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JOSÉ YUSTE FRÍAS–TRADUCIR EN LA RED: TEXTOS NUEVOS PARA NUEVAS TRADUCCIONES
Muy lejos de ser algo indiferente, el soporte final utilizado para una determinada
traducción siempre ha ejercido una importante influencia en todo encargo de traducción.
La traducción de un texto formateado para una publicación periódica nunca se ha
realizado de la misma forma – porque nunca iba a ser leído de la misma manera – que la
de una novela publicada en formato libro o con ilustraciones. El nuevo soporte digital
presente en la red modifica todavía más, si cabe, no sólo la relación entre el traductor y el
texto fuente sino también la que el destinatario final de la traducción establecerá con el
hipertexto traducido telecargado en Internet, el texto meta: la manera en que lo leerá
vendrá orientada, en gran medida, por el particular modo en que el traductor haya leído
previamente todas y cada una de las unidades verbo-icónicas del hipertexto fuente.
La traduction est d’abord une lecture par le traducteur […] Il ne s’agit pas d’une
lecture pure. […] Il s’agit de plus d’une lecture beaucoup plus tendue que la lecture habituelle
(Ballard 1999: 34).
La lectura en traducción es una fase de interpretación 4 (también llamada
hermenéutica) en la que se elabora el sentido. Pero, ¡ojo!, el sentido es un producto de la
propia actividad de comprensión del traductor que sólo puede existir en el propio proceso
de lectura llevado a cabo. Esta concepción del sentido apuntada está muy ligada a aquella
fórmula de Sartre que, en uno de sus textos dedicados a la lectura, decía textualmente: “le
sens n’est pas la somme des mots, il en est la totalité organique” (Sartre 1948: 56). Ahora
bien, el sentido de un texto no es lo mismo que su efecto: el primero, esencialmente
activo, consiste en una producción del sistema cognitivo, mientras que el segundo,
esencialmente pasivo, es vivido por el sujeto que lee como una transformación de estado.
Sentido y efecto determinan en gran medida el contexto de recepción tanto del texto
fuente como del texto meta. Si ya el espacio de toda página, con sus márgenes, sus colores
y su tipografía, ha producido siempre, en los textos impresos, unos muy determinados
efectos visuales que pueden o bien atraer la atención del lector o distraerla, cuando la
página en cuestión resulta estar telecargada en la red con otras unidades no verbales que,
como es el caso del hipertexto, complementan y condicionan el sentido de las verbales, la
buena lectura de las nuevas unidades verbo-icónicas resulta fundamental para la fase de
reescritura en todo proceso de traducción digital. Desde perspectivas profesionales y
universitarias de la traducción, debemos insistir mucho en ello: con la aparición del
hipertexto, la dimensión icónica del texto junto con todo su aspecto visual resultan ser
parámetros esenciales que condicionan no sólo la propia forma y sustancia de la nueva
textualidad, sino también, y sobre todo, la lectura y reescritura del texto digital
telecargado en Internet muy alejado del texto analógico tradicional.
Con la llegada de la era digital, nuestra civilización está asistiendo al estallido en la
red de todos los límites del texto tradicional. Según Ducrot y Todorov, el texto se
caracteriza “par son autonomie et par sa clôture” (Ducrot y Todorov 1972: 375). Toda
una definición clásica del texto que, cuando menos, resulta algo problemática con la
aparición del hipertexto. En efecto, el hipertexto en Internet puede perfectamente tener
tan sólo los límites aparentes de principio y fin que decida marcar el propio internauta en
su sesión de lectura. Con el hipertexto, el texto ha dejado de ser algo cerrado y estable
para convertirse en algo totalmente abierto y efímero. Gracias a un interfaz que utiliza
multitud de elementos esencialmente visuales e intuitivos, tales como colores e iconos, el
usuario de un hipertexto puede localizar los lugares en los que se encuentra un
documento o información suplementaria y acceder a ellos directamente con tan sólo una
única presión de su dedo índice en el ratón. El desplazamiento hipertextual que supone
4 “une phase de “lecture-interprétation”, où il s’agit de comprendre (de “décoder”) le texte source” (Ladmiral
1992: 331).
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