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SUSANA CRUCES COLADO–LAS PALABRAS NO DEJAN VER EL TEXTO
cualquier tipo de texto, llegando a lo que podríamos denominar “lecturas aberrantes”.
Como acabo de afirmar, la interpretación tiene límites que vienen dados por el contexto, las
condiciones de enunciación, las expectativas del receptor, el tipo textual. Así, y poniendo
un caso extremo, un contrato de franquicia difícilmente podrá llegar a ser interpretado
como un relato de ficción. Esta creencia es la razón por la cual nos encontramos con más
frecuencia de lo que sería esperable con equivalencias propuestas que transgreden la lógica
del texto, ofreciendo como justificación para tales formulaciones simplemente en que “así
se puede interpretar”. Lo que se confunde a mi entender, es la multiplicidad de
formulaciones posibles en LT, pues cada traductor, aceptando que se mantiene el mismo
sentido en cada una de las formulaciones, elaborará su propia versión, según su bagaje
cultural, destreza, experiencia, incluso gustos, etc.
Otra idea preconcebida sería la supuesta fidelidad al TO. Su demostración es que
podemos observar la búsqueda, a menudo muy forzada, de equivalencias de estructuras
gramaticales (sust=sust, claus=claus, adj=adj, fp=fp, etc.). La razón que subyace, y que
incluso llega a ser explícita, es la fidelidad respecto al TO, para lo que se debe mantener la
misma “forma” en el TT. Ello que refuerza la tesis de que se traduce centrándose en las
palabras y no en el texto, considerando la traducción como una simple operación lingüística
de sustitución de categorías gramaticales por otras equivalentes.
Una tercera idea preconcebida es la creencia de que el significado se encuentra en
las palabras y está todo recogido en un diccionario y no que se trata de una elaboración de
nuestra memoria (una tarea cognitiva, en resumen). En realidad las palabras poseen
significados no léxicos, o lo que denomino “significados pragmáticos”. Son válidos
únicamente para un texto dado, y resultan del contraste de conocimientos y significados
almacenados en nuestro diccionario mental con el funcionamiento de una palabra dada en
un texto, tras el que inferimos un nuevo significado. Éstos se superponen a los léxicos,
entendiéndolos como las definiciones que se dan en el diccionario. Éstos son los que más
difícilmente capta el alumno. Así, los alumnos deben adquirir la conciencia de que cuando
una palabra tiene posibles significados, no puede ni debe ceñirse a las posibles
equivalencias propuestas por un diccionario, y aun menos bilingüe, sino que se trata
primero de ver qué significa en ese texto, y proponer una equivalencia en la LT para ese
significado, que puede ser no convencional.
Algunos de los desaciertos y fallos provocados por estas creencias han hecho que
me replantee incluso algunos principios pedagógicos supuestamente desaconsejables, que
por experiencia no lo son tanto. Se dice, por ejemplo que el uso de errores es
pedagógicamente desaconsejable porque confunde y no refuerza la sensación de progreso
en la destreza y los conocimientos. Considero que esto es falso. Si sólo sirven para mostrar
los fallos que los mismos han tenido, efectivamente será un ejercicio desalentador. Pero hay
usos distintos, y rentables según mi experiencia, como pueden ser:
Comparación de 2 o más traducciones, primero sin texto original, y
luego con texto original. Son los propios alumnos los que deben decidir
por qué uno es más correcto que otro, y además, son capaces de
explicar cuál es su origen, lo cual ayuda a que se vuelvan más
conscientes de sus propios errores durante el proceso de traducción.
TT donde se suman los errores de diferentes ejercicios de traducción
(de este modo además nadie se siente especialmente molesto por
identificarse con la autoría de los errores). Se muestra en transparencia y
se hace que el grupo corrija esta traducción.
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