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gangrena la parte carnosa de la cebolla, y que
cuando se presenta contagia á las inmediatas.
Las plantas parásitas que destruyen la cebolla,
comunicando el contagio á todas las demás.
Entre estas criptógamas, la más común y la
que causa mayores estragos es el Sclorotiurn
crocorum ó Rhizoctonia crocorum, vulgarmente
llamado hongo del azafrán. Esta parásita se
manifiesta rodeando circularmente la cebolla,
á expensas de la cual vive, y por último destruye,
reduciéndola á una materia terrosa. El
mal se propaga á las inmediatas por medio de
unas hebritas moradas, celulares y vellosas, que
no son más que el mycelio de la criptógama,
que hace en estas plantas parásitas el oficio de
raíces. Esta terrible enfermedad se inicia ó
aparece en el otoño, y á la siguiente primavera
llega á su mayor grado de incremento; pero
afortunadamente es casi desconocida en nuestras
zonas azafraneras. La consunción de la cebolla
y su putrefacción por el exceso de hume-
la, que por lo regular suelen estar á unos 16
centímetros de profundidad, siguen unas veces
la dirección de los hilos de la plantación,
y en este caso minan á la profundidad de la
cebolla, ó suben hasta el nacimiento de los tallos
, que roen y cortan, para después buzar y
marchar por la dirección primitiva. Otras veces
cortan transversalmente los hilos, marchando
en todas direcciones y pasando de unos
á otros plantíos. Con la tierra que sacan de estas
galerías forman montoncitos de tierra mucho
más pequeños que los que construyen los
topos, habiendo en ocasiones tres y hasta cuatro
reunidos. Entre esta tierra se encuentra
parte de la perifolla ó cubierta del bulbo que
han destruido, así como en el interior de las
galerías se ven los nidos de sus hijuelos, construidos
con esta misma materia. El animal en
el campo, y fuera de sus galerías, es torpe, á
no ser que encuentre pronto el agujero de su
guarida, por el cual rápidamente se desliza;
Fig-ura 29-to -Arvícola de los azafranales (copia del natural)
dad ó por encharcamiento producido por las
lluvias, tormentas y granizadas, son enfermedades
más comunes, y que suelen destruir muchos
azafranales. En cuanto á los enemigos
que en estas plantaciones ocasionan daños de
consideración, minando el terreno y alimentándose
de la cebolla, figura como el más dañino
el arvícola de los azafranales, denominado
impropiamente topo por los cultivadores,
y que representamos en el grabado 294. Tiene
este pequeño roedor unos 11 á 12 centímetros
de largo, de los cuales corresponden 2 ó 3 á
la cola; el lomo pardo obscuro, y el vientre
blanquecino; hocico obtuso, y con cerdas á los
lados, formando bigote; además de los pequeños
molares, á simple vista se distinguen cuatro
largos incisivos, dos en cada mandíbula,
los de la superior más cortos, formando por
la parte interna un hueco ó desgaste en forma
de cuchara , y terminados con borde recto y
cortante los de la inferior, aparentemente más
largos que los de la superior, y con el desgaste
de su parte interna en bisel, con poco hueco y
terminados en punta. Tiene cuatro dedos en
las extremidades anteriores y cinco en las posteriores
; los externos más cortos, y todos
ellos terminados en uñas sumamente finas; la
cola de 2 á 3 centímetros de larga, bastante
blanquecina, y cubierta de pelo hasta la
punta. Las galerías que construye este arvíco-
es débil, y el más ligero golpe le quebranta y
le ocasiona la muerte.
Varios son los medios empleados para la
destrucción de este dañino roedor. Unas veces
se procura ahogarlo en el interior de sus galerías
ahumándolo, para lo que se usa guindilla
pulverizada, pimentón picante ó puntas de cigarro
quemadas. Este sistema da buenos resultados
en algunas ocasiones, porque, ó se
asfixian en el interior, ó se les obliga á salir,
y entonces se les destruye. Cuando la longitud
y sinuosidades de las galerías imposibilitan
el darles humazo, entonces se les busca
por las direcciones que siguen las minas, salvando
la plantación, y cavando por los entrehilos,
hasta acorralarlos en el último rincón de
su madriguera. Otro de los medios muy generalizados
consiste en la colocación de cepos
construidos con alambre, simulando unas especies
de tenacillas, los cuales se disponen en
las bocas de las últimas galerías que va construyendo
el animal, y por las cuales saca la
tierra al exterior.
DATOS ECONÓMICOS Y ESTADÍSTICOS.—En el
supuesto ya expresado de que el, cultivo puede
ser de secano ó regadío, éste suele pagar en
Albacete por celemín de tierra 40 reales al
año; los de secano, según calidad y clase de
tierras, pagan desde 10 reales en las más inferiores
hasta 50 en las superiores. Unos pa-