carbono
y ázoe que sufría aquel animal, debía
usarse un alimento que contuviese 4.301 gramos
de carbono y 202 gramos de ázoe. Y suponiendo
que la vaca examinada por Boussingault
pesase 500 kilogramos, se necesitarían
806 gramos de carbono y 39 gramos de ázoe
por cada 100 partes de peso vivo.
A estas cantidades de carbono y de ázoe,
que deben estar contenidas en la materia alimenticia,
es indispensable que estén asociadas
algunas sales y materias terreas, destinadas
especialmente á mantener en su estado
normal los huesos que forman el esqueleto
del cuerpo.
Hay que advertir antes de nada que todas
estas materias tienen solamente por objeto
conservar en equilibrio la máquina y reparar
las pérdidas; de donde sacamos la consecuencia,
por sólo el cálculo délos elementos cuantitativos,
de que suministrando á un animal
solamente dichas cantidades de ázoe, carbono
y sales, no aumentaría ni su peso ni sus productos.
Por eso la citada proporción de alimentos
debe ser considerada como ración de
conservación, mientras que para obtener copioso
producto hay que aumentar mucho su
cantidad, cuyo exceso recibe el nombre de
ración de producción, como que sirve para dar
carne, leche ó trabajo.
No se limitan á esto las advertencias conducentes
á establecer un buen sistema de alimentación
para el ganado, sino que deben
tenerse en cuenta otras circunstancias importantes.
El que examine solamente la composición
elemental de los forrajes y otros alimentos,
y sobre ella establezca el peso requerido
de materias alimenticias para componer una
buena ración, encontrará probablemente grandes
desengaños; pues no debe olvidarse que
la constitución orgánica de las plantas, no sólo
varía según las diversas circunstancias en que
han vegetado, sino también según la época en
que paró su ciclo vegetativo, la facultad que
tienen de nutrir ó cambiarse en materia nutritiva.
Así, por ejemplo, algunas plantas,
cuando están próximas á florecer, contienen
en su tejido mucha parte de almidón digerible,
mientras que' cuando pasan de este estado y
van á entrar en el siguiente de la formación
de la semilla, casi todo el almidón se convierte
en tejido leñoso, cuya substancia no pueden
atacar los jugos gástricos para que el organismo
lo aproveche para el servicio de la respiración.
Es necesario añadir que la composición elemental
por sí sola no basta para determinar
el poder nutritivo de un alimento, ya que
para ser tal se requiere que los elementos que
lo constituyen estén agrupados convenientemente
para formar substancias especiales, en
cuya propiedad no hay diferencia, bien provengan
de animales ó bien de vegetales. Con
esto aludimos á las materias proteicas, las
que analizadas, ya procedan del reino vegetal
como del animal, no revelan entre sí diversa
cantidad de elementos. Pero si estos elementos
unidos entre sí no revisten la forma de materia
proteica, y están contenidos en otra, entonces
pueden resultar perfectamente inútiles.
Así sucede, por ejemplo, en las hojas de la
remolacha, que examinadas analíticamente
demuestran contener tal cantidad de ázoe que
puedan sustituir 274 á 100 de heno, y sin em-