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horizontal ha de ser el más pequeño posible;
si está muy inclinada, aumenta la resistencia.
La reja, no es, ni puede ser considerada
como un instrumento que obra á la manera
de un cuchillo que corta aserrando, puesto
que trabaja por medio de una fuerza que la
empuja paralelamente á su primera posición.
Puesta en movimiento, obra como una lámina
ó una serie de cuñas ordinarias cuya sección
es vertical. La inclinación del corte con rela-
Figura 198 Figura 197
ción á la línea horizontal, que es la de la dirección
del movimiento, es la primera condición
á que debe satisfacer la reja.
Tres son las formas que se dan al filo ó corte
de la reja: rectilínea, cóncava y convexa
(figuras 196
A „ y 197), adoptándose
á veces
formas
mixtas combinando
las tres
anteriores
Figura 19S (figuras 198
y 199).
El corte rectilíneo sencillo, á longitud igual,
no penetra con tanta facilidad como el cóncavo
, cuya punta es muy aguda; en cambio dura
más que el segundo, el cual se rompe con
mucha facilidad. El corte convexo no tiene
más ventaja que presentar mayor superficie
de hierro que desgastar á la extremidad del
ala. Los cortes ó filos mixtos, tienen la ventaja
de las formas
sencillas de
que se componen.
La reja
de Valcourt
(figura 19 8)
penetra con
Figura 199
f a c i 1 i d a d ,
o f r e c e una
gran superficie al desgaste y el corte en su
mayor parte es rectilíneo. Los cortes curvos
de las rejas de hierro son difíciles de ejecutar,
son de mayor precio y sus reparaciones exigen
el concurso de obreros hábiles, que no suelen
encontrarse en los campos. A estas formas
del filo suele añadir á veces una punta (figura
197) que tiene por objeto facilitar su entrada
en todos los terrenos, en los duros y
pedregosos sobre todo.
Hay diferentes opiniones acerca de la anchura
que ha de tener la reja; unos pretenden
que sea igual á la de la banda de tierra que se
ha de desprender; otros, por el contrario, que
debe ser mayor, no faltando quien la prefiera
de mayor anchura. Todo lo que es superfluo
en un órgano destinado á experimentar fro-
tamientos, es perjudicial, puesto que aumenta
la resistencia; no hay, por consiguiente, razón
alguna para dar una anchura mayor que la de
la banda, con tal de que tenga la necesaria
para atacar la mayor banda que haya que desprender.
Algunos constructores ingleses dejan
una cuarta parte de la banda y á veces la mitad
sin cortar, con el fin de impedir que la
tierra sea arrojada fuera de la vertedera, hacia
la derecha. lío exagerando este sistema, y no
dejando más que unos 3 ó 4 centímetros de la
banda sin cortar, es un medio excelente que
asegura la buena rotación del prisma de tierra.
Varias son las formas que en su conjunto y
en su ensamblaje con el cuerpo del arado, ó
con el dental, se dan á la reja, y haciendo
caso omiso de las rejas características de los
arados timoneros, entre ellos el usado más generalmente
en España, y de que más adelante
nos ocuparemos, sólo mencionaremos las disposiciones
adoptadas en los arados modernos.
Tres son las clases de rejas completas utilizadas;
Las rejas de mango ó de enchufe (figuras
197 y 199), que constan de dos partes, el
mango A y el ala B. El primero se adapta
en la extremidad anterior del dental, sujeto
con un pasador ó una cuña. Las rejas de espiga
ó de vastago (figuras 196 y 198), tienen
la forma de un triángulo rectángulo, y se ensamblan
ó sujetan al dental por medio de anillos,
cuñas ó tornillos. Y las rejas americanas
ó trapezoidales, compuestas de una placa de
hierro acerado de forma trapezoidal, ensamblada
por medio de uno ó dos tornillos á la
parte anterior del dental.
Sea cual fuese la forma de la reja, es necesario
, para su buen trabajo, que solamente el
filo y la punta lleguen al fondo del surco,
para impedir la adherencia de la tierra del
subsuelo que de otra manera habría sobre su
cara inferior, procurando también que la punta
se dirija un poco hacia la izquierda para
dar al arado mayor tendencia á entrar, consiguiéndose
además mayor estabilidad.
El hierro dulce, el hierro fundido y el acero,
son los materiales que se emplean en la
construcción de la reja, y de cuya elección dependen
la.facilidad del ajuste, su precio y reparaciones;
y como es la pieza que más se deteriora,
no debe ser indiferente la elección
del material, en armonía con su forma y disposición.
Si la reja es de hierro y de enchufe,
y con mayor razón si es de espiga, una vez
gastado el filo, hay que acerarlo de nuevo, lo
cual es caro, llegando el caso de que no sirviendo
ya, se pierde una gran cantidad de hierro.
Esta circunstancia no se encuentra en la
reja trapezoidal, en la que se halla reducida
la parte que trabaja á una pequeña lámina de
acero, suficientemente ancha para ser ensamblada;
de suerte que cuando no sirve, se pierde
menor cantidad de materia, siendo también
de menor precio, y de más fácil y económica
renovación.
Análogas consideraciones son aplicables á
las rejas de fundición, cuyo precio es mucho