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RESTRICCIONES PARA TODOS

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El centro del problema es el accionar del kirchnerismo en el gobierno como un elemento lesivo para el<br />

ejercicio de la democracia y la convivencia debido a sus afanes de control, perpetuidad, desapego a la ley y<br />

uso indiscriminado del conflicto sin medir consecuencias.<br />

El kirchnerismo dice llevar adelante un “modelo” para beneficio del pueblo argentino. Pero hoy está<br />

compuesto por dirigentes que se han vuelto millonarios en el gobierno y que le niegan a la ciudadanía<br />

privilegios que ellos mismos se asignan. Mientras le dicen a la gente que se puede comer con seis pesos por<br />

día, reducen la inflación a un invento o conspiración y la inseguridad a una sensación; condenan al<br />

periodismo que descubre hechos de corrupción o contradicciones entre la realidad y El Relato y, a la vez,<br />

cree (o simula creer) que el descontento se debe a que está “manejada” por “los medios” (curiosamente,<br />

ignorando el accionar de los numerosos medios K) 17 .<br />

Es en este marco donde deben situarse las cuestiones sobre comunicación y libertad de expresión.<br />

Cuando los kirchneristas afirman con aire de víctimas que “los medios” son “la oposición” no hacen sino<br />

anunciar una profecía autocumplida. Ellos mismos han colocado al periodismo independiente en esa<br />

situación a partir de arrinconarlo y considerarlo “enemigo” sólo por informar, interpretar y opinar con datos,<br />

análisis y críticas que —suponen— contradicen su “modelo” y El Relato, creaciones del pensamiento único<br />

que los kirchneristas elevan a categorías absolutas de razón de Estado, una suerte de “doctrina de la<br />

seguridad del modelo (o de El Relato)”.<br />

Jorge Fernández Díaz denunció en 2011 la visión que el gobierno tiene de los periodistas: “Ninguna otra<br />

fuerza en la democracia moderna hizo tanto como el kirchnerismo para convertir al periodista profesional<br />

en un enemigo del Estado” 18 .<br />

En efecto, ningún grupo político que persista en una visión y conducta como la que hoy despliega el<br />

kirchnerismo puede garantizar en forma sostenible la libertad de expresión. En este sentido, el accionar del<br />

partido de gobierno debe ser denunciado y condenado, de modo que un fuerte clamor público lleve a sus<br />

integrantes a recapacitar seriamente o, al menos, les haga ver que no pueden conceder o restringir, según lo<br />

tengan a bien, una de las más básicas y necesarias libertades del sistema democrático.<br />

Al fin de cuentas, la Ley de Medios de hoy no es sino un pretexto. Sin considerar, por obvias, la censura y<br />

demás enormidades de los gobiernos de facto contra la libertad de expresión y concentrándonos sólo en las<br />

gestiones emanadas del voto, cabe preguntarse ¿cuál es la diferencia entre la incautación del principal diario<br />

del país en 1951 (La Prensa), la intervención por parte del Estado de los canales privados de TV en 1974 —<br />

que los puso en manos de López Rega y luego de los militares— y el intento de desmantelamiento del Grupo<br />

Clarín?<br />

Las justificaciones declaradas fueron distintas en cada caso. En los 50 era expropiar el diario de la<br />

“oligarquía vacuna”, exponente máximo de la “contra”. En los 70 se pretendía “recuperar los canales para<br />

el pueblo” y “liberarlos de la dependencia norteamericana y sus socios”, así como de la “alienación” de la<br />

publicidad y el “sensacionalismo” (temas de los que curiosamente ya casi nadie habla pero que en su<br />

momento algunos los consideraron entre los principales problemas nacionales). Y en 2012 se buscaba<br />

“desmantelar el monopolio destituyente y la concentración mediática”.<br />

Pero eran variaciones de un mismo fenómeno: todas las acciones estuvieron precedidas por intensas<br />

campañas movilizadas desde el gobierno, que usaban defectos reales o imaginarios de estos medios con el<br />

objetivo de lograr consenso para su incautación o cierre. Cuando estos propósitos se consumaron, en ningún<br />

caso hubo más libertad después, sino todo lo contrario. En verdad, son acciones llevadas adelante por las<br />

mismas capillas políticas e ideológicas que quieren limitar la libre expresión e imponer el pensamiento<br />

único.<br />

La reconstrucción de la libertad de expresión plena será una tarea pendiente cuando se inicie una nueva<br />

etapa en la República Argentina. Esto implicará, entre otras cosas, competencia real de medios grandes y<br />

pequeños de distintas ofertas y visiones —sin privilegios ni exclusiones—, eliminación del ambiente de temor<br />

y obsecuencia promovido desde el Estado, medios públicos verdaderamente pluralistas y desvinculados del<br />

gobierno, impulso de la comunicación gubernamental no propagandística y establecimiento de la veracidad y<br />

la transparencia en la información pública.<br />

Por esta razón, nuestro trabajo no se limita a una descripción crítica del kirchnerismo en comunicación e<br />

incluye, consecuentemente, una propuesta para el debate que recoge los puntos anteriores (ver PARTE I).<br />

17 “‛El tema de La Cámpora en las escuelas es una vergüenza. Al [Colegio] Lasalle de Ramos Mejía, por permiso del director,<br />

entró La Cámpora. Yo me fui a quejar y el director me contestó que yo leo mucho Clarín’, dijo una vecina de esa localidad de La<br />

Matanza, Patricia Álvarez, 44 años” (Clarín, 14.09.2012).<br />

18 La Nación, 07.05.2011.<br />

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