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JOSÉ FCO. PÉREZ BERENGUEL–METODOLOGÍA TRADUCTORA EN UN LIBRO DE VIAJES DEL SIGLO XVIII
su estancia en La Coruña como cónsul de Gran Bretaña, a partir de 1793, época en la que
conoce a Jovellanos y mantiene con éste una correspondencia de gran interés que se iba a
prolongar hasta 1796. Dicho año iba a ser testigo del restablecimiento de las hostilidades
entre las dos naciones y, por tanto, del deterioro de la situación de Jardine en España.
Paradójicamente, su muerte le sobrevendría nada más cruzar la frontera de Portugal, después
de haber sido obligado a realizar el viaje gravemente enfermo y en penosas circunstancias.
Triste final, sin duda, para alguien que tanto tiempo había vivido en España y tanto había
amado nuestro país.
La tarea de traducir estas treinta y cinco cartas, escritas en el siglo XVIII, implica
necesariamente la adopción de diferentes estrategias con el fin de facilitar su comprensión
a un lector contemporáneo. Una de ellas, tal vez la más importante porque afecta a la manera
misma de traducir, consiste en respetar el estilo original del autor, aunque en ocasiones
resulte un tanto reiterativo, y en añadir tan sólo aquellas modificaciones necesarias para
adaptar el texto a las normas actuales de ortografía y puntuación.
1. REFERENCIAS CULTURALES Y LEXICOGRÁFICAS
Una labor de traducción como ésta implica, no obstante, una amplia investigación
historiográfica, totalmente indispensable para que un lector actual pueda entender los
numerosos nombres propios y geográficos que aparecen en el texto y para que pueda disfrutar
debidamente de su lectura, sin perder ni un ápice de la complicidad que el autor debía esperar
de sus lectores en el siglo XVIII. Dicha labor se ha llevado a cabo mediante la incorporación
de múltiples notas que sitúan al lector, casi sin darse cuenta, dentro de la realidad de la época
descrita en el libro. Quizás podría haberse elegido también la opción de dejar el texto original
tal cual, libre de anotaciones, y que fuera el lector, si así lo requiere, el que completara dicha
información. En mi opinión, sin embargo, aunque esto hubiera facilitado en gran manera la
labor del traductor, al liberarlo de la siempre pesada carga bibliográfica e investigadora de la
historiografía, habría empobrecido su lectura, reduciendo el abanico de sus lectores y dejando
en manos únicamente de los expertos la posibilidad de desentrañar las claves de lo que allí
se cuenta. Sirvan los siguientes ejemplos de ilustración:
landas: Región del suroeste francés que en el siglo XVIII presentaba un aspecto similar
al que describe Jardine. En la actualidad, un intenso plan de reforestación la ha convertido en uno
de los parajes naturales más frondosos de toda Francia.
La Sociedad de las Artes: Se refiere a la Real Sociedad Bascongada de Amigos del País. Empezó
a funcionar en 1765, gracias al entusiasmo ilustrado de Javier María de Munibe, conde de
Peñaflorida, y desarrolló una intensa actividad en su intento de mejorar la agricultura, ganadería
e industria vascas, impulsar los avances técnicos y científicos, mejorar la educación, etc. Su ejemplo
sería extensamente copiado años más tarde, aunque con menor éxito, en diferentes partes del
país.
Gobierno de tipo mixto: Formado por miembros pertenecientes a diferentes categorías
sociales, y no exclusivamente por nobles, y basado en el sistema británico de división
parlamentaria en dos cámaras que incluyan a miembros de la nobleza elegidos por designación
real, y otros elegidos de un modo directo por los ciudadanos con derecho a voto.
El caso de La Bella Unión constituye uno de los ejemplos más ilustrativos de las
dificultades inherentes a un proceso de traducción que incluya una explicación detallada de
las referencias culturales del texto original y también, por qué no decirlo, de las ventajas del
empleo de las nuevas tecnologías. La referencia del texto hace mención a la hipocresía de
muchos españoles que, por un lado, abrazan los procesos abiertos por la Inquisición y hacen
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