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LUIS SERRANO FERNÁNDEZ: SEUDOTRADUCCIONES CINEMATOGRÁFICAS
y (e) lo que Santoyo (1984: 48) denomina simple juego narrativo o, en este caso, quizá,
simple juego cinematográfico.
7. RECAPITULEMOS: DE QUÉ HEMOS HABLADO HASTA AHORA
Lo que hemos pretendido en esta ponencia, que no es sino una reflexión o
aproximación teórica a un fenómeno, es apuntar la posibilidad de que se pueda hablar de
seudotraducción en el complejo ámbito de la traducción para la pantalla y, más en concreto,
de traducción en el cine. Hemos intentado defender una postura por la cual el criterio de la
traducción del signo verbal acústico por otro con subtítulos o, sobre todo, a través del
doblaje, no sea el definitorio para clasificar un film como traducido o seudotraducido. Las
razones que hemos ofrecido para defender esta perspectiva se basan en la distinta
consideración que, con el tiempo, ha ido adquiriendo el concepto de transferencia: de
considerarse únicamente lingüística o textual, a verse como semiótica y cultural. Y aún más:
en los últimos años, se ha mencionado también la hipótesis de que no sólo se traducen
textos, sino que también puede existir transferencia entre modelos de representación. Por
tanto, son estos motivos, derivados del mayor calado interdisciplinar en la observación del
fenómeno traductor, los que nos han llevado a la reivindicación de las seudotraducciones
como una práctica basada en la clonación y apropiación de modos textuales conocidos.
Por último, queremos afirmar una vez más que el criterio de la presencia o ausencia
de una banda sonora que sustituya a otra no nos explica que, desde esta perspectiva, un
texto tenga o no tenga que ser necesariamente una seudotraducción. ¿Por qué? Todos
sabemos que la misma naturaleza del cine ya es misteriosa 8 , pues incluso en las películas
originales la banda sonora se graba en un proceso posterior al rodaje, con lo que no deja de
tratarse de otra modalidad de sincronización: un doblaje más perfectamente conjuntado
con la imagen, si se quiere. Por otro lado, también hay películas españolas que han tenido
que ser dobladas al castellano, bien porque estaban rodadas en otras lenguas del Estado o
bien porque se le quería dar otro acento o entonación al habla de un determinado
personaje. Y más aún: es común que en multitud de superproducciones o en películas “de
género” algunas voces sean las originales españolas y otras que oímos, en cambio, porque
intervienen actores extranjeros o por otros motivos, sean resultado del proceso de doblaje,
con lo que la hibridación de la que antes hablamos está también presente en este sentido.
Creemos que este fenómeno se ha dado en sociedades receptoras acostumbras al doblaje
masivo – como España e Italia – y que, curiosamente, no ha sido así en aquellas habituadas
a los subtítulos, donde “lo extranjero” y “lo nacional” – TM y TO – están muy claramente
definidos y diferenciados.
Por estas razones, el hecho de que nos percatemos de que en una película la voz de
un personaje ha sido doblada no es fundamental para que tengamos necesariamente que
descartar ese film de nuestra lista de seudotraducciones e incluirla en la de las traducciones
propiamente dichas. De igual forma, el hecho de que observemos que los actores en una
película parecen mover los labios en perfecta sintonía con lo que dicen tampoco es un
requisito imprescindible para no considerarla como seudotraducción y clasificarla como un
TO más. Como hemos tratado de apuntar, puede haber otros criterios.
8 Gimferrer (1999: 150) habla de “realidad y misterio” para describir la esencia del arte cinematográfico. Gubern
(1995: 269-279) destaca su áurea de ilusión, virtualidad e irrealidad cuando escribe: “La pantalla de cine, percibida en
términos geométricos, constituye la cara frontal de un paralelepípedo imaginario que contiene un espacio virtual en el que
se escenifica una acción”. El crítico Fernández Santos (2000) lo define como “sombras plagiadas de sombras” y lo que
nos queda tras ver una película no son sino “aromas de un milagro”.
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