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RESTRICCIONES PARA TODOS

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Hay algo que puede hacer el Estado para combatir las prácticas corruptas del periodismo: no estimularlas<br />

desde el mismo gobierno o con dineros oficiales. Ir más allá y darle a las autoridades un “poder de policía”<br />

sobre medios y periodistas para someterlos a un contralor “ético” o de conducta pone en serio riesgo la<br />

libertad de expresión. Quienes deben luchar contra la corrupción en el periodismo son los medios y<br />

periodistas honestos, las ONG, una justicia independiente y la propia sociedad en su conjunto.<br />

Pero no hay que engañarse: las quejas y denuncias del gobierno kirchnerista sobre eventuales casos de<br />

corrupción en el periodismo —aun cuando sean reales— son sólo un arma de “apriete” contra el periodismo<br />

profesional independiente y crítico. Si al gobierno le interesara tanto la ética en el periodismo comenzaría<br />

por dejar de utilizar prebendas para cooptar periodistas y medios.<br />

El periodista Jorge Lanata señaló: “Es gracioso, ningún gobierno compró tantos periodistas como éste<br />

[...] [pero] reclama un tribunal de ética. Lo hace la misma semana que declaran que tienen departamentos<br />

de dos palos [...] Uno de los gobiernos más corruptos que tuvo la Argentina pide un tribunal de ética. Fue<br />

una propuesta patética [...] La gente no es idiota, la mayoría de estos periodistas laburan en el Estado y<br />

cobran sueldos mucho más altos en Radio Nacional, Canal 7 y Télam. Me encantaría que saliera la ley de<br />

ética pública para que los sicarios de 6-7-8 digan cuánto ganan, o que Szpolski y Garfunkel declaren sus<br />

ingresos. Que se sepan los detalles de Fútbol para todos. Que se sepa los avisos oficiales que discriminan. Y<br />

estaría bueno saber las cifras en negro que manejan los ministerios” (Periodismo para todos, LS85-TV El<br />

Trece, 19.08.2012).<br />

Otro periodista, James Neilson, acotó con agudeza: “Si bien a esta altura es evidente que en [el ámbito<br />

de la ética] [...] ni los kirchneristas ni sus esforzados soldados mediáticos cuentan con nada que podría<br />

calificarse de autoridad moral, sus propias deficiencias en tal ámbito los tienen sin cuidado. Son realistas.<br />

Saben que, mal que les pese, los periodistas independientes se ven constreñidos a acatar pautas éticas que<br />

son mucho más rigurosas que las juzgadas apropiadas para políticos o propagandistas a sueldo. Por lo tanto,<br />

una acusación que no perjudicaría en absoluto a un “militante” —antes bien, lo ayudaría a congraciarse con<br />

la líder máxima— podría resultar más que suficiente como para desprestigiar por años a alguien cuya<br />

reputación se basa en su presunto compromiso con ideales más elevados” (Noticias, 17.08.2012).<br />

Por supuesto, la crítica a periodistas y medios de parte de la sociedad es muy sana. Internet y las redes<br />

sociales han posibilitado confrontar versiones, detectar errores, discutir buenas y malas praxis y, también,<br />

que cualquier persona pueda exponer y debatir datos, hechos y opiniones. Está bien que los periodistas y<br />

medios no tengan una autoridad incuestionada, de la misma forma que ambos le exigen lo propio a políticos<br />

y personajes públicos. Todo esto es muy distinto a que ese cuestionamiento provenga de un gobierno o de<br />

poderes que detesten al periodismo por su función legítima.<br />

La cuestión de la concentración<br />

En una investigación sobre la concentración de las industrias culturales en América Latina, los especialistas<br />

Guillermo Mastrini y Martín Becerra, recurriendo a una visión convencional, llegan a la conclusión de que la<br />

Argentina tiene índices de concentración superiores a la media de la región. Señalan en que en prensa<br />

escrita, TV abierta o TV paga los cuatro principales operadores dominan más del 75% del mercado, lo cual es<br />

acentuado por el hecho de que los mismos grupos controlan varias de las empresas principales de cada<br />

segmento 16 .<br />

Pero hay otro modo de evaluar la cuestión. El sociólogo Manuel Mora y Araujo realiza un muy interesante<br />

análisis (los subrayados son nuestros):<br />

“Normalmente, el concepto de concentración, o de grado de monopolización en una industria, es<br />

referido a la distribución del mercado, el market share. Eso requiere una definición, no siempre<br />

sencilla, de cuál es la industria, o más apropiadamente, cuál es la cadena de valor a la que se aplican<br />

esos conceptos.<br />

Los medios de prensa suelen ser definidos como el conjunto de medios gráficos, radiales, televisivos de<br />

aire y televisivos de cable. Sin duda, la provisión de insumos básicos, por ejemplo el papel para los<br />

gráficos y los contenidos para todos, pero sobre todo para los televisivos, son eslabones relevantes de la<br />

cadena. Además, ahora que el mundo cambia más rápidamente, aparecen nuevos medios a los que es<br />

difícil aplicar los mismos conceptos, porque son por definición virtuales y a menudo bastante<br />

intangibles; pero no hay duda de que entran a conformar el mismo mercado. Y cuando se incorpora a<br />

esos nuevos eslabones, el problema de los proveedores es de una magnitud descomunal. En los últimos<br />

años se ha hablado más de la puja regulatoria y judicial por Microsoft que de la concentración en el<br />

mercado de diarios o de radios.<br />

El regulador, en casi todas partes del mundo, busca evitar altos grados de concentración, primero en<br />

cada eslabón, segundo en la cadena integrada. En la Argentina se habla más de algunos aspectos de todo<br />

esto que de otros. Que distintos eslabones críticos en la cadena estén muy concentrados parece<br />

inquietante en todas partes del mundo —excepto en los países muy estatistas, donde todo está por<br />

16 Mastrini, Guillermo y Becerra, Martín (2006). Periodistas y magnates: estructura y concentración de las industrias culturales en<br />

América Latina. Buenos Aires: Prometeo, p. 106.<br />

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