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lio de las ramas del patrón, se irán cortando
cuantas arroja con cierta precaución, para no
acumular exceso de savia en los injertos y entorpecer
su desarrollo. Conviene, por lo tanto,
dejar algunos de los pequefios renuevos, y
en número proporcional al vigor del tronco, y
suprimirlos gradualmente á medida que vayan
vigorizándose los injertos y se establezca el
equilibrio entre el sistema radical y el aéreo.
Cuando no broten los injertos, se respetarán
los brotes y se repetirá la operación al año siguiente
ó á los dos años, en el supuesto de
que el patrón haya adquirido suficiente vigor.
Adoptando las precauciones indicadas, se conseguirá
que los algarrobos arrojen flores á los
dos ó tres años, si bien suelen desprenderse
antes de los siete, por insuficiencia en el desarrollo
de las raíces.
LABOBES.—Estas ejercen decidida influencia
en la cantidad y calidad de los productos
del algarrobo, y suelen ser pospuestas á las de
la huerta, la viña y el olivar, que son más
exigentes y delicadas. De ahí que raras veces
se emplee el azadón en el suelo que explota
el algarrobo, máxime cuando vegeta entre
peñascos y en laderas. Generalmente sólo se
cultiva con el arado simple y tirado por una
sola caballería, si bien en estos tiempos emplean
ya algunos labradores dos. Suelen dar
dos vueltas únicamente, una en primavera y
otra en otoño.
La de primavera se ejecuta por lo común
después de terminada la sementera, ó sea á
fines de Octubre, por no ocupar á los agricultores
otros trabajos, ser económicos los jornales
(de 4 pesetas en lugar de 5) y no haber
comenzado la recolección de la aceituna. Debería
hacerse la labor en Septiembre para favorecer
la fecundación de la flor y no exponerle
á los estragos de las primeras heladas, particularmente
en la zona alta de la región. La
segunda vuelta se suele dar también en Abril
ó Mayo, por estar paralizadas las faenas agrícolas
, y tiene por objeto evitar que la semilla
de la hierba germine. Se completaría su acción
beneficiosa dando una tercera vuelta en Junio
ó primeros de Julio, cuando comienza á sazonar
el fruto y está la tierra seca, ya que así el
árbol recobraría el intenso color verde que caracteriza
la robustez y lozanía; fenómeno debido
tal vez á la influencia del polvo que se desprende
del suelo removido y seco, y que depositándose
sobre las hojas, aumenta la fuerza
de absorción. Sólo así se explica ese magnífico
porte de los algarrobos inmediatos á las
carreteras y caminos. Pero en la época mencionada
absorben la atención del agricultor
los trabajos de la recolección de los cereales,
y de ahí el olvido de los algarrobos. No es necesario
advertir que las dos rejas precitadas
son insuficientes para mantener la soltura y
permeabilidad del suelo, y destruir todas las
malas hierbas, al mismo tiempo que se facilita
la meteorización; no ya tres, sino cuatro rejas
deberían darse para que el cultivo fuera cuidadoso,
procurando siempre remover con la
azada la parte del suelo que el arado deje intacta.
PODAS.—La poda ó supresión moderada é
inteligente de órganos vegetales derivados del
tallo, considerándola limitada á una sola especie
arbórea, no está sujeta á reglas tan precisas
que hagan la práctica innecesaria, pues
ésta difiere según el clima, la naturaleza del
suelo, su altitud y otras mil y mil condiciones
en que viven las plantas. La poda, operación
siempre delicada, es tan beneficiosa bien dirigida,
como perjudicial cuando se prescinde de
las exigencias de la vegetación y el cultivo.
Es necesario elegir con acierto las ramas que
hayan de suprimirse, practicar debidamente
los cortes y no descuidar ningún detalle.
No debe anticiparse nunca la primera poda,
porque toda supresión de hojas envuelve un
entorpecimiento en el desarrollo de las raíces
y en la fijeza del árbol. Antes del período de
fructificación no debe someterse el árbol á
podas extremas, máxime teniendo en cuenta
que la copa no cuenta más de cinco ó seis
años. Esto no quiere decir que no deban suprimirse
ramas bordes y á formar bien la copa.
Desde los quince ó diez y seis años es cuando
se ha de encaminar la poda á obtener una
abundante fructificación.
Los arboricultores de la costa mediterránea
suelen podar en el mes de Septiembre, apenas
terminada la recolección, antes de que se
abran las yemas florales y sufran los árboles
por cubrir sus ramas los tiernos frutos y porque
el podador tiene necesidad de trepar siempre.
Practicada la poda en invierno, deja el
árbol desguarnecido contra los fríos, y no da
tiempo á que salgan hojas y la savia cure las
heridas. No debe practicarse la poda á fines
del invierno ó principios de primavera, contra
lo recomendado respecto de otros árboles, porque
disminuiría la producción, puesto que habrían
de nutrirse durante el otoño é invierno
muchos elementos leñosos llamados á desaparecer,
y esto á expensas del fruto, á más de
ser necesario hacer el doloroso sacrificio de
muchas ramas cargadas, y cuya conservación
perjudicaría á la calidad del producto. También
en verano, á más de los inconvenientes
propios de la poda de invierno, coincidiría
ésta con la paralización de la savia y los estragos
de un sol canicular sobre la madera y
el fruto. Lo más recomendable y beneficioso
es que la recolección y la poda sean simultáneas
casi, de manera que inmediatamente después
de terminada la primera se proceda á la
segunda.
Elección de ramas.— Problema es éste de
verdadero interés. Desde luego ha de atenderse
á la exigencia de que penetren moderadamente
el sol y la luz en el interior del árbol
, para excitar el desarrollo de ramas florales
y lograr la maduración del fruto. Habrán
de suprimirse las ramillas secas y las verdes
de segundo y tercer orden que no resulten
bien dirigidas, sobre todo en las caras que
miren al Poniente y Mediodía, es decir, ha-