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Dado que las “pautas y objetivos” de la propuesta comunicacional no se pueden cambiar “durante toda la vigencia de <br />

la licencia” deberían mantenerse en caso de que una emisora sea transferida a otro titular (en los casos excepcionales <br />

que prevé la ley). Pero en caso de que sean cambiados por su mismo titular, ¿podrían ser motivo para denegar la <br />

prórroga de una licencia o aún para decretar su cancelación? ¿Debería pedirse autorización previa a AFSCA, que podría o <br />

no concederla, para cambiar el formato de contenidos de una emisora o canal? Más allá de lo engorroso de estos <br />

supuestos, queda claro que de esta forma el Estado tendrá un poder gravitante en promover determinado tipo de <br />

programación y desalentar otras, a total discreción y sin que ninguna norma limite o modere ese poder. <br />

De hecho, los pliegos de los concursos convocados luego de la Ley de Medios exigen la presentación de una <br />

programación con un nivel de detalle inédito. Si no se pueden cambiar las “pautas y objetivos” de la programación, no la <br />

programación en sí, ¿por qué no pedir simplemente que la propuestas especifiquen “las “pautas y objetivos”, en lugar de <br />

la programación? Sería sin duda un absurdo que a lo largo de 10 o 20 años una emisora no pudiera cambiar su <br />

programación. <br />

Pero aun aceptando que se pidan y califiquen sólo “pautas y objetivos” permanentes, esto implicaría que una emisora <br />

noticiosa no se podría convertir en una emisora de tango (o viceversa) o que un canal abierto generalista no podría <br />

transformarse en un canal musical. Tales supuestos significan, por un lado, que el Estado seguiría teniendo un poder <br />

determinante para promover y desalentar contenidos y, por el otro, que esos contenidos estarían sujetos a decisiones <br />

burocráticas absolutamente incompatibles con el dinamismo de los medios. ¿Alguien imaginaría que las decisiones de <br />

abrir nuevos diarios o revistas estén supeditadas a una evaluación estatal acerca del tipo de contenido que se piensa <br />

cubrir o publicar? <br />

Por lo tanto, la cuestión de valorar contenidos como factores de mérito en los concursos o procesos de adjudicación <br />

de licencias (o como causales para autorizar o denegar transferencias de licencias), así como exigir el mantenimiento de <br />

tales contenidos en forma inflexible, plantean problemas de difícil resolución. Lo mejor sería que la evaluación de <br />

propuestas sea neutral respecto de los contenidos. Es obvio que una emisora de alta potencia tenderá a tener <br />

programación general y una de muy baja potencia se orientará a programación comunitaria o barrial. Si se considera <br />

conveniente promover determinados contenidos (culturales, artísticos, de identidad local), existen los medios públicos e, <br />

incluso, pueden otorgarse subsidios (con la debida transparencia, garantías expresivas, equitatividad, etc.), <br />

preferentemente a través de organismos culturales. <br />

Estado y entidades sin fines de lucro y Estado. Si la Ley de Medios fuera estrictamente aplicada, una porción importante <br />

de estaciones de radio y TV pertenecerá al Estado (el nacional, pero también provincias, municipios o universidades <br />

nacionales), según la reserva espectral establecida. A su vez, un tercio de las emisoras debería ser de entidades sin fines <br />

de lucro 88 . <br />

Mientras gobierne el kirchnerismo con los criterios que viene aplicando, las emisoras estatales se parecerán a Radio <br />

Nacional o Canal 7. Las de entidades sin fines de lucro serán autorizadas mayormente a asociaciones afines al gobierno; <br />

otras serán cooptadas por el Estado vía subsidios y publicidad oficial. <br />

Es deseable que las asociaciones sin fines de lucro que tengan verdadera vocación de comunicar puedan operar <br />

servicios. Pero al mismo tiempo es cierto que no se les puede pedir a muchas de ellas profesionalismo en confeccionar <br />

programas y en construir audiencia, ya que sus objetivos son otros: una proliferación antinatural de estas emisoras <br />

implicaría un sistema radiotelevisivo con un alto componente de precariedad y una verdadera pérdida para oyentes y <br />

televidentes. <br />

Las entidades sin fines de lucro tienen también “intereses”, poder de lobby y participan en componendas políticas. <br />

Además de las asociaciones afines al gobierno, sin duda que habrá intentos del poder estatal o económico de cooptarlas <br />

para sus propósitos. (Según la propia presidenta de la Nación, la agrupación Vatayón Militante —brazo de La Cámpora <br />

que organiza la participación de presidiarios en ‘eventos culturales’— es una ONG.) <br />

Por último, así como los partidos políticos o las cámaras empresariales no suelen tener emisoras pero sus posturas <br />

son igualmente recogidas y difundidas por los medios generales y el periodismo, es falso que la no participación <br />

generalizada de entidades sin fines de lucro como operadores las margine de dar a conocer sus ideas, proyectos y <br />

88 A casi un lustro de la sanción de la Ley de Medios, han surgido muy pocas emisoras abiertas nuevas sin fines de lucro, pese al<br />

entusiasmo del kirchnerismo por promoverlas. Desde 2009 apenas se adjudicaron licencias a menos de un centenar de emisoras<br />

de radio de este tipo en centros poblados muy pequeños (y ningún canal legal de TV abierta), correspondientes en su mayoría a<br />

asociaciones comunitarias, barriales, vecinales y otras ONG. Sin embargo, emisoras similares venían existiendo desde hacía dos<br />

décadas usando PPP o directamente funcionando sin autorización. Además, muchas estaciones a nombre de personas o pymes son<br />

también verdaderas radios “comunitarias” que, de la misma forma, están en el aire desde hace tiempo y cumplen una<br />

importante función social en zonas marginadas, de escasa población o de vulnerabilidad social.<br />

Por otro lado, varias cooperativas, generalmente ya existentes y que prestan servicios públicos, han instalado sistemas de cable<br />

en ciudades pequeñas —tendencia que se venía dando desde antes de la Ley de Medios— pero al no tratarse de emisoras abiertas<br />

no están sujetas a la reserva del 33%. Los contenidos de estos sistemas no se diferencian en casi nada de lo que ofrecen los<br />

sistemas de cable comerciales.<br />

Los medios sin fines de lucro más importantes corresponden a sindicatos —todos en mayor o menor medida favorables al FPV—<br />

(algunos de ellos son señales de cable, a las que no se aplica la reserva del 33%) y entre ellos se encuentra la UOM, la UOCRA, el<br />

SUTERH y la CTA oficialista. Tampoco sus programas son muy diferentes a los de emisoras con fines de lucro (casi no emiten<br />

ningún espacio que se relacione con la problemática sindical), pero su línea editorial es fuertemente oficialista.<br />

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