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estudio etnobotánico y agroecológico de la sierra norte de madrid

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4. Manejo <strong>de</strong> los agroecosistemas<br />

Todos los residuos que quedaban, como paja, espigas, grano sin <strong>de</strong>scascaril<strong>la</strong>r o<br />

cantos se cribaban en <strong>la</strong> grancera. La grancera era una piel <strong>de</strong> cabra estezada y c<strong>la</strong>vada<br />

en el suelo, en <strong>la</strong> que se hacían agujeros con un arrete. Había granceras con agujeros <strong>de</strong><br />

varios diámetros, para ir quitando residuos <strong>de</strong> distintos tamaños hasta que quedara el<br />

grano limpio. También se utilizaban cribas manuales para sacar <strong>la</strong>s espigas, en <strong>la</strong>s que <strong>la</strong><br />

piel <strong>de</strong> cabra estaba sujeta por un aro <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra. Otro instrumento era el arnero, una<br />

criba <strong>de</strong> mal<strong>la</strong> <strong>de</strong> a<strong>la</strong>mbre que <strong>de</strong>ja pasar los residuos más finos y se queda el grano.<br />

Todos estos procesos se realizaban al aire libre, por lo que había prisa por<br />

terminar y guardar <strong>la</strong> mies en <strong>la</strong>s casas antes <strong>de</strong> que lloviera, ya que sólo cuando estaba<br />

en el granero era seguro que <strong>la</strong> cosecha había llegado a buen término. Pero muchas<br />

veces llegaba <strong>la</strong> temida tormenta, como nos contaba Gloria Bravo (Pueb<strong>la</strong> <strong>de</strong> <strong>la</strong> Sierra):<br />

"Era empezar a tronar, que antes tronaba mucho pa venir <strong>la</strong>s nubes, ¡que así teníamos<br />

<strong>de</strong> agua, que se regaba tol campo! Pues estaban tril<strong>la</strong>ndo <strong>la</strong>s yuntas. Empezaba a<br />

tronar... ¡ay que tiene Fu<strong>la</strong>no parva! Vamos, quien fuera, toda <strong>la</strong> gente, chicos y viejos,<br />

tol que valía. A amontonar <strong>la</strong>s parvas pa que no se mojaran tanto. Y a barrer bien pa<br />

que el trigo no talleciera. Y nos daba una guerra algunas veces, ¡<strong>la</strong>s veces que<br />

teníamos que amontonar hasta que podíamos tril<strong>la</strong>r <strong>la</strong> parva, porque tronaba y<br />

lloviera!". Era costumbre que los mozos durmieran en <strong>la</strong>s eras para cuidar <strong>la</strong> parva,<br />

como nos re<strong>la</strong>taba Cipriano San José (Val<strong>de</strong>manco): "En verano todos los mozos<br />

íbamos a dormir a <strong>la</strong>s eras. Con los montones <strong>de</strong> paja y alguna parva que se quedaba a<br />

medio hacer. Y algunos que les gustaba el cachon<strong>de</strong>o te ataban <strong>la</strong>s piernas, o te<br />

echaban una paca encima, o te metían paja en <strong>la</strong> boca. Éramos muy bromistas. Nos<br />

divertíamos mucho. En verano dormíamos siempre al sereno".<br />

Mientras <strong>la</strong> mies seguía en el campo los animales <strong>de</strong> tiro nunca se <strong>de</strong>jaban<br />

sueltos, únicamente en <strong>la</strong> <strong>de</strong>hesa que estaba val<strong>la</strong>da. Sólo cuando se acababa <strong>de</strong> tril<strong>la</strong>r <strong>la</strong><br />

parva se llevaba a <strong>la</strong>s vacas, bueyes y burros a pastar a los rastrojos, lo que se l<strong>la</strong>maba<br />

<strong>de</strong>rrotar el tercio.<br />

El grano se almacenaba en <strong>la</strong> atroje o troje, el espacio en el altillo <strong>de</strong> <strong>la</strong>s casas<br />

en el que se almacenaban el grano y los frutos, separados en compartimentos hechos<br />

con pequeños muros <strong>de</strong> adobe. La paja se guardaba en los pajares y para transportar<strong>la</strong> se<br />

utilizaba un lizar. Se trataba <strong>de</strong> una te<strong>la</strong> que se llenaba <strong>de</strong> paja, se ataba con una soga y<br />

se llevaba en <strong>la</strong> cabeza. Para meter<strong>la</strong> en el pajar se utilizaba el bielo o bieldo,<br />

herramienta que con sus ocho o diez dientes sujetaba bien <strong>la</strong> paja y permitía tras<strong>la</strong>dar<strong>la</strong><br />

a lo alto <strong>de</strong> los pajares (Figura 4-14 b).<br />

La molienda y el pan<br />

En casi todos los pueblos había al menos un molino. Se solían aprovechar los<br />

días <strong>de</strong> lluvia, en los que no había otros quehaceres, para llevar el grano al molino.<br />

Como dice el refrán “Día <strong>de</strong> agua: molino, taberna y fragua”. Cuando se iba a llevar el<br />

grano al molino, se medía con <strong>la</strong>s cuartil<strong>la</strong>s y se metía al saco. La correspon<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong><br />

<strong>la</strong>s medidas era <strong>la</strong> siguiente: 1 fanega= 43 kg= 2 medias = 4 cuartil<strong>la</strong>s = 6 celemines.<br />

Después <strong>de</strong> moler, había que cerner <strong>la</strong> harina (separar el salvado <strong>de</strong> <strong>la</strong> flor <strong>de</strong> <strong>la</strong><br />

harina) con los ciazos o cedazos, unos instrumentos con un arco <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra y una mal<strong>la</strong><br />

<strong>de</strong> cerdas más o menos c<strong>la</strong>ras. En algunos pueblos se cernía en el mismo molino, pero<br />

no era lo común. Así nos lo cuenta Cipriano San José (Val<strong>de</strong>manco) "Había un molino<br />

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