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belleza, más duros, más uniformes y más
idóneos para el pulimento que el estuco ordinario.
Ofrece también la ventaja de prestarse
en estado de pasta á ser manejado con holgura,
porque hasta que no transcurren dos horas
no se endurece.
Con el alumbre, con la cal apagada, con
el ocre amarillo y con la cola fuerte, Dumesnil
enseñó á fabricar una especie de estuco
que tiene muchas propiedades del anterior, y
que además se endurece de tal suerte que se
puede comparar con las mejores piedras. Se
prepara del siguiente modo: disuélvense 7 kilogramos
de alumbre en 500 litros de agua, y
se agregan 6 kilogramos de cal apagada y 1
de ocre amarillo, y más tarde se adiciona un
kilogramo de cola fuerte, disuelta en 500 litros
de agua caliente. Con esa mezcla líquida
se forma pasta, apagando 9 hectolitros de yeso
cocido en dicha mezcla é incorporando bruscamente
con ella 4,50 hectolitros de arena
fina de río, privada de arcilla, para verter la
pasta en el molde cuando aún está fluida. Al
cabo de doce ó diez y ocho horas la preparación
se deseca y adquiere una dureza extremada.
De esa manera se obtienen piedras artificiales
de construcción, que se pueden convertir
totalmente en inatacables por los agentes
atmosféricos extendiendo sobre ellas dos
ó tres capas sucesivas de silicato de potasa en
disolución, á la densidad de 25° del areómetro
de Baumé.
Hablando anteriormente del alumbre, hemos
indicado que mediante ese cuerpo se pueden
clarificar las aguas turbias. Los chinos, que
practican esa operación desde tiempos remotos,
introducen un trozo de alumbre en el
hueco de una caña de bambú agujereada; se
agita con ella el líquido durante algunos minutos,
y el agua resulta clarificada por completo.
Félix d'Arcet, durante su estancia en
Egipto desde 1828 á 1829, aconsejó el empleo
del alumbre para purificar las aguas del Nilo
durante el período de la inundación, y pudo
adquirir la convicción de que medio gramo
de alumbre basta para purificar un litro de
agua que contenga hasta 8 gramos de substancias
en suspensión. La clarificación termina
al cabo de una hora, y se obtiene también
con un cuarto de gramo por litro, esperando
más tiempo á que la clarificación termine.
El agua saturada de alumbre y que contiene
además arcilla, puede utilizarse con gran
ventaja para extinguir incendios más rápidamente
que si se emplease el agua común,
según pudo observar hace tiempo el coronel
Origo, jefe de los bomberos de Roma, que
empleó ese método imitándole del seguido
antiguamente en la ciudad eterna, cuyos vigiles
usaban una mezcla de agua, vinagre y
arcilla.
El alumbre seco y pulverizado, mezclado
con la tercera parte de su peso de una materia
orgánica reducida á carbón (azúcar, miel,
harina, etc.), si se calcina en un recipiente
cerrado, produce un residuo negro, poroso,
que se enciende cuando está en contacto del
aire y se quema como si fuera yesca. Se ha
llamado piróforo d'Homberg, y debe su cualidad
de ser inflamable al sulfuro de potasio
que contiene, y que condensa rápidamente el
oxígeno del aire, ayudado por el carbón poroso
y la alúmina dividida que le acompaña.
La alúmina, asociada íntimamente con el
carbón y calcinada á fuego intenso, produce
un carbón de gran fuerza decolorante, siendo
tal mezcla insoluble en los ácidos.
Alúmina como elemento agrícola.—Pero
entre las propiedades de la alúmina más interesantes
y de mayor alcance para el agricultor
figura sin duda alguna en primer término
la que caracteriza á esa substancia como cuerpo
absorbente, gracias á la cual las substancias
aeriformes se condensan en los poros de
la alúmina y originan de ese modo numerosas
y variadas combinaciones. En virtud de
esa misma propiedad, la alúmina mantiene
adheridas las substancias colorantes y muchas
otras análogas; de ahí que las sales de alúmina
sirvan, como se ha indicado, de mordientes
á los tintoreros para fijar y precipitar los colores
sobre los tejidos; de ahí también que
condense en sus poros algunas materias disueltas
en los líquidos ó gaseosas, y que tan
íítil sea su presencia en los terrenos cultivables.
La alúmina condensa el oxígeno del aire
atmosférico, según observó ya á fines de 1783
Humboldt, el cual consignó que las tierras
arcillosas, es decir, las tierras ricas en alúmina
y algunos esquistos podían absorber perfectamente
el oxígeno del aire, cual sucede
con las paredes de las excavaciones de sal
gema en Salzburgo, donde pronto se vuelve
irrespirable el aire para los obreros que trabajan
en aquellos subterráneos.
Boussingault negó, es cierto, que la alúmina
poseyera semejante propiedad, y la atribuía
más bien al óxido de hierro, que abunda
ordinariamente en las tierras laborables, y
que por no haber experimentado durante mucho
tiempo la acción del aire, en la generalidad
de los casos se presenta en estado de protóxido
de hierro. Para confirmar sus sospechas
citaba Boussingault el hecho de que una
arcilla extraída al excavar un terreno cambiase
su primitivo color blanco en azul, indicio
seguro de la presencia del hierro. El
mismo químico entiende que se puede explicar
mediante ese hecho el aumento de fertilidad
que se observa en un terreno después que ha
estado sometido durante algún tiempo á la
acción del aire atmosférico, porque al pasar
el hierro del estado de protóxido al de peróxido
, engendra amoniaco. La generalidad de
los químicos opinan en la actualidad que no
deben aceptarse en toda su integridad las observaciones
de M. Boussingault, y para hacer
semejante salvedad se fundan en el siguiente
hecho:
Precipitada la alúmina obtenida del alumbre
de Bocea disuelto en agua pura y separado
del hierro, y manteniendo aquélla expues-