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En el primer año del gobierno de Néstor Kirchner, Juan cumplió 20 años de espera infructuosa. En 2006 se llamó a una <br />

convocatoria de FM de baja potencia (la primera desde 1999), la cual se haría por adjudicación directa, pero solamente <br />

en “zonas no conflictivas”, es decir, no en la ciudad donde se encuentra Juan. Más adelante, Juan vio cómo se establecía <br />

una nueva oleada de emisoras de FM sin ningún tipo de licencia o permiso, alentadas por el kirchnerismo para <br />

contraponerlas a las emisoras de los grupos establecidos contra los cuales se enfrenta el gobierno. Aunque Juan podría <br />

aprovechar esta situación, se negó a entrar en alguna componenda y tampoco quería quebrantar la ley. En 2009 se <br />

aprobó la Ley de Medios y se dispuso realizar un censo de todas las emisoras en el aire carentes de licencias, las cuales —<br />

se establecía—, al anotarse en dicho censo con anterioridad a una fecha tope quedarán protegidas de ser decomisadas y <br />

podrían participar en concursos para obtener licencias plenas. Muchos anotaron en ese censo emisoras inexistentes con <br />

la esperanza de habilitarlas en el futuro o para lucrar vendiendo la “inscripción” a un futuro interesado. De acuerdo con <br />

su línea de conducta, Juan no quiso hacer nada impropio en este sentido. <br />

En 2011 y 2012 se llamó a varios concursos, pero ninguno contemplaba la ciudad de Juan, es decir, las “zonas <br />

conflictivas”. Su espera para instalar su emisora cumplía 28 años. En ese momento Juan se desesperó y decidió salir al <br />

aire como fuera: montó una estación de FM de baja potencia sin ninguna licencia. A los pocos días, por ser una emisora <br />

“clandestina” sin PPP y que no existía al momento del censo de 2010, le fueron decomisados sus equipos. (Desde la Ley de <br />

medios y el censo, el gobierno kirchnerista cambió su política en este sentido y comenzó sistemáticamente a declarar <br />

“clandestinas” a las emisoras carentes de licencia y a librar órdenes para su allanamiento y la incautación de sus equipos; <br />

también dispuso la inhabilitación de sus titulares.) <br />

En cumplimiento de la Ley de Medios de 2009, Juan fue inhabilitado por cinco años para presentarse en futuros <br />

concursos. Cuando la inhabilitación cese estará en su año 33 de espera para instalar una emisora legal de FM de baja <br />

potencia. <br />

La situación no es mejor en el caso de las emisoras de alta potencia o las de TV abierta. En este último caso, veamos <br />

el caso hipotético de Pedro, un emprendedor de 35 años que en 1965 quiere instalar un canal de TV abierta en Rosario <br />

para competirle a los canales 3 y 5 —cuya existencia se debe a un concurso convocado en 1961— y a la repetidora de <br />

Canal 7 de Buenos Aires. Para ese entonces había 3 o 4 canales libres en el espectro rosarino de VHF. Casi medio siglo <br />

después, en 2012, encontramos a Pedro, ya retirado de toda actividad, con 82 años. En todo ese lapso de 47 años nunca <br />

se llamó a ningún concurso para habilitar un nuevo canal legal de TV en esa ciudad. Los 3 o 4 canales libres de VHF en <br />

Rosario siguen existiendo (si bien ocasionalmente ocupados por señales no autorizadas de baja potencia). <br />

Como puede verse en la reseña anterior, el kirchnerismo no es el responsable del caos, la improvisación y la <br />

burocracia de los concursos, ni del verdadero atentado a la libertad de expresión que supuso el “congelamiento” en la <br />

adjudicación de licencias. Pero sí es responsable de haber mantenido y agravado esta situación por largos años. Tras la <br />

sanción de la Ley de Medios ha incumplido su propia norma, al no abrir “concursos abiertos y permanentes” que pondrían <br />

fin a que los proyectos de lanzar nuevas emisoras estén supeditados a una burocracia tan lenta como ineficiente. Si <br />

hubiese existido voluntad política, aún con la remendada “ley de la dictadura”, la 22285, podría haberse instituido el <br />

“concurso abierto y permanente” para todas las frecuencias y localizaciones, ya que la norma (1980) contempló siempre <br />

esa figura. <br />

05.2003<br />

Comienza a practicarse sistemáticamente el “telefonazo” oficial.<br />

§<br />

§<br />

El “telefonazo oficial” fue descripto como el mecanismo por el cual funcionarios llaman a periodistas<br />

o directores de medios para comunicar su descontento con la publicación de cierta información o con<br />

el objetivo de incidir en tapas, títulos y notas a publicarse.<br />

Un informe dio cuenta de la sobrecarga de llamados telefónicos provenientes principalmente de la<br />

Presidencia de la Nación, cuyo objetivo era influir sobre los contenidos de las noticias y condicionar<br />

futuras coberturas 59 .<br />

Por supuesto, el “telefonazo” no es una simple comunicación de los puntos de vista o pareceres del gobierno. Tiene, <br />

inevitablemente, cierto componente de intimidación y que algunos pueden tomar como un factor de disuasión y <br />

autocensura. Esto se potencia mucho más si desde tribunas públicas los funcionarios critican con frecuencia al <br />

periodismo. <br />

Casi nunca existe simetría de poder entre un funcionario y un periodista; tampoco entre un funcionario y la mayoría <br />

de los propietarios de medios. Por más gravitación que tenga un diario o un canal de TV, el funcionario es parte de un <br />

aparato de poder que puede usar la coerción e influir en todas las actividades de un país: tiene la capacidad de imponer <br />

cargas, otorgar o recortar selectivamente beneficios, así como disponer de permisos y prohibiciones. <br />

Los periodistas en relación de dependencia, en cambio, nunca dejan de ser trabajadores que deben preparar y <br />

defender sus notas y, a la vez, ganar sus ingresos. Los directores de medios, mientras tanto, deben pensar en términos <br />

59 Asociación por los Derechos Civiles y Open Society Institute (2005). Una censura sutil: abuso de publicidad oficial y otras<br />

restricciones a la libertad de expresión en Argentina. Buenos Aires: Open Society Institute, p. 21, 73-74.<br />

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