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RESTRICCIONES PARA TODOS

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PARTE I<br />

Veinte minutos en el futuro:<br />

50 puntos para una comunicación libre, plural e<br />

independiente y el acceso ciudadano a la información.<br />

La libertad de expresión y un sistema de comunicación con variedad de opciones, pluralismo político y de<br />

contenidos dependen de muchos factores.<br />

Uno de ellos, y el más obvio, es el marco legal-institucional que establezca cómo se organizan los<br />

medios. No es lo mismo una ley amplia que una restrictiva; o una ley que regule el papel para diarios de que<br />

otra que no lo haga; ni una ley que otorgue licencias de radio y TV a la mayoría de los interesados que una<br />

norma que las restrinja.<br />

Pero en la Argentina no siempre basta una ley para cambiar la realidad. Conductas muy arraigadas,<br />

factores culturales y realidades económicas, así como disposiciones “de laboratorio” de cumplimiento<br />

imposible, transforman a muchas normas en “letra muerta”. Leyes o decretos que fueron presentados en su<br />

momento, en diversos temas, como panaceas, cambios trascendentales o “fundacionales” terminaron<br />

ignorados, olvidados o haciéndose cumplir parcial o espasmódicamente.<br />

Por otro lado, el marco legal-institucional es diferente al “clima” político. Aunque la legislación consagre<br />

amplia libertad de expresión y de operación de medios, un gobierno con tendencias autoritarias o<br />

manipuladoras cuenta con múltiples recursos que no figurarán en una Ley de Medios (algunos que constan en<br />

otras leyes y muchos otros de tipo “político”, extralegales o extrainstitucionales). Con estos recursos, si se<br />

lo propone, podrá presionar, limitar o ahogar a medios que no le simpatizan, mientras impulsa o privilegia<br />

con el “calor oficial” a medios afines.<br />

En los últimos años, distintas ONG y entidades políticas han dado a conocer proyectos y recomendaciones<br />

sobre libertad de expresión, organización del sistema de medios y el acceso a la información. Si bien varios<br />

de estos documentos poseen indudable calidad y responden a estudios y fundamentaciones sólidas, muy<br />

pocos de ellos representan una propuesta integral, como la que se expone aquí.<br />

Hay un amplio consenso (teórico) de sectores académicos, de muchas ONG y de fuerzas políticas que van<br />

desde la centroderecha a la centroizquierda sobre cómo debería funcionar el acceso a la información<br />

(irrestricto, salvo excepciones muy concretas) y los medios de comunicación públicos (ni gubernamentales ni<br />

oficialistas; no tienen que estar al servicio del partido de gobierno y deben ofrecer contenidos de calidad).<br />

Sin embargo, cuando un grupo alcanza el poder, su voluntad política para poner en práctica estos principios<br />

tiende a diluirse o incluso termina adoptando conductas contrarias. (Esto ha ocurrido con todos los partidos y<br />

gobiernos argentinos en las distintas épocas. Pero el kirchnerismo ha sido el único caso en que el manejo<br />

partidista o de “oficialismo militante” de los medios del Estado ha sido reconocido y justificado<br />

abiertamente.)<br />

En otros temas, aún en el campo teórico, no hay consensos amplios de cómo deberían organizarse los<br />

medios de comunicación audiovisuales (radiodifusión), muchas veces debido al escaso conocimiento del tema<br />

y/o de las realidades de estos medios, lo cual lleva a diseñar propuestas deficientes 231 . Con esto no se quiere<br />

decir que una “buena” ley de comunicación audiovisual es aquella que más o menos convalide realidades<br />

preexistentes, ni que deba ser discutida eminentemente por los participantes ya establecidos en el mercado<br />

y que supuestamente “saben” mejor que nadie cómo funciona el sector; ni menos aún que deba renunciarse<br />

a la posibilidad de cambios profundos (de hecho, estos argumentos fueron los que por mucho tiempo<br />

impidieron debatir y tratar una nueva ley de radiodifusión desde eI restablecimiento de la democracia).<br />

Pero sí debe identificarse, de manera clara y fundamentada, dónde y cómo deben hacerse esos cambios,<br />

para efectivamente puedan implementarse, sean económica y comunicacionalmente sustentables y<br />

contribuyan en forma efectiva a promover el pluralismo de contenidos 232 .<br />

231 Cuando se produzca el debate de una nueva ley, es importante entender que una ley de radiodifusión (medios) no es un<br />

manifiesto para dejar sentadas declaraciones o reivindicaciones políticas, económicas, sociales, étnicas, históricas, etc., como<br />

ocurrió con muchas de las incorporaciones realizadas en los foros que dieron lugar a la Ley de Medios kirchnerista. Tampoco es el<br />

lugar para desplegar densas notas de doctrina y derecho comparado mundial, obra de abogados y asesores de la AFSCA y que<br />

supone un despliegue pretencioso de erudición jurídica que sólo cumple la función de legitimar posturas preconcebidas (siempre<br />

existirá la otra mitad de la biblioteca para justificar pareceres opuestos) y que, además, constituyen abstracciones jurídicas que<br />

pueden no tener correlato en la realidad.<br />

Una Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual debe ser simplemente una norma que establezca cómo se organizarán<br />

estructuralmente esos servicios; ir más allá implica una ‘ley de prensa’ prohibida por la Constitución. Fuera del kirchnerismo y<br />

de las fuerzas políticas más extremas, es posible que se pueda trabajar en un consenso para establecer y compatibilizar en una<br />

nueva Ley de Medios la más amplia libertad de expresión y el mayor pluralismo de voces con el mejor aprovechamiento técnico<br />

del espectro y la solidez económica de los principales servicios. También debería promover una radiodifusión pública de calidad y<br />

que respete, asimismo, la diversidad política, artística, cultural y filosófica.<br />

232 En un artículo en Perfil (30.11.2012), Guillermo Mastrini y Martín Becerra critican a quienes sostienen que la Ley de Medios ha<br />

sido elaborada por “un grupo de académicos” de comunicación y que por “ingenuidad o desconocimiento del tema” de estos<br />

académicos se tornó en una “ley de laboratorio” o de difícil aplicación. Se preguntan: “¿Qué pasaría si se aplicara el mismo<br />

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