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hay que terminar el agotamiento, bien con
prensas hidráulicas, bien macerando, ó bien
por lavados en las mismas turbinas; pero téngase
en cuenta que en este último caso tienen
que resultar mostos muy débiles, que exigen
mayor gasto para su concentración, y que
nunca el agotamiento es completo.
Las turbinas, pues, se emplean sólo ventajosamente
para reemplazar á las pequeñas
prensas.
Según Bagner, uno de estos aparatos, de un
metro de diámetro y 0,50 de altura, trabaja
5.000 kilos en veinticuatro horas. He aquí
los experimentos practicados por Walkhoff
acerca del trabajo de las turbinas:
Con Duración
carga de en minutos Jugo extraído Residuo
50 kilos 4
75 — 0
100 - 8
125 — 10
150 — 12
175 - 14
66,70 por 100 33,30 por 100
65,30 — 34,70 —
63,35 — 36,65 — .
65,20 — 34,80 —
63,22 — 36,78 —
62,00 — 38,00 —
Siendo la duración fija de cinco minutos,
con carga variable encontró:
Con una carga de Jugo Residuo
50 kilos.
75 — .
100 - .
125 - .
150 — .
175 - .
64,5 por 100
67,4 —
65,0
62,4
57,0
55,7
35.5 por 100
32.6 —
35,0
37,6
43,0
44,3
La mayor parte del jugo es desalojado en
el primer minuto de la rotación. He aquí la
prueba:
En el primer minuto 40,45 por 100 de jugo.
En el segundo 8,50 —
En el tercero 5,20 —
En el cuarto. 2,75 —
En el quinto 2,10 —
Prolongando la operación tenemos:
De cinco á diez minutos 3,70
De diez á catorce 0,30
Total en catorce minutos. 05,00 por 100 de jugo.
Depurando las pulpas por el agua, demuestran
los experimentos que pasando de cierto
límite su acción es nula, sin que se logre agotarla
por completo.
M'aceración.—Al ocuparnos del azúcar de
caña expusimos los fundamentos de este método,
preconizado por Schutzenbach; método
que se generaliza de día en día en Alemania.
Dicha maceración efectúase, bien operando
sobre las pulpas, bien sobre las remolachas,
bien sobre éstas mismas previamente desecadas.
En cuanto á la pulpación ó dislacerado, indicada
que dala manera de operar. Si se adopta
el segundo procedimiento, las remolachas,
después de lavadas, pasan á unos corta-raíces,
donde se reducen á laminillas, y de aquí á
los maceradores automáticos colocados en
gradería.
El mismo Schutzenbach, con el fin de evitar
la minoración gradual que en el rendimiento
de azúcar producen las remolachas á
medida que llevan más tiempo de ensiladas,
propuso aumentar el número y potencia de
los corta-raíces, y desecar las laminillas á una
temperatura que no exceda de 50°. De este
modo, conteniendo sólo 3 á 4 por 100 de humedad,
pueden conservarse casi indefinidamente.
Cuando llega el momento de extraerles el
azúcar, unas veces se maceran conservando su
forma, otras se las reduce á polvo. En este
último caso colócanse dentro de los maceradores
en la proporción de cuatro partes de las
mismas por nueve de agua acidulada con ácido
sulfúrico ó sulfuroso ; ácidos que se neutralizan
acto seguido con lechada de cal.
Otras veces se comienza por tratarlas con
5 por 1.000 de hidrato calcico, dentro de
grandes cilindros de palastro envueltos con
una camisa de madera, con objeto de impedir
la pérdida de calor. En la parte superior llevan
éstos un agujero de hombre para la carga
; agujero que puede cerrarse á voluntad.
Un tubo sirve para introducir el agua, y otro
para aspirar el aire con una bomba neumática.
Debajo del falso fondo agujereado, un tercer
tubo pone en comunicación la parte inferior
de cada cilindro con la superior del inmediato
, quedando así montada la batería. Las
llaves de estos aparatos son de sección ancha
y de válvula circular, á fin de impedir las obstrucciones.
Colócanse las rebanadas ó laminillas
en los cilindros, llegando el agua á la
temperatura de la ebullición, con una carga
de 5 metros de altura. Transcurridos algunos
minutos, el líquido pasa del primer cilindro
al segundo, de éste al tercero, y así sucesivamente
hasta el número 14. Con estos macerados
metódicos, el jarabe va actuando sobre
laminillas más y más ricas, operándose la última
sobre rebanadas nuevas. El líquido que
sale del último vaso marca 22° B.; se le saca
y continúa extrayendo más jarabe de los maceradores
mientras marquen 18°; entonces se
reúnen y se conducen á las calderas de defecación.
Según parece, este último procedimiento
ha dado malos resultados en Alemania, entre
otros motivos, porque el gasto que exigen
las dos operaciones de desecación y lexiviación
es mayor que operando sobre remolachas
verdes ó sin desecar.
El método de difusión de Robert, llamado
osmósico por Dubrunfaut, tiene su origen
en el de maceración de Schutzenbach, basado
en la diálisis, que consiste en poner á digerir
las laminillas frescas y verdes de 1 á 2 milímetros
de espesor por 5 de longitud, en agua
á 50°; condición precisa en este método, y
todo ello sin necesidad de romper las paredes
del tejido celular. El azúcar, como cuerpo
cristaloide, atraviesa las membranas célula-